El sexo solía ser el dios de las ventas. Ya fueran pantalones de mezclilla, perfumes, carros y hasta hamburguesas, siempre había ocasión para mostrar a una mujer en posición sugerente, aunque no tuviera nada que ver con el producto. Hoy en día, el mercado sigue repleto de contenidos eróticos, es verdad; sin embargo, la tendencia creciente apunta a incluir cada vez contenidos más woke, más conscientes e incluyentes, más de ésos políticamente correctos, y, generalmente, más «feministas».
Pareciera, de hecho, que el mundo está abrazando finalmente el movimiento: tenemos princesas más empoderadas e independientes, muy distintas a las cabeza-huecas que dejaban todo por el primer hombre que veían pasar; tenemos reguetoneros que además de hablar de cómo embriagan chicas para conseguir acercamientos sexuales, las dejan bailar solas; productos de belleza que abogan por eliminar la representación canónica del cuerpo femenino ideal, para mostrar cuerpos reales. Qué bello sería ese mundo equitativo que parece estarse gestando en los medios si tan sólo fuera real y no una manera más de mercantilizar lo que no debería tener precio, si no fuera una manera más de lucrar vendiendo.
Como sucede con otros movimientos sociales que han alcanzado una repercusión importante, el feminismo se ha llenado de falsos aliados que son como esos amigos que cambian su foto de perfil a morado el Día de la mujer, pero los otros 364 días comparten chistes misóginos bajo la excusa del humor negro, o como los que utilizan el hashtag «Black Lives Matter» mientras denigran a los indígenas de su propio país.
Los mercadólogos y publicistas, nada tontos, han buscado mostrar en sus productos imágenes más inclusivas y políticamente correctas para demostrar lo conscientes y modernos que son, y así generar empatía, aceptación y, por supuesto, ventas. Uno podría pensar: bueno, es bajo, ruin e hipócrita lo que están haciendo, pero al menos están ayudando a dar difusión y alcance al movimiento, ¿no?
No. El problema no reside exclusivamente en el oportunismo capitalista, sino en el hecho consecuente de que, al no tener un interés genuino por el movimiento, no se toman la molestia de investigar qué es eso que pretenden apoyar, y suponen que basta con mostrar mujeres menos encueradas y con pronunciar «empoderamiento» más veces, lo que conlleva a que, en la mayoría de las ocasiones, estas campañas malogradas no solo desinformen y tergiversen las causas del feminismo, sino que ayuden a postergar eso que, en teoría, buscaban derrocar.
Esto es lo que sucede con la mayoría de los «aliados» que ha recibido el movimiento en México, país en el que las violaciones y los feminicidios son tan cotidianos que parecieran haberse normalizado, y en el que, por tanto, el feminismo ha sido de vital importancia. Si bien, en el ancho de la sociedad, el machismo y la misoginia siguen siendo el comportamiento imperante, en la opinión pública se ha intentado mostrar un lado más incluyente acorde con el momento social. No obstante, esta sed por encajar, por estar «a la moda», sin estar realmente comprometidos, ha derivado en patéticos resultados. Repasemos a algunos de estos aventureros oportunistas.
El partido político por excelencia de la derecha mexicana, el Partido Acción Nacional (PAN), se puso muy morado tras las históricas y multitudinarias marchas feministas del 2020. Incluso, le exigió al Gobierno que incluyera en su agenda las demandas planteadas por el movimiento. Es que es cierto, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha mostrado nulo interés por la violencia sistémica hacia las mujeres; es más, hasta nos ha mandado a ocuparnos del cuidado de nuestros padres. Sin embargo, el PAN no solo se caracteriza por ser el bastión de lo mocho y lo conservador, sino que ha sido, y sigue siendo, uno de los principales promotores para no legalizar el aborto, cuando una de las premisas más grandes del feminismo es el poder de decidir sobre nuestro cuerpo.
Lomecan, un medicamento para tratar infecciones vaginales, predicó por años que sus productos solo eran para «las niñas bien», término que hace alusión a las jóvenes que provienen de sectores económicos y sociales privilegiados, y quienes son, generalmente, de tez clara. El eslogan sugería, además, que las infecciones que aquejan a las niñas bien provienen de causas ajenas a la actividad sexual. Además del clasismo y del racismo que promovía la propaganda, moralizaba con valores tradicionalistas y misóginos, pues excluía a las que tuvieran una vida sexual activa, como si ellas no merecieran su tratamiento o a ellas no les hiciera acción, humillándolas por no ser puras, recatadas, niñas bien. Ahora bien, en un país con un alto índice de embarazo infantil, lo que menos debe hacerse es seguir tratando el sexo como un tema tabú, y menos en el caso de un medicamento para tratar infecciones vaginales. Al contrario, debería apostarse siempre por la educación sexual. Hasta hace poco, la marca se dio cuenta de que ya no estaba cool ser despectivo y aspiracional, así que le agregó a su famoso «para las niñas bien» una sarta de frases «empoderadas» como «bien valientes, bien seguras, bien independientes» las cuales siguen sin resolver la base despectiva con la que creció la marca.
La cerveza Tecate se caracterizó por tener una publicidad abiertamente machista y misógina, y por fomentar el prototipo de un hombre desapegado e indiferente con sus parejas. Con frases como «por los hombres que no entienden a las mujeres» o «por los que quieren estar más tiempo con sus amigos», presentaban mujeres celosas, inseguras y neuróticas, y justificaban que los hombres las ignoraran, les mintieran y las abandonaran. El hombre, en sus comerciales, siempre era bonachón, ingenioso y pícaro; la esposa, insoportable y mandona. Mientras los pobres hombres lo único que querían era estar con sus amigos jugando y fiesteando, ellas solo pensaban en casarse y estar en la casa. Pero tampoco les va tan bien a las otras mujeres que no son la pareja, las «otras», quienes siempre se muestran cosificadas, como en el espectacular en el que aparecen tres mujeres, una con el cabello castaño, la otra rubia y una con el cabello negro, todas con actitud provocativa, sobre el lema: «Buffet» y, a un lado, «Es fácil ser hombre». Si bien la marca ha intentado deslindarse de su pasado con nuevos anuncios supuestamente aliados, como esos que dicen que, si no respetas a las mujeres, Tecate no es para ti, la marca sigue apostando por y para ellos, y no le bastará más congruencia para desprenderse de su truculento pasado.
Estas campañas, que aprovechan el furor del momento para tirarle al partido opositor y para intentar sobrevivir el cambio generacional, colgándose de un movimiento que clama por centrar la atención en las 2,240 mujeres asesinadas tan solo en lo que va de enero a julio del 2020, que pide de todas las maneras posibles una revisión íntegra y orgánica del sistema de odio y violencia, solo terminan por despolitizar el feminismo y «desemantizarlo», por blanquearlo y hacerlo más digerible y vendible, por poner una curita en un cuerpo desmembrado.