¿Cuáles son las implicaciones psicosociales de la cuarentena? Se trata de un problema que al parecer no ha sido considerado o que al menos no ha sido anticipado de manera oportuna. Investigaciones realizadas hasta el momento, considerando otras epidemias, han dado como resultados un alto índice de depresión y síntomas postraumáticos, visibilizando también casos de psicosis y disturbios cognitivos en general, incluyendo también disturbios alimentarios. La falta de contactos sociales causada por una cuarentena prolongada favorece el agravarse progresivo de deficiencias ya existentes a nivel cognitivo, emocional, de funcionamiento social y de personalidad, que incrementan los riegos de suicido y psicosis, aumentando también una propensión a estos síntomas en personas aún no catalogadas con estas etiquetas.
La pregunta que sigue es ¿qué se hace, debe o se puede hacer en estos casos? La sorpresa es que en realidad estos problemas han sido largamente ignorados, sobrecargando familias ya expuestas a patologías bien conocidas. Por su parte, psicólogos, terapeutas y psiquiatras intentan organizarse, ofreciendo asistencia apoyándose en el uso de las redes sociales y con pocos recursos disponibles. A esto, hay que agregar la falta de apoyo social a las personas que han perdido un familiar y que estando en cuarentena no tienen acceso directo a su red de apoyo social y que en la práctica se encuentran aisladas con su dolor y pérdida. Los efectos psicosociales de la cuarentena representarán una de las tantas dificultades que tendremos que afrontan una vez que la epidemia sea superada y se vuelva lentamente a la «normalidad».
Otro frente interesante en relación a las implicaciones de la cuarentena de masa son los hijos que por el momento no frecuentan la escuela y que no pueden salir de casa. Sobre todo, en el caso de los adolescentes. Los adultos, a menudo, no saben cómo afrontar la situación y esto crea tensiones, agravando conflictos latentes o ya evidentes. Los adolescentes buscan un espacio, tienen necesidad de sentirse independientes y de poder continuar con sus hábitos, al mismo tiempo que las actividades educativas se redefinen y exigen disciplina personal y autocontrol. No podemos dejar de admitir que una de las áreas donde las dificultades relacionales a nivel familiar se despliegan con mayor fuerza son las anteriormente nombradas y que muchos padres han perdido la capacidad de manejar estas situaciones, evitando violencia y conflictos. La pregunta que surge es: ¿qué se puede hacer en estos casos y cuáles son los instrumentos y recursos a disposición? Las consecuencias de un periodo de cuarentena de 3-5 o más semanas, serán enormes, si las vemos desde esta perspectiva. Si agregamos además los riesgos económicos que sufren las familias como el resultado de horas de trabajo perdidas, el cuadro general se hace aún más alarmante.
En este momento alrededor de un 30% de la población mundial se encuentra en cuarentena forzada o voluntaria y las implicaciones socioeconómicas serán enormes. El peligro de perder el trabajo o no poder procurarse alimentos acentuará los niveles de estrés en las familias.
Familias expuestas a una gran presión psicológica que tendrá una secuela enorme a nivel de psicopatología, desplazando el eje de la epidemia de una crisis infectiva a una de naturaleza psicosocial, caracterizada por depresión, síntomas de estrés generalizados, síntomas psicosomáticos, disfunciones cognitivas, violencia familiar o de género, disturbios alimenticos y de comportamiento, consumo descontrolado de drogas, alcohol, psicofármacos y suicidios. En pocas palabras, estamos viviendo un experimento social de dimensiones jamás vistas, donde el eslabón más débil de la cadena es la red social y, en especial, la familia.