Las situaciones extremas sacan lo mejor y lo peor del ser humano. Todos tenemos ambos lados, no nos engañemos, pero es el que elegimos sacar a relucir cuando la situación aprieta y sentimos exigencia, necesidad o presión, circunstancias que sacan a relucir el carácter. Pues la presente crisis del coronavirus ha mostrado los dos lados de esa moneda que somos los seres humanos bajo presión.
Por un lado, tenemos lo peor que se puede hacer en una situación de emergencia como esta y con tanta gente afectada; sacarle partido para intereses propios. Hemos visto a los partidos de derechas protestar por todo, cuando tengo la sospecha que su gestión de la crisis hubiera sido tan mala como la de Trump. Ignorando deliberadamente que los recortes en Sanidad del PP han supuesto un duro golpe a la hora de afrontar esta crisis, los partidos de derechas y sus múltiples medios afines han falsificado información, se han inventado noticias para su conveniencia, y están suponiendo un lastre a la, por otro lado, pésima gestión de la crisis por parte del Gobierno.
Otro aspecto deplorable del ser humano que ha salido a la luz estas semanas es la avaricia. Se ha visto con el aumento del precio de las mascarillas, de manera interesada e inexplicable, ante la necesidad de la población, que supone un crecimiento de la demanda. Hacer eso en situaciones normales puede ser moralmente cuestionable, pero entra dentro de la ley de la oferta y la demanda, pero hacerlo ahora, con más de 20.000 muertos, estado de alarma y el país con semanas de cuarentena a sus espaldas, es simplemente rastrero. Y no por parte de las farmacias, que ya sufren un sobrecoste al adquirirlas y en muchos casos no tienen beneficio al venderlas.
Las semanas de confinamiento han sacado, a pesar de todo, lo mejor de una población que se las está ingeniando de muchas maneras para lograr superar la cuarentena. Las propuestas de todo tipo que se pueden seguir a través de las redes, o ver en directos de Facebook e Instagram, o seguir en Zoom o Skype, abarcan todo lo que uno pueda desear. Y lo hacen de manera gratuita o a precios muy reducidos. Es enriquecedor y fascinante observar todas las iniciativas que han tenido lugar en pocas semanas. Sin duda, esas propuestas muestran el lado positivo del ser humano, la preocupación por la gente y su bienestar y una creatividad e inteligencia que posiblemente nunca saldrían a la luz si no nos encontráramos contra las cuerdas.
El análisis de las reacciones de la sociedad a estas situaciones es obligatorio y debería hacerse una vez haya acabado el confinamiento, pero lo cierto es que no se debería olvidar quién ha colaborado a pasar este mal trago y cómo, así como tampoco olvidar quién quiere engañarnos y sacar beneficio propio. Lo malo, y lo que más temo, es que seguramente se olvidará en mucho menos tiempo del que acabaremos estando confinados.