En España, los Colegios de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Alicante, Aragón y Asturias han creado Agricolae Mundi, una Fundación para la Cooperación Internacional a la que se han sumado posteriormente los colegios profesionales de Lugo, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas.

El objetivo es utilizar el conocimiento de los titulados en este ámbito para impulsar experiencias agronómicas, tanto en territorio español como en países en vías de desarrollo, y proyectos que puedan ser fuente de formación, trabajo y alimento para las comunidades donde se ubiquen.

La entidad tiene el carácter de Organización no Gubernamental para el Desarrollo –registrada en la AECID-, y en estos momentos estudia proyectos de desarrollo agrícola en Congo y Colombia, además de los que ya funcionan en España y Mozambique.

“Los ingenieros agrícolas somos profesionales con un amplio conocimiento del sector agroalimentario y uno de nuestros valores está en el asesoramiento de cómo mejorar procesos para que los cultivos sean más eficientes, sostenibles y productivos”, comenta Miguel Agulló Velasco, presidente de Agricolae Mundi y del Colegio de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Alicante (COITAGRA).

Este conocimiento aplicado a comunidades locales o en países en vías de desarrollo, con grandes carencias formativas y económicas, puede ayudar a distintos niveles: mejorando la adaptación de ciertos cultivos, siendo más eficientes en el uso de recursos que son escasos y generando una mayor productividad que permita comercializar el excedente de las cosechas.

( Miguel Agulló Velasco)

En la actualidad, Agricolae Mundi trabaja dando apoyo a dos proyectos nacionales, en Asturias y en Alicante, uno internacional en Mozambique y otro en Ruanda.

En Oviedo se trabaja en la instalación y desarrollo de huertos escolares para su explotación por estudiantes con déficit de atención, denominado “Proyecto Formativo Instituto Leopoldo Alas Clarín”.

En Alicante, se pretende implantar un proyecto en la pedanía oriolana de Barbarroja (Orihuela), en cooperación con la Asociación Payasos del Espíritu Santo; se denomina “Agricultura con Espíritu” y tiene por finalidad convertir una finca con cueva habitable, pozo de agua de riego y terreno para cultivo, en residencia para enfermos mentales con dificultades. Allí se proyecta la instalación de placas fotovoltaicas, huerto para autoconsumo y un cultivo de plantas aromáticas.

También en la localidad alicantina de Villena se plantean replicar el proyecto de Asturias. Además, en la Escuela Politécnica Superior de Orihuela, colaboran con el MUDIC en la puesta en marcha del huerto del Museo.

En cuanto al ámbito internacional, colaboran en un desarrollo agrícola en Mozambique, “Agropecuaria San Francisco”, impulsado por una comunidad de religiosos franciscanos. El proyecto, denominado "Utunbu" (“soy porque somos”), contempla actuaciones de desarrollo sobre 206 hectáreas en la en la aldea de Jécua, en el centro del país.

El objetivo en este proyecto internacional es instalar en el terreno una unidad de producción agropecuaria modelo y una escuela profesional de referencia para toda la región, en base a dos grandes pilares: el desarrollo económico local y la educación de los habitantes de la zona.

Granja San Francisco

Con el asesoramiento de dos ingenieros técnicos agrícolas, en "Agropecuaria San Francisco" han empezado a trabajar en la adecuación de terrenos, la canalización de sistemas de riego, construcciones y equipamientos agroganaderos.

Conforme se vayan cumpliendo hitos, el objetivo es seguir avanzando y, tras la construcción de las infraestructuras, pasar a un trabajo de mejora de las variedades vegetales y de las razas de animales de granja, para reforzar adaptación y productividad. Para completar el ciclo, también se trabajará en desarrollar técnicas de comercialización, con el fin de que la población local pueda ser independiente, subraya el presidente de Agricolae Mundi.

Los dos miembros de la Fundación –uno experto en concentración parcelaria e infraestructuras, y el otro con una gran formación en cultivos- se desplazaron hasta Mozambique al objeto de poner en marcha el convenio de colaboración suscrito con la Comunidad Franciscana “Frades de Santa Clara”, en virtud del cual Agricolae Mundi se ocupará de la dirección técnica de la Granja San Francisco, enmarcada en el "Proyecto Ubuntu" (Se conoce como "Ubuntu" a la filosofía africana cuyo significado refleja “Humanidad hacia otros”).

En un viaje de más de veinticuatro horas los ingenieros Alberto González Mangas (de Asturias) y Joaquín Muñoz Gallego (de Zamora) partieron de Barajas, hicieron escala en Lisboa y llegaron a Doha -Emirato de Catar-, donde embarcaron con destino a Maputo. Allí, un “De Havillan DCH-8” de hélice, de las líneas aéreas de Mozambique, los transportó a Chimoio, en el interior del país donde les aguardaba el pick up Toyota de la Misión franciscana, para su traslado a Jécua, a 70 km., en el límite fronterizo con Zimbabue, la antigua Rhodesia del Sur.

La fecha del desplazamiento -en la estación seca, con temperaturas más benignas- fue elegida de acuerdo con la Misión Franciscana.

Según nos explica el presidente de Agrícolae Mundi, las funciones que realizaron durante quince días de estancia los dos ingenieros fue fundamentalmente el estudio de la realidad de las 206 hectáreas de la Agropecuaria San Francisco, la valoración de los diferentes cultivos y las actividades ganaderas, el análisis conjunto con Fray Jorge Bender, responsable de la Misión, de la situación, problemas y proyectos, con especial incidencia en tres actividades: todo lo inherente al agua -captaciones, almacenamientos, traslados, suministros- como base para el desarrollo de los correspondientes proyectos de riego y solución a lixiviados; análisis de posibilidades para el incremento de energías alternativas cara a futuros proyectos; y reconocimiento físico de la totalidad de la finca (para ello se ha procedido a sectorizar la misma, creando unidades de diez hectáreas).

En cada una de estas unidades se estudió la naturaleza del suelo, con preparación de muestras para su análisis.

Todo lo anterior se completó con el reconocimiento del entorno: aldeas, población, cobertura sanitaria existente, comunicaciones. Contaron para ello con un equipo ya constituido de colegiados especialistas en las diferentes materias: riegos, construcciones, cultivos intensivos, extensivos, tropicales, vacuno, porcino, aviar, frutales -con especial incidencia en café-, energías alternativas, agua, suelos, maquinaria, trámites con administraciones, abonos, fitopatología, etc., que desde España aclararon dudas y facilitaron la información precisa, enlazando por vía telefónica o telemática, durante los días de estancia en la Misión.

El regreso de los técnicos voluntarios de Agrícolae Mundi se produjo tras quince días de trabajo intensivo y un viaje de vuelta de 26 horas, siendo portadores de valiosa información recogida sobre el terreno, imprescindible para seguir trabajando con el “Proyecto Ubuntu”, que aparte de mejorar las condiciones de autoconsumo de la misión y los poblados de su influencia, prevé desarrollar la comercialización de los productos y fomentar la formación de la población mediante la creación de una Escuela de Técnicas Agrarias, cuyos alumnos a su vez expandirán el conocimiento adquirido.

Constituye, en suma, el primer estudio general de la finca, de sus capacidades y limitaciones, para un mejor manejo del “Proyecto Ubuntu” por parte de los expertos de Agrícolae Mundi responsables de su desarrollo, bajo la coordinación del asturiano Carlos Fernández, secretario del Patronato de la Fundación. Se contempla asimismo el envío a Mozambique de colegiados recién egresados, es decir, no expertos, para ir formándose en el mundo de la cooperación internacional, siendo las condiciones exigidas su disponibilidad, estar colegiados y ser miembros de la fundación.

Nuestra Fundación solidaria promueve y desarrolla proyectos agrícolas, con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las comunidades agrícolas. Nuestro compromiso con el desarrollo sostenible, la seguridad alimentaria y la autonomía de los agricultores es muy destacable. Queremos ayudar a transformar vidas y comunidades enteras, impulsando el crecimiento económico y fomentando la resiliencia en el sector agrícola.

(Miguel Agulló)

En esta línea, la Fundación ha firmado un convenio con la Sede UMH de Ruanda para producir verduras frescas con destino al Hospital de Nemba.

Considera Agulló que “el éxito del enfoque de nuestros proyectos es que, pese al gran impacto que pueden generar, en el fondo son muy sencillos. Y esto es así porque queremos impulsar actuaciones posibles y estables que puedan ser mantenidos por la población local, para que cuando terminemos nuestra labor, ésta perdure y funcione sin necesidad de nuestro apoyo constante”. El presidente de la entidad añade que, aunque Agricolae Mundi está impulsada por profesionales colegiados de Ingeniería Agrícola que la nutren en un mayor número, la fundación también está abierta a cualquier persona, empresa o entidad con inquietudes en el mundo de la cooperación, bajo la figura de miembro, socio, patrocinador, técnico cooperante o voluntario.

Proyecto formativo

En cuanto al proyecto del Instituto ovetense “Leopoldo Alas Clarin”, la dirección del centro escolar se puso en contacto con el Colegio de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Asturias porque deseaban iniciar un proyecto educativo enfocado a alumnos con dificultades, con dos objetivos: incitar a un conocimiento básico de la horticultura y que sirviera de acicate para que dichos alumnos mejorasen en su actitud escolar. Una labor que debía realizarse mediante voluntariado.

Los alumnos estaban incluidos en el Programa de mejora de aprendizaje y rendimiento, herramienta pensada para alumnado con dificultades de aprendizaje no imputables a falta de estudio. En síntesis, se trataba de ilusionar dentro de lo posible a dieciséis chavales, chicos y chicas, entre 14 y 16 años, que sufrían pérdida de interés no solo por el estudio sino por objetivos vitales.

Los miembros de Agricolae Mundi que desarrollaron el curso (Carlos Fernández y Lucía Fernández) detectaron desde el primer momento una rotunda desvinculación de la generalidad de los alumnos con la agricultura y el mundo rural, como lo demostraba el desconocimiento de las plantas de huerta más comunes, y de las más básicas artes agrícolas, además de una desgana sorprendente por todo en general, falta de maneras en las clases, y una fuerte desorientación. Ante la pregunta a cada uno de ellos sobre qué profesión o actividad les atraía para el futuro, la respuesta fue unánime: les daba igual, simplemente tenía que cumplir un requisito: que les permitiese ganar mucho dinero. Este fue el punto de salida.

El plan de trabajo consistió en una hora semanal, con actividad en aula y en campo. En el aula, los ingenieros se preocuparon de cuidar la amenidad para luchar contra la inexistencia de interés por parte de los alumnos; mostraron ejemplares de las especies hortícolas básicas para reconocimiento y manejo por los alumnos, así como recogida de los datos más básicos –nombre, origen, zonas de cultivo actual, fechas y modos de siembra o plantación, enemigos principales y su lucha en clave ecológica– y características y utilidades principales, creando cada alumno su cuaderno de campo.

Para llevar a cabo acciones prácticas se creó una huerta en un sector de la zona verde del Instituto. La roturación del terreno se llevó cabo gracias a la colaboración del Servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Oviedo, comenzando a partir de ahí a realizar las labores normales de un horticultor: abonados, siembras, plantaciones, lucha contra plagas, riegos…, actividades mucho más deseadas por los alumnos que las labores de aula.

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Pero la herramienta más útil –explican sus responsables- fue, sin duda, valorar cada acción positiva del alumno, velar por el buen trato y la proximidad. Y transmitiendo mucho ánimo, “así como gran labor didáctica para que discerniesen bienestar personal de dinero, amén de otras ideas relacionadas con la autoestima y la autoayuda”. Conforme iba surgiendo la cosecha, los propios alumnos se fueron encargando de su comercialización mediante venta directa, destinando el dinero obtenido a un fondo para viajes.

El curso cubrió de forma plena sus objetivos: conocimiento de la horticultura, algo que les era ajeno, mejor rendimiento escolar, generación de valores (en una encuesta a final de curso, sin identificación del alumno, la mitad de los mismos antepusieron el bienestar personal al dinero), y una notable sociabilidad, quedando únicamente como pequeña excepción algunos chicos que no habían evolucionado adecuadamente de la situación inicial. Y permitió detectar –según el informe final- que la opción agraria es una perspectiva que se revela interesante para alumnado incluido en los programas de mejora de aprendizaje y rendimiento.