Ensayos de normalidad en todo el territorio. Disminuyen los contagios, aunque todavía queda camino por recorrer, para lograr «convivir» de manera medianamente segura con el virus.
Lunes 1 de junio
Vuelta casi total a la Normalidad: tráfico, basura, gaviotas. Enormes y agresivas, peleándose restos de cualquier cosa. Esta mañana al salir de fisioterapia, por un momento me sentí como protagonista de la película Los Pájaros, de Alfred Hitchcock, que seguramente mis lectoras/es más jóvenes no conocen, ya que es de la «prehistoria», es decir de 1963: en una playa estadounidense, sin ninguna razón aparente, bandadas de pájaros empiezan a atacar salvajemente a la población.
Volviendo al presente, resulta que tres enormes gaviotas se disputaban algo, volando casi a ras del suelo. Una pareja que iba adelante se tuvo que agachar y mientras, yo pensaba ¡pobres!, una señora me grita «¡atenta, agáchese!». Lo hago y uno de estos tres pájaros me pasa rozando la cabeza. Alcancé a darle un carterazo que lo hizo desistir. Demás está decir que apenas llegué a la casa, lo primero que hice fue lavarme el pelo.
Otra señal del «renacimiento» de Roma es la apertura del Coliseo, el monumento símbolo por excelencia de esta ciudad y de lo que ella representa en la historia de la humanidad, construido durante el período del emperador Vespasiano, entre los años 69 y 79 de nuestra era. Después de dos meses y medio, el Anfiteatro de los Césares, como se le denominaba, cuyo corazón ha seguido latiendo al compás de la urbe que lo circunda durante sus dos mil años de existencia, incluso en los períodos de abandono, abre sus puerta. Y mientras hoy se veían sólo turistas italianos, se espera que de nuevo lleguen los centenares de extranjeros que a diario lo visitaban.
También abrieron sus puertas los Museos Vaticanos. Una imagen familiar para quién transitaba en las cercanías de la zona era ver, en cualquier estación del año, largas filas esperando entrar: eso ya se terminó por el momento, porque desde ahora, se entrará exclusivamente después de haber comprado la entrada online y no habrá recargo por la reserva. La novedad es la denominada Sala de Constantino, que vuelve a relucir con los colores originales que celebran el triunfo del cristianismo.
Es la ultima de las salas dedicadas a Rafael, aunque no lleva su nombre, porque tras la muerte del pintor fueron sus discípulos los que concluyeron la obra.
Martes 2 de junio
Hace 74 años y con el voto mayoritario de las mujeres, un referéndum establecía el cambio de sistema político en Italia de Monarquía a República. Como tal, es un día de Fiesta Nacional y, a pesar del coronavirus y de los limites que aun persisten en relación con el desconfinamiento, los italianos lo aprovecharon para pasear y sobre todo, para encontrarse de nuevo con la cultura in situ que había quedado obligatoriamente relegada a «tiempos mejores».
Hoy tendría que haberse clausurado la exposición Rafael: 1520 – 1483, en la galería de las Caballerizas del Quirinal, pero el coronavirus obligó a cambiar el programa, ya que tuvo que cerrar a poco menos de una semana de su inauguración. Hoy, sus puertas se abrieron nuevamente y hasta el 31 de agosto se podrá apreciar el centenar de obras provenientes de todo el mundo: cuadros, dibujos, tapices y proyectos de arquitectura, y también trabajos relacionados con la obra de Rafael, como esculturas renacentistas, manufacturas antiguas, códigos y documentos, que celebran a este gran artista, que murió en Roma el 6 de abril de 1520.
Siguiendo en el mundo del arte, otra excelente noticia: hoy abrió también sus puertas en Venecia el Palacio Venier dei Leoni, uno de los museos más importantes de arte europeo y estadounidense del siglo XX en Italia. Aquí se encuentra la Colección Peggy Guggenheim, en la misa casa donde ella vivió, uno de los majestuosos palacios que se asoman al Canal Grande.
Miércoles 3 de junio
Italia entra de lleno a la Fase 3, con paso firme, pero al mismo tiempo cauteloso: desde hoy se podrá recorrer más o menos tranquilamente el territorio. Hay algunas regiones, como Cerdeña, que pedirán «autocertificaciones», es decir certificados de salud en los que la persona declara estar sana, mientras para veranear en Sicilia hay que descargar una aplicación con informaciones sobre dónde acudir en caso de sentirse mal.
Estoy viendo una serie de Netflix, Hollywood, ambientada a mitad de los años 40 y a pesar de los casi 80 años transcurridos, algunos de los problemas raciales que enfrentan sus protagonistas parecen calcados de las declaraciones que escuchamos estos días del presidente Donald Trump, mientras las terribles imágenes que llegan desde Estados Unidos demuestran una vez más que el problema del racismo, en este momento intensificado a causa de la pandemia, se anida entre los pliegues de esta sociedad, emergiendo cada cierto tiempo con fuerza.
La gran interrogante es cuándo y sobre todo cómo va a terminar esta verdadera revuelta, que va más allá de un estallido social. Y si va a influir o no en las elecciones presidenciales del próximo 4 de noviembre.
Jueves 4 de junio
Es la única vez desde el lejano 1975, cuando llegué a esta ciudad, que veo una Fontana de Trevi sin turistas: hace tres meses que no iba al centro de Roma y lo primero que me llama la atención es la ausencia de turistas, sobre todo en esta zona. Dos patrullas de la policía con sendos agentes cada una, estacionan en los alrededores. A mi juicio, la presencia de cuatro policías en este momento es algo excesiva, por no decir francamente innecesaria. Probablemente las órdenes de servicio no se han actualizado y ahí están los pobres, muy aburridos, al parecer. Asimismo, muchos negocios de la zona, tanto de artículos turísticos y pequeños recuerdos, como los de comida rápida, están cerrados.
Llego a la Sede de la Asociación de Prensa Extranjera, donde, después de mucho debatir, decidimos realizar en forma presencial la Asamblea bianual, que debería haberse hecho en febrero. Antes de entrar, con guantes y mascarilla por obligación, hay que desinfectar los zapatos, frotando la suela en una alfombrita especial; al entrar también hay que desinfectarse las manos enguantadas y luego, a través de una mampara de acrílico, el recepcionista controla la temperatura. Si tienes menos de 37 grados y medio, puedes subir a la Sala de Conferencias, donde se realiza la reunión, sentándonos asiento por medio, para mantener la distancia social.
Al regresar a mi casa, después de la Asamblea, tampoco se ve mucha gente por las calles y no todos andan con mascarilla. Casi ninguno usa guantes, obligatorios sí, como ya les he contado en lugares cerrados como oficinas, bancos, negocios, lo mismo que las mascarillas. Paso delante de una multisala cinematográfica, una de las pocas que quedan en Roma, en la central Plaza Barberini. Está cerrada, pero no por mucho tiempo, ya que si las condiciones sanitarias lo permiten, es decir con un virus paulatinamente decreciente, podremos volver al cine a mediados de junio.
Viernes 5 de junio
A propósito de cine, me quedó dando vueltas el tema, porque si bien volveremos, con las debidas precauciones a las salas cinematográficas, es interesante saber qué pasa con la industria del cine, esta «fábrica maravillosa de sueños», como la llamó Federico Fellini. Un artículo publicado en Il Venerdì, revista semanal del diario La Repubblica, me da motivo para comentar la situación de uno de los productos que, junto a la pizza, la pasta y el queso parmesano han contribuido a difundir la cultura italiana en el mundo: la industria del cine.
Aunque nunca hubo prohibición gubernamental de detener las filmaciones durante el periodo de emergencia, las compañías de producción en conjunto interrumpieron las filmaciones y ahora aún tímidamente algunas están empezando de nuevo esta semana. La interrogante es: ¿qué tipo de películas veremos en el futuro próximo?
A juicio de Carlo degli Esposti, fundador de Palomar, una de las productoras más importantes de Italia de cine y televisión, series que han tenido gran éxito internacional como El Comisario Montalbano, «muchos guiones tendrán que escribirse de nuevo, porque no es lo mismo desinfectar una habitación que un barrio, por ejemplo». Por no hablar de las escenas románticas y/o eróticas. Además, añade Degli Esposti, «un gran desafío es convencer al público de ir de nuevo a las salas de cine», afirmación con la que necesariamente hay que coincidir, porque una cosa es ver las películas en el televisor de la casa, en un tablet , en computadora, o en teléfono celular y otra es verla en la pantalla grande. La semana pasada, el sindicato de trabajadores del cine, las denominadas maestranzas (que no incluyen a los actores) redactaron un «protocolo» de comportamiento para la reapertura que mandaron al Comité Científico gubernamental, que deberá dar el visto bueno.
Otro video desde Estados Unidos. Otro afroamericano detenido, Manuel Ellis, de 33 años. Otro asesinato por asfixia, esta vez el 3 de marzo en Tacoma, en el estado de Washington. Según el diario The New York Times, que publica la información, el video fue registrado por una mujer que pasaba en auto y que al ver la escena de este hombre que yacía a tierra esposado gritó «por Dios, dejen de golpearlo». También en el video se escuchan las últimas palabras de Ellis: las mismas que repetiría un par de meses más tarde por George Floyd: «no puedo respirar». Hace pocos días el resultado de la autopsia: Manuel Ellis fue asesinado por la policía mediante asfixia.
Sábado 6 de junio
Otro de los sectores muy afectados por la pandemia es el turismo, y, en consecuencia, un gran número de trabajadores, entre ellos los guías turísticos, que ayer se manifestaron en la céntrica Piazza del Popolo, pidiendo al Gobierno garantías:
Para quienes trabajan en lugares institucionales, como el Coliseo, el Foro Romano o los Museos, si bien han estado sin trabajar durante el confinamiento, el problema es menor. En cambio, la situación es muy difícil para quienes trabajamos en forma privada,
me comenta Ximena, guía especializada en Roma Antigua.
Si bien Ximena recibió dos bonos económicos de 600 y 800 euros entregados, como a muchos trabajadores, por el Gobierno italiano, hay incertidumbre por el futuro, razón por la que exteriorizaron su preocupación vistiendo los colores de la bandera italiana: blanco quienes venían del norte, verde quienes provenían del centro y rojo para el sur. Una estupenda imagen que, desgraciadamente, no tuvo la resonancia que hubiese merecido.
Las malas costumbres no cambian ni siquiera cuando el mudo cambia. Y que ha cambiado con el coronavirus, es innegable. A pesar de todos los esfuerzos que están realizando los alcaldes de este lugar maravilloso de Italia que es la Costiera Amalfitana, la avidez del primer ciudadano de Praiano, Giovannide Martino, ofuscó parte de este trabajo al ser arrestado por corrupción, tras haber recibido 250 euros (sí, leyó bien: doscientos cincuenta euros) para que pasara por alto las irregularidades de un edificio.
En realidad un pecado «venial» si se considera el Delito (la mayúscula no es equivocación) de Sara Veneziani, la responsable de la farmacia del hospital de Varese, ciudad ubicada en Lombardía, en el corazón de la pandemia: en plena emergencia y con el sistema de salud de la zona totalmente colapsado, esta mujer robaba y revendía el instrumental necesario (imprescindible en esos momentos) para las terapias intensivas.
El «comprador» era su amante, el empresario Andrea Arnaboldi, gerente de una empresa especializada en productos sociosanitarios, que a su vez revendía estos productos a los mismos hospitales públicos. Siendo personalmente contraria a la pena de muerte, no se la deseo a nadie, pero en este caso quizás... ¿encerrarlos en un manicomio criminal y perder la llave?
El Papa lo dijo y cumplió: transparencia a todo nivel. En las últimas horas de ayer, un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede anunciaba la detención «en locales específicos de Gendarmería de la Ciudad del Vaticano», del intermediario Gianluigi Torzi, «por los hechos que dicen relación con la compraventa del inmueble londinense ubicado en Sloane Avenue, que ha involucrado a una red de sociedades en la que participaban algunos funcionarios de la Secretaría de Estado».
El edificio en cuestión fue pagado tres veces sobre el valor de mercado, con el agravante que este dinero pertenecía al Óbolo de San Pedro, por lo tanto, era recolectado para los pobres. Las acusaciones contra Torzi son duras: extorsión, especulación, estafa agravada, delitos que según las normas jurídicas de la Santa Sede prevén hasta 12 años de cárcel.
Hablando de inmuebles y edificios, una estupenda noticia: por fin llegó la orden de desalojo de la sede del grupo ultraderechista CasaPound que desde hace 17 años ocupaba abusivamente un edificio en un barrio multiétnico (ironías del destino) cerca de la estación Termini, la principal de Roma. El grupo que se autodenomina «Fascistas del Tercer Milenio» está acusado, entre otros delitos, de instigación a la violencia y al odio racial, además de evasión fiscal por no haber pagado nunca la luz ni el agua, menos aún el arriendo. Sin duda una victoria no solamente para la ciudad, sino también para la democracia.
Domingo 7 de junio
«Los seres humanos son cariñosos y afables. Es la ignorancia la que sofoca estas cualidades». La frase es del profesor Robert Thurman , uno de los expertos occidentales más importantes en lo que a budismo se refiere. De hecho, cuando tenía apenas 23 años, una crisis mística lo llevó hasta el Tibet donde incluso fue el primer occidental que se convirtió en monje. Pero la vocación al monacato no tiene que haber sido demasiado intensa, ya que al poco tiempo volvió a Estados Unidos, se casó y tuvo hijos e hijas, una de ellas es la actriz Uma Thurman, protagonista, entre otras películas de Pulp Fiction, de Quentin Tarantino.
Recuerdo la cita del profesor Thurman a propósito de la ignorancia después de haber visto una entrevista a Giulia Oriani, una joven enfermera de Turín, contagiada por el Covid-19, quien desde Facebook cuenta las vicisitudes que pasó durante 79 días. Su testimonio está dedicado a
ustedes, malditos complotistas ignorantes, que sostienen que el virus no existe, que fue creado para que Bill Gates gane más dinero, que se les está mintiendo, que la situación no es tan grave, que no quieren usar mascarilla porque se asfixiarán y morirán, que están pegados uno al lado del otro en las plazas y bares porque según ustedes el virus mata solo a los viejos, a los enfermos graves, a los inválidos.
A ustedes, concluye la carta, «que piensan que nunca les va a pasar nada, les dedico la foto del montón de medicinas que tuve que tomar durante dos meses, y que tendré que seguir tomando, quizás por mucho tiempo«. Y los «malditos ignorantes» a quienes dedicaba la carta, como desgraciadamente se podía esperar, la sumergieron de insultos.
Desde el balcón de su estudio privado en el Palacio Apostólico, el papa se dirigió a las personas (no demasiadas) que se encontraban en la Plaza de San Pedro. Francisco se salió varias veces del texto original para recordar en más de una ocasión que si bien la fase aguda de la pandemia en Italia había terminado, aún no se podía «cantar victoria» y que había que seguir escrupulosamente las normas impuestas por las autoridades.
También hizo referencia a muchos países donde el virus está haciendo estragos. Sin especificar, el papa se refirió a una noticia del viernes pasado según la cual en un determinado país «hubo un muerto por minuto». La alusión es a Brasil, cuyo presidente, el «negacionista» Jair Bolsonaro ha sostenido en más de una ocasión que el coronavirus era «una simple gripecita» amenazando (siguiendo las hormas de Trump) su intención de abandonar la Organización Mundial de la Salud.
No puedo evitar las lágrimas (aunque, ¿por qué tendría que evitarlas?) viendo a miles de jóvenes (también menos jóvenes, pero pocos) de rodillas con el puño alzado durante 8 minutos y 46 segundos, el tiempo durante el cual un policía estadounidense asesinaba a George Floyd asfixiándolo: la protesta pacífica contra este homicidio atravesó el Atlántico y desde las calles estadounidenses desembarcó en Europa e inundó las principales arterias de numerosas ciudades.
Fueron manifestaciones tranquilas, sin odio, ni saqueos, ni vandalismos, respetando las medidas de seguridad necesarias contra el coronavirus, a años luz de la vulgaridad y los graznidos negacionistas que vimos hace un par de días en Roma en este mismo lugar, la central Piazza del Popolo.
También Bansky, el artista británico de quien no se conoce el rostro, participó en las protestas y en un mensaje en Instagram escribe: «El problema es de los blancos». Además, hace dos días cambió la imagen de su perfil con una instalación que representa el retrato enmarcado de un hombre (en negro), junto a lagunas flores frescas y secas y una vela que al quemarse incendia la bandera de Estados Unidos que está atrás del cuadro.
Mientras la pandemia hace estragos en el continente americano, Europa, con mucha prudencia, empieza a respirar aires de libertad. ¡Ojalá duren y no se contaminen con los irresponsables que se creen inmortales!