Ese tan ibérico desapego a la autoridad está siendo una auténtica autopista para el segundo rebrote del coronavirus. La tendencia de mucha gente a menospreciar el virus, a ningunear su daño e incluso a negar su existencia ha hecho que muchos se relajen en la aplicación de las medidas de seguridad y de distanciamiento social, con lo que se ha propagado el virus en grandes núcleos urbanos.
Desde el inicio del desconfinamiento por fases, o incluso antes, se hablaba de la inevitabilidad de un segundo rebrote del covid-19, aunque se estimaba que sucedería al final del verano, con el virus siendo presumiblemente incapaz de soportar las altas temperaturas, o incluso bien entrado el otoño, hacia octubre o noviembre.
De hecho, muchos centros sanitarios obligaban a sus empleados y sanitarios a coger vacaciones en julio y agosto, con la primera tormenta amainando y la segunda aún lejos, en teoría. Lo que otros años era una quimera para ellos, tener vacaciones en verano, ahora era una obligación. Todo el mundo debía estar preparado para la acción y muy fresco en otoño.
Pero el virus parece rebrotar mucho antes, con julio siendo un mes crítico. Lo cierto es que se necesita alguien que dé la cara y ofrezca respuestas sobre las causas de la presente actividad del virus y su inesperada resistencia a las altas temperaturas de nuestro verano. La gente fue muy mal informada, o quizá se emitió la información que se creía cierta y, ahí está el gran error, nunca se ha publicado corrección ni rectificación.
Pero lo verdaderamente preocupante es ver las playas llenas, los parques saturados y bares y restaurantes atestados hasta la bandera. Como si nada hubiera pasado, pero ha pasado, está pasando y seguramente volverá a pasar. Porque no aprendemos, y esa arrogancia se va a llevar vidas y va a dar muchos miles de sustos.
En mal momento levantó Pedro Sánchez el estado de alarma. Dar potestad a las autonomías, con limitadas competencias para confinar territorios, ha supuesto un error, y no han tardado en salir los problemas, en forma de rebrotes. Con Aragón y el interior de Cataluña como principales focos, teóricamente por los inmigrantes temporeros que trabajan en la recolección de frutas durante estos meses. Aunque ha habido focos también en Andalucía y el interior.
En Cataluña, la respuesta este rebrote, que se extendió también en Barcelona, afectó inicialmente y de manera incomprensible a la actividad de los gimnasios, que tuvieron que cerrar, uno de los pocos sectores que invirtió en medidas de seguridad y que las respetaba a rajatabla en todo momento. Pero esa respuesta no ha incluido cerrar bares o restaurantes, fuentes enormes de contagio, que solo reducirán su capacidad temporalmente.
Sorprende el silencio sobre la Comunidad de Madrid, aunque circulan estadísticas que ponen el nivel de contagios más alto que en Barcelona y su área metropolitana. Tendría sentido, pues es un núcleo de población mayor y las posibilidades de que esas personas salgan de vacaciones están reducidas este año. Y ese silencio de Ayuso puede ser muy peligroso si los datos que circulan son ciertos, así que esperemos que no.