Parece que el Sol es una estrella más violenta de lo que se pensaba. Así lo revelan los datos científicos que ha recogido la sonda Parker, una nave espacial que ha entrado en la atmósfera solar por primera vez en la historia. Y que puede contárnoslo.
El objetivo de la NASA es entender la diferencia abismal que existe entre la temperatura que alcanzan las capas más superficiales de la atmósfera solar -que pueden llegar a un millón de grados- mientras las más internas «sólo» se permiten unos 5.000 grados. La resolución de este enigma podría esclarecer el comportamiento de lo que se define como «viento o tormenta solar», un fenómeno que amenaza a los astronautas y las comunicaciones por satélite, con todas las complicaciones tecnológicas que estas últimas suponen.
Los resultados de la misión se han publicado en la revista científica Nature y en ellos se demuestra que el flujo de partículas es mucho más rápido de lo que se había observado. Según declara Justin Kasper, físico de la Universidad de Michigan y coautor de varios de los estudios publicados, «hemos visto que el viento solar avanza formando enormes olas que, en cuestión de minutos, duplican su velocidad llegando hasta los 150 kilómetros por segundo.Es algo nunca visto hasta ahora».
El mismo científico añade que «las ráfagas de viento solar vienen en grupos y parecen tener una estructura coherente». Según su equipo, estos patrones pueden deberse a que el Sol genera un campo magnético que marca el camino que siguen las partículas y las acelera. Esta especie de autopista tiene forma de ese, de forma que los electrones y protones cargados no viajan en línea recta, sino haciendo eses en su cada vez más rápido camino hacia la Tierra.
«Al igual que la atmósfera terrestre, el plasma de partículas cargadas de la corona solar gira en el mismo sentido que la estrella. En teoría, la velocidad de rotación debería ir disminuyendo a medida que el plasma se aleja de la superficie, pero los datos de la Parker muestran que, en las capas más superficiales de la corona, el plasma va unas 20 veces más rápido de lo que debería según las predicciones», explica Kasper. Por el momento no hay muchas respuestas sobre los fenómenos observados, reconoce el físico, pero sí la esperanza de que en los próximos años se consigan entender.
Por su parte, Javier Rodríguez-Pacheco, científico destacado de la misión Solar Orbiter (SolO) de la Agencia Espacial Europea y miembro del equipo de coordinación con la misión de la NASA, afirma que «estamos hablando de una zona del sistema solar que nunca se había explorado así que, solo por eso, estos estudios suponen un hito. Además, es demasiado pronto para saber si lo observado por la sonda Parker es la norma o un fenómeno puntual, algo que se confirmará primero durante las próximas órbitas solares y después con las observaciones de la misión Solar Orbiter».
Igualmente, no hay que olvidar que «la sonda europea será la primera en observar los polos del astro, invisibles desde la Tierra y que son claves para entender los ciclos solares de actividad magnética, que duran unos 11 años. Con los datos que recojan estas dos naves se podrá tal vez empezar a explicar el misterio de nuestra estrella y el de millones de astros como ella», concluye Nuño Domínguez, especialista en el tema.