El miércoles 15 de junio se derrumbó el techo de uno de los pasillos cubiertos de la primera universidad de Venezuela: la Central (UCV), y en las redes sociales miles de venezolanos expresaron su profundo dolor ante el principal símbolo de lo bueno que todavía le queda país. No en vano siempre se recuerda la estrofa de su himno que la define como «la casa que vence la sombra». La estructura caída es parte de la ciudad universitaria sede de la UCV, obra del arquitecto Carlos Raúl Villanueva, que fue emblema de nuestro anhelo de modernización en el siglo XX y el cual fue declarado por la UNESCO hace 20 años como Patrimonio de la Humanidad. Al contemplar los destrozos es imposible no pensar en otros mayores que se han llevado a cabo de manera sistemática por parte del régimen chavista, los cuales suman también este mes de junio los dos grandes pilares de nuestra economía y política: la producción petrolera y los partidos políticos.
Nunca olvidaré cómo en los tiempos de la primera arremetida del chavismo contra la democracia en sus tiempos de transición y consolidación en el poder (1999- 2006), muchos analistas afirmaban que no serían tan tontos para «matar a la gallina de los huevos de oro», es decir, a la industria petrolera. Pero fue precisamente en estos años que dieron los primeros pasos para lo que hoy, a partir de la cuarentena por la pandemia del covid-19, es triste realidad: el país supuestamente con mayores reservas petroleras del mundo - como no dejaba de repetir Hugo Chávez – ahora es incapaz de abastecer de gasolina a su población (desde finales de marzo hasta mayo solo tenía combustible para el 25 % de su parque automotor) y ahora han tenido que importarla desde Irán. Pero el punto final ha sido cuando, traicionando la larga prédica del «comandante eterno», han iniciado el primero de junio pasado el cobro de la gasolina en «precios internacionales» (lo cual no es muy cierto porque algunos señalan que es más alto). De esa forma el precio fue subido en un 100.000 % al colocarlo en 0,5 dólares (de paso se usa como referente y cobro la moneda extranjera que juraron destruir) y el subsidiado en un 5.000 %. Se debe recordar que Hugo Chávez dio un golpe de Estado (fracasado) en contra del presidente constitucional Carlos Andrés Pérez porque entre otras razones había subido el precio de la gasolina... ¡un 30 %!
El cobro en dólares de la gasolina y a precios internacionales ha sido un hecho histórico que es parte de la caída de la producción petrolera hasta la casi total desaparición de Venezuela en el mercado internacional energético. Realidad cuya causa no está en las sanciones por parte de los Estados Unidos sino en la decisión de hacer de Petróleos de Venezuela S. A. (PDVSA) una empresa sin meritocracia, en la que se expulsó a la inmensa mayoría de su persona técnico y gerencial (20.000 empleados) que la habían convertido en una de las primeras empresas del mundo. Y dispersar sus objetivos en actividades no petroleras por no hablar de la corrupción sin precedentes en el país, siendo esto último reconocido por el propio chavismo (no olviden que el expresidente de la industria hoy es prófugo de la justicia nacional también). Como profesor de historia ya no podré hablar de mi país como una nación donde el rentismo petrolero es dominante en la economía. Toda una época caracterizada por la tradición minera (desde 1914) ha desaparecido y el chavismo fue su sepulturero.
El otro gran cambio en Venezuela en los últimos días es el abandono por parte de Nicolás Maduro de cualquier posibilidad de llevar a cabo una elección democrática y libre. Hasta hace poco se tenía la esperanza de una negociación dentro de la Asamblea Nacional para conformar un organismo electoral apegado a los procedimientos constitucionales. Pero estas últimas semanas el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) controlado por el chavismo (fue seleccionado violando los procedimientos legales en el 2015 como un medio para impedir el funcionamiento del Parlamento controlado ese año por la oposición); no solo reconoció la Junta Directiva de opositores tránsfugas (acusados de corrupción por sus compañeros de partido debido a las denuncias con pruebas que realizó el periodismo de investigación) que dieron un golpe al Parlamento en enero (golpe porque los militares que custodian el Palacio legislativa no permitieron por la fuerza que la mayor parte de los diputados no chavistas entraran a votar), sino que eligió el 12 de junio un Consejo Nacional Electoral dominado por el poder y esta oposición que el propio Maduro creó. Y para colmo procedió a ilegalizar los dos partidos de oposición con mayor número de diputados al quitarle sus emblemas, tarjeta electoral y colocando en sus directivas a los citados tránsfugos.
Ahora la oposición democrática se debate una vez más entre ir a las elecciones parlamentarias o no ir. Por ahora ha señalado, con total razón, que dichos comicios no cumplen con las condiciones de constitucionalidad; pero muchos analistas y políticos advierten que lo único que le queda es esta herramienta para movilizar a sus seguidores y presionar a la dictadura. De lo contrario puede seguir estimulando la apatía y paralización en la realidad política nacional. Aunque es cierto que en el 2015 lograron una gran victoria electoral que permitió el reconocimiento internacional que hoy tienen, nunca en lo interno pudieron legislar o cumplir alguna competencia que le establecen las leyes. La causa de ello está en que toda la estructura de poder del chavismo (a través del TSJ principalmente que es un apéndice del Ejecutivo) se encargó de impedirlo desde antes que asumieran los diputados al inventarse una figura jurídica inexistente: «el desacato». En pocas palabras, el venezolano vota pero no puede elegir si dicha decisión va en contra del chavismo. ¿Se necesita otra prueba de la condición autoritaria del régimen?
¿Y la cuarentena por el covid-19? El hecho es que la curva de contagios y muertes que hasta finales de mayo tenía un crecimiento muy bajo porque en 3 meses no había llegado ni a los mil y con 10 fallecidos, se aceleró y en tan solo un mes estamos a punto de llegar a los 4.000 casos con 40 muertes. Lo extraño es que Maduro en medio de este cambio tan radical en el número de contagios, decidiera flexibilizar la cuarentena para después el 22 de junio retomar una vez más los controles. Dichos controles ahora son mucho más rigurosos en varios estados en los que entre municipios ya no se puede transitar a menos que se tenga un salvoconducto.
La respuesta de los que tienen el poder sigue siendo la militarización de la pandemia; y ahora sí, pensamos, observando lo que ocurre en el resto de Iberoamérica, que la situación puede ser peor de lo que nos dicen. Ni hablar del deterioro que sigue dándose en las condiciones de vida de las mayorías y situación que no se puede protestar porque la represión en estos meses se ha incrementado, y se han sumado más de 100 nuevos presos políticos. Estos son principalmente militares, políticos, periodistas, médicos y muchos que han realizados críticas por internet, y lo más terrible: familiares de los dos primeros para obligarlos a entregarse. El modus operandi sigue siendo la desaparición por días e incluso semanas, y los abogados que los defienden son casi tratados tan mal como los propios presos. Triste realidad a la que no podemos ser indiferentes, y mucho menos si estamos fuera del alcance de los autoritarios.