El virus camina en forma zigzagueante en Italia: disminuye en algunas regiones, mientras aumenta en otras: en Emilia Romaña, Lacio y sobre el todo en Véneto. ¿La causa? la irresponsabilidad de sus habitantes.
Lunes 29 de junio
Hoy es el día de San Pedro y San Pablo, los «patrones» de Roma, por lo tanto festivo, pero solamente en esta ciudad y no en el resto de Italia, donde cada ciudad festeja a sus propios protectores: en Milán, San Ambrosio, en Nápoles, San Jenaro, etc. La devoción romana a San Pedro data de los inicios del cristianismo, ya que el apóstol no solamente predico en Roma, sino que incluso fue encarcelado y posteriormente asesinado en esta ciudad.
La Cárcel Mamertita (en italiano carcere Mamertino y en latín Carcer Tullianus o Tullianum), la más antigua de Roma (siglo VIII a.C), está ubicada en un lugar estratégico, justo en la ladera de una de las 7 colinas, Campidoglio (donde hoy está la Alcaldía) y frente al Foro, corazón de la vida pública de la antigua Roma.
Este recinto carcelario simbolizaba la implacable justicia romana contra sus enemigos y se cuenta que por sus celdas habrían pasado, además de San Pedro, los prisioneros ilustres de la ciudad, los grandes vencidos y los traidores. Entre los primeros, los reyes de los samnitas y de los galos respectivamente, Ponzio y Vercingétorix. Entre los segundos, los conjurados de Lucio Sergio Catilina, el senador romano que, sin éxito, trató de subvertir el poder del Senado.
Con el pasar de los siglos y las sucesivas destrucciones de la ciudad, sobre esta cárcel se construyó en el siglo XVI una iglesia dedicada al padre de Jesús, San José de los Carpinteros (San Giuseppe dei Falegnami) que desgraciadamente en este período no se puede visitar, y esta vez no a causa del virus, sino porque hace menos de dos años un terrible estruendo remeció la quietud de una soñolienta tarde de verano: era el derrumbe del techo, que afortunadamente no provocó víctimas.
Martes 30 de junio
Me invitan a una entrevista con una señora italiana que asegura haber sido amante durante muchos años nada menos que de Fidel Castro y sobre cuya historia. una colega del diario La Repubblica, Paola Sorge, escribió una biografía novelada que acaba de ser publicada en italiano, Fidel in love. Llego al lugar de la entrevista y me encuentro con una elegante señora setentona, a quien las vicisitudes de la vida le han pasado la cuenta, aunque conserva una excelente memoria, sobre todo en lo que concierne al «único amor de mi vida, Fidel Castro».
Proveniente de la medio-alta burguesía romana, Anna Maria Traglia conoció al primer ministro cubano en un viaje a Cuba, con su marido Giuliano, empresario: ahí la conoció Fidel en una recepción del embajador de Cuba ante la Santa Sede, de paso por La Habana…y fue flechazo. Una historia de amor que, según cuenta Anna Maria, duró casi 40 años, período durante el cual ella seguía en su trabajo de voluntaria de Amnesty International y hacía frecuentes viajes a la isla, incluso acompañada por sus dos hijos, Fiammetta y Daniele, en ese momento de 10 y 12 años.
Es innegable que una historia de este tipo permite que nazcan dudas, sin embargo, gracias a un episodio relatado en el libro, que conocía personalmente, pude despejar gran parte de ellas: en sus viajes a Cuba, Anna María vivía en una casa puesta a disposición por Fidel, que ella llamaba «la casa de las flores». Hasta ahí llegó un comandante cubano, que había conocido a la señora en una recepción que el embajador de Cuba ante la Santa Sede ofreció durante una estadía en La Habana y sabía de su cercanía con el Vaticano (de hecho, Anna María era sobrina del poderoso cardenal Luigi Traglia, en ese momento – mitad de la década del 70 – vicario de Roma y decano del Colegio Cardenalicio).
El cubano le pedía intercediera ante el Vaticano, para que este a su vez interviniera ante la dictadura chilena para obtener la liberación de su novia, Nieves Ayres, arrestada en las cárceles de Pinochet, un hecho del que tengo información directa. Anna María al volver a Roma habló con su poderoso tío quien «de su puño y letra», me cuenta la señora, le escribió al entonces primer ministro Giulio Andreotti para que mediara en esta liberación.
Poco tiempo después, Nieves era expulsada de Chile y antes de viajar a Cuba pasó por Roma, hecho que no consta en el libro, pero que conocí gracias a una conversación con uno de los hermanos de la joven chilena, que recordaba bien a la señora italiana, a quien fueron a agradecerle la liberación de la joven.
Con altibajos a raíz de la distancia esta historia de amor duró casi 40 años. La última vez que se vieron, según me cuenta Anna María, con la voz quebrada, fue en el hospital de La Habana, poco antes que Fidel Castro falleciera.
Miércoles 1 de julio
La apertura italiana permite de nuevo asomarnos personalmente a la Cultura. Participé en un interesantísimo encuentro organizado por la embajada de México con el director de cine Jesús Garcés Lamberto, mexicano de nacimiento pero residente desde hace 24 años en Italia, autor, entre otras obras, de un estupendo docufilm sobre Caravaggio (Caravaggio- L’Anima e il Sangue, premio Globo d’Oro de la Asociación de Prensa Extranjera en Italia al mejor documental el años pasado) y una no menos interesante película sobre Leonardo da Vinci (Io, Leonardo).
En el encuentro también estuvo presente el pintor Stefano Lazzari, propietario de un verdadero laboratorio de arte, la «Bodega Tefernate», especializada en la reproducción de obras de arte para el cine, museos, réplicas de originales, etc. Ambos explicaron el minucioso trabajo realizado, por ejemplo, para replicar La última cena, o algunos cuadros de Caravaggio. Garcés cuenta que el protagonista del docufilm sobre este pintor es un exdetenido por problemas de camorra, quien nació, creció, vivió, y en consecuencia desarrolló parte de su carrera delictual en Scampia, uno de los barrios más degradados de Nápoles.
«Gracias a este film mi vida cambió», recuerda Garcés fueron las emocionadas palabras del hombre al terminar la última toma.
Jueves 2 de julio
Por primera vez en los 60 años del Premio al Cine otorgado por los corresponsales extranjeros, decidimos dárselo a una persona que no aparece jamás en pantalla, pero de cuya profesionalidad depende en gran parte el éxito o fracaso de una película: la persona encargada del vestuario de actores y actrices. En ese sentido el Gran Premio de la Asociación de Prensa Extranjera este año lo obtuvo Carlo Poggioli, el «modisto de las estrellas».
Nos encontramos con él en la más que prestigiosa Sastrería Tirelli, cuyo nombre no debe llevar a equivocaciones. No es una sastrería común y corriente, es el lugar maravilloso donde nos sumergimos en una realidad sin tiempo entre los cientos de vestidos de diferentes épocas, tipos y géneros. Hasta aquí llegó hace ya bastantes años, un joven Carlo Poggioli desde su natal Nápoles, con una carpeta con sus modelos bajo el brazo: «Nunca estaré lo suficientemente agradecido a don Umberto Tirelli que me dio la posibilidad de realizar mi sueño», cuenta un conmovido Poggioli.
«Nuestro trabajo es ayudar a los actores a convertirse en personajes», cuenta el modisto. «Por eso, hay mucho trabajo previo para decidir el tipo de género, el color, el modelo. Imagínese que incluso hay actores que necesitan que toda la ropa sea acorde con la época. Por ejemplo, Nicole Kidman para Could Mountain, de Minghella quiso que incluso su ropa interior fuese ad hoc, ya que solamente así podía entrar en el personaje».
Por discreción profesional solamente sonríe cuando le pedimos que cuente alguna manía de sus famosos clientes; sin embargo recuerda The Raven, sobre un episodio de la vida de Edgard Allan Poe con John Cusack. «Lo que pasa es que este actor tiene problemas de claustrofobia y se sentía ahogado con la chaqueta entallada propia de la época, 1851, y cada vez que podía se la sacaba a tirones, y, por supuesto la rompía. Hasta que le dije a los productores que el presupuesto no daba para comprar una chaqueta para cada escena, entonces hubo que… ¡ajustar el guion para permitir que saliera con la chaqueta rota! Claro, no fue difícil, porque Poe se peleaba con todo el mundo».
El próximo lunes Poggioli, que colabora desde hace años con el conocido director Paolo Sorrentino, empezará a rodar una película en Roma y alrededores «con todas las medidas de seguridad, lo que será un doble trabajo, ya que, por ejemplo, mientras antes las comparsas usaban y volvían a usar la misma ropa, ahora después de cada cambio hay que desinfectar todo».
«También habrá que ver qué pasa con las escenas románticas o eróticas», agrega. Al final cuenta algo que explica más que muchos artículos la incertidumbre de cara al futuro: entre julio y septiembre se rodarán todas las películas posibles, «ya que no sabemos con qué nos vamos a encontrar a partir de octubre», agrega. Como se ve, el fantasma del virus está siempre al acecho.
Viernes 3 de julio
Día de mercado. Me doy cuenta con bastante preocupación que la disminución de los contagios en Roma junto a la cifra de los fallecimientos, ha contribuido a una situación casi generalizada de despreocupación: ni mascarillas ni guantes entre muchos de los vendedores, con diferentes justificaciones. «Hace mucho calor», «me duele la cabeza», «no se encuentran guantes», etc., a pesar de todas las advertencias de las autoridades sanitarias que el virus NO ha abandonado Italia.
En este sentido, una noticia me permite abrir un paréntesis acerca de «seguridad versus derechos»; a un empresario de la región Véneto (noreste de Italia) al regreso después de unos negocios en Bosnia le descubrieron síntomas de covid-19. Y a pesar de eso, se negó a estar en cuarentena y cuando se agravó ni siquiera quería ser hospitalizado. Tuvo que ceder y hoy está en terapia intensiva. Claro, ya había contagiado a numerosos familiares y amigos. Me pregunto ¿no habrá ningún modo «institucional» para obligar a estos irresponsables criminales a acatar las normas que van más allá del obtuso individualismo y que dicen relación con la seguridad de toda la comunidad?
Sábado 4 de julio
Este año el Premio a la Carrera de los corresponsales extranjeros fue para Sandra Milo, una actriz de 87 años, muy famosa en Italia en los años 60, que incluso afirmó hace poco en una transmisión televisiva que durante 17 años había tenido una relación clandestina con Federico Fellini, casado hasta su muerte con la actriz Giulietta Massina, quien lo sobrevivió apenas cuatro meses.
Esta vez la cita es en Cinecittà, el lugar donde «los sueños se realizan», un espacio (pocos lo recuerdan) creado en 1937 como propaganda cinematográfica del régimen fascista que gobernaba Italia. Inmediatamente después de entrar por el portón de la austera fachada, da la impresión de estar en otra dimensión: atrás queda el caos romano y la “ciudad del cine” acoge a los visitantes con la misma gracia sin tiempo de cuando, entre fines de los años 50 y mitad de los 60, Roma era considerada «Hollywood a orillas del Tíber».
La entrega del Premio fue en un lugar que nos hizo retroceder dos mil años: cuatro hectáreas para el imponente Foro Romano de los tiempos de Julio César, construido como set para la serie Roma de la estadounidense HBO: desde los imponentes edificios marmóreos a los barrios populares y los talleres artesanos, una reconstrucción perfecta gracias a la fibra de vidrio y al polietileno tratado y endurecido, que dan la textura y el color de la época.
Por la mañana, durante la entrega del Premio, el azul del cielo estaba interrumpido solo por algunas nubecitas blancas que se asomaban por aquí y por allá. De un momento a otro, mientras volvíamos, las nubecitas blancas se transformaron en negros nubarrones que rápidamente dieron lugar a estas tempestades eléctricas veraniegas que duran poco, pero que a su paso son capaces de dejar no pocos estragos, como sucedió en un balneario cerca de Roma, donde hubo que evacuar a todos los habitantes. Y eso que la lluvia torrencial no duró más de una hora.
Domingo 5 de julio
Que ya antes de la emergencia, con todos sus bemoles, Italia no era «un país para jóvenes», se sabía. Esta dramática situación fue recientemente confirmada tras el demoledor informe anual del Istat (Instituto de Estadística Nacional, ente gubernamental) sobre la situación socio económica de Italia, un país con una economía en crisis ya antes del estallido de la epidemia.
Las desigualdades territoriales (el norte industrial más rico versus un sur más débil) que ya se habían evidenciado tras la crisis del año 2008 se incrementaron tras la pandemia en desmedro de las jóvenes generaciones que viven en las zonas más desfavorecidas.
Por otra parte, mientras al principio de la pandemia se decía que el virus era «democrático», es decir, que atacaba por igual pobres y ricos, nobles y plebeyos, también esta afirmación se demostró equivocada: si bien el virus atacó con más virulencia el norte del país, el Istat, después de haber confrontado los datos de un año entero, llegó a la conclusión de que fueron los sectores menos instruidos los que pagaron el precio más alto.
Mientras hasta febrero la relación entre tasa de mortalidad y clases sociales entraba en la norma, en marzo aumentó exponencialmente en el norte de Italia, sobre todo entre las personas menos instruidas, por lo tanto con menos ingresos y con una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad, lo que necesariamente las hacen más vulnerables.
El informe reafirma situaciones archiconocidas, pero la mayor parte de las veces subestimadas (más o menos intencionalmente) como el hecho de que cuanto más modesta es la condición social, las habitaciones son más pequeñas. Y todavía más: es muy probable que los trabajadores y las trabajadoras de menores recursos se hayan desempeñado en sectores donde no era posible el teletrabajo, como por ejemplo en agricultura, servicios de limpieza, asistencia a ancianos. Además, no debemos olvidar que un alto porcentaje de industrias lombardas y vénetas estuvieron abiertas durante el confinamiento, hecho que contribuyó al contagio.
Otra afirmación que el Istat pone en tela de juicio es el hecho que la mortalidad haya afectado sobre todo a los ancianos italianos: en marzo se registra un aumento del 28% de los fallecimientos entre las mujeres con poca instrucción con edades entre los 35 y los 64 años. De acá emerge otro dato que afecta a mujeres y jóvenes: son los grupos más afectados en lo que concierne a la ocupación, que en tres meses y a raíz de la pandemia ha descendido de 10 puntos en Italia.
Dentro de este panorama gris una nota positiva: el informe señala que si bien los índices de natalidad se detienen en 1 hijo por pareja, la mayor parte de las italianas y los italianos, a pesar de no ver grandes perspectivas en el futuro, sueñan con tener dos hijos.
Sin embargo, a pesar del drama presente y la incertidumbre de cara al futuro, muchísimas personas repletaron hoy los museos públicos de todo el país, que de nuevo, como cada primer domingo del mes permite el ingreso gratis. Eso sí, previa reserva.