En nuestro anterior artículo describimos los temores por el inicio de la cuarentena (pandemia mundial del Covid-19) en Venezuela. Temores que van más allá de sus consecuencias naturales y que están fundados en las características nacionales de las últimas dos décadas: 1) la incapacidad del sistema de salud para atender la situación, situación que cualquiera puede verificar con las cifras que ofreció la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en sus últimos informes tanto de hace un año como en recientes semanas; y 2) al ser la economía con mayor caída de su PIB desde hace 7 años (70% según la CEPAL), la paralización de su ya débil producción y en especial la economía informal, las consecuencias humanitarias serían terribles. A pesar de ello aplaudimos que la declaración de cuarentena se hiciera relativamente con tiempo, aprendiendo de los casos que se agravaron por no actuar de forma rápida (China, Irán, Italia, España, etc. ¡y hace pocas semanas en Estados Unidos!), e incluso llegamos a pensar que podría servir de un cambio en la percepción que se tiene del Gobierno. A continuación comentaremos cómo se ha vivido este mes en Venezuela, con los pocos datos que nos ofrecen la opacidad y censura del régimen chavista y desde mi perspectiva caraqueña.
Las dudas ante la cifras oficiales
No sabemos las cifras reales de contagio y muertes. No confiamos en las oficiales porque la lógica de toda dictadura - el mejor ejemplo en esta pandemia fue China y su ocultamiento inicial del problema – es no decir la verdad porque la verdad siempre es la primera víctima de todo autoritarismo. Rogamos a Dios que las mismas se acerquen a las que ellos señalen (256 confirmadas y 9 muertos para el domingo 19 de abril) pero lo dudamos, no solo por lo ya advertido sino muy especialmente por las contradicciones entre las declaraciones de las mismas autoridades del oficialismo y la forma en que se lleva la cuarentena. Y no se puede llevar de otra forma ante el abandono del sistema de salud que tiene más de diez años en Venezuela. Las imágenes que se logran obtener de los hospitales y algunos testimonios de médicos y periodistas muestran las grandes dificultades en mantener las medidas que se exigen internacionalmente, por no hablar del gran irrespeto del distanciamiento social por la población en general (revisar en internet: mercados de Catia o Petare o los similares en el resto de importantes ciudades y las colas para abastecerse de gasolina). Porque ya lo dijimos en nuestra anterior entrega: la cuarentena representa el hambre para la inmensa mayoría de los venezolanos, debido a la destrucción de nuestro sistema económico por la aplicación del proyecto socialista-chavista la cual ha llevado al dominio de la economía informal (del «resuelve» diario).
La cuarentena como pretexto para ganar tiempo
Poco a poco se va percibiendo cómo esta situación está siendo usada por el régimen para ocultar la grave crisis en la que nos ha metido a los venezolanos y para seguir «ganando tiempo». La cuarentena es un «pretexto» para tratar de «llevar» la escasez de gasolina que ahora se padece a nivel nacional al incorporar a la capital, y hablamos de «llevar» al referirnos a que las autoridades advierten que la prioridad al abastecerse combustible son los que se dedican a los servicios esenciales. Es extremadamente preocupante que esto afecte a la distribución de alimentos entre otros servicios. No me imagino, y que me disculpen los conciudadanos del interior del país que tienen meses haciendo largas colas que pueden durar hasta más de 24 horas para llenar el tanque de sus vehículos, una vuelta a la cotidianidad con este gravísimo problema. Al final no sabemos si la prolongación de la misma se hace por salud y/o porque la sociedad sería incapaz de funcionar así. Nos referimos especialmente al hecho que ya decidieron no volver a clases hasta septiembre y Nicolás Maduro dice cosas como: «no estoy dispuesto a realizar elecciones de ningún tipo este año, sería una irresponsabilidad» (sábado 18 de abril), decisión que no le compete a él sino al organismo electoral con lo que demuestra una vez más la ausencia de autonomía de los poderes. Ellos saben que ya «llegamos al llegadero» y por ello hay que «estirar la arruga».
Hiperinflación y crisis
La hiperinflación y la devaluación de la moneda se han incrementado (el dólar subió en más de un 70%). Con horror percibo cómo algunos alimentos (por solo dar un ejemplo: los huevos) han subido de precio en un 100 por ciento como mínimo en tan solo un mes, y no ha habido ningún aumento de salario, ni bono especial alguno, y muchos de los que reciben la bolsa de comida conocida como CLAP se quejan que la misma no está llegando. ¡¿Qué están comiendo los venezolanos si la inmensa mayoría medio come con el «resuelve», con las pequeñas ventas y trabajos que realizan en la calle (que ya no tienen por la cuarentena) día a día?! Y si a ello sumamos que el porcentaje que vive de las remesas podría tenerla ya en peligro debido a la recesión mundial, recesión que tiende siempre a golpear a los más vulnerables que entre ellos están los inmigrantes. La caída de los precios del petróleo (14 dólares aproximadamente el barril) para una economía que depende en un 96% de la misma nos asusta mucho. Y los que tienen el poder, ni con este panorama toman decisiones que permitan la recuperación de la economía.
Estado de excepción
El mundo democrático se ha visto preocupado ante la reaparición de acciones autoritarias, apoyadas por las mayorías o por lo menos aceptadas en silencio, como mecanismo para combatir la pandemia. Se ha tendido a privilegiar el control estatal represivo y no la responsabilidad libre de las personas. En el caso venezolano ha sido el pretexto perfecto para seguir con la política de creciente represión. De esa forma el régimen se ha dedicado a seguir encarcelando a los políticos de oposición (23 más en este mes según la ONG: Foro Penal) pero también a médicos y periodistas (más de 11 según el Colegio Nacional de Periodistas) que denuncien las carencias en general y las políticas oficiales ante la cuarentena. Además de realizar «cuarentenas forzosas» y castigos al estilo de recluta militar a los que violen las restricciones de circulación; y poner el manejo de la pandemia en manos de militares más que en el personal competente que es el de salud. No se olvide que una detención por razones políticas en Venezuela tiende a caracterizarse no solo por la violencia de la misma sino por un secuestro con desaparición por un tiempo, más el robo de bienes (computadoras, etc.) en las viviendas de las víctimas, y el inicio de un juicio…
Todo este panorama es de gran preocupación. Si en relación a la economía mundial algunos expertos hablan de una fuerte recesión ¡¿qué se puede esperar en un país que tiene 7 años en recesión y que posee una fuerte dependencia del petróleo?! Una vez más hacemos el llamado a la solidaridad y a la sensatez.
Solidaridad por parte de los países con mejores condiciones y de las personas que tienen capacidad para ayudar a los más pobres; y sensatez por parte de los que mandan (el chavismo) para que cambien su actitud y asuman las reformas (económicas y democráticas) que tanto se necesita y a las cuales se resisten de manera suicida.