Producto del azar y el error, llegué al mundo en un invierno del 91.
En mi infancia, mis papás solían hacer concursos de cuentos entre mis hermanos y yo. Si bien ellos eran más grandes y, por ende, sus relatos tenían más sentido y profundidad, mientras los míos eran básicamente plagios de películas y anécdotas de lo que habíamos hecho el fin de semana, mis padres eran muy compasivos, pues llegué a ganar en repetidas ocasiones el primer lugar, lo que me impulsó a seguir leyendo y escribiendo.
Cursé la Licenciatura en Letras Hispánicas en la UNAM porque creía que esa era la fábrica de escritores, aunque después, desde mi primera clase con él, el poeta Eduardo Casar desmentiría esa idea. Sin embargo, la carrera me enseñó la existencia de mundos posibles y quedé tan flechada que seguí con un máster en Literatura Comparada, en la Universidad de Salamanca.
Dado que también tenía interés por desarrollar otros tipos de herramientas discursivas, me inmiscuí en el ámbito periodístico y estudié en Casa Lamm el Taller de Periodismo Cultural y en el periódico Reforma el Taller de Redacción Periodística.
He trabajado como editora, correctora y revisora de textos. Esencialmente, me dejo llevar por todo lo que tenga que ver con la lengua, pues creo en el poder de la palabra como agente de cambio.
Me interesa contar historias, buscar explicaciones y cuestionar todo.