Hace algún tiempo leí un interesante libro revestido de cierta dosis cientifista, que a pesar de mi desapego y desconocimiento por la materia me atrajo de tal forma que extraje de él unas anotaciones, que con gusto comparto con ustedes. El libro en cuestión se titula La ley de la Resonancia, de Pierre Franckh, que nos explica que a través de la Ley de la Resonancia entendemos que todo en el universo se comunica entre sí por medio de vibraciones. Todas las cosas y todos los seres vivos en el mundo conocido tienen una vibración propia. Lo mismo sucede con todos los órganos y células de nuestro cuerpo. Esta atracción puede ser positiva o negativa. De esta forma vemos que algunas características humanas se atraen y otras se repelen. Por ello, es tan importante saber cuál es nuestro nivel de oscilación y qué campo de resonancia creamos de manera consciente o inconsciente.
La ciencia define al corazón como una bomba que ayuda a la sangre a circular por nuestro cuerpo. Pero dicha definición se queda corta después de que el Heart Math Institute, fundado en 1991, investigara la interacción entre el corazón y el cerebro, y llegara a la conclusión de que el corazón está rodeado de un campo de energía poderoso, un campo mucho mayor que el campo de energía del cerebro, 60 veces más potente su campo eléctrico y unas 5.000 veces mayor el magnético, sobrepasando con mucho las dimensiones de nuestro propio cuerpo, podemos sospechar que algo de verdad hay en ello.
También el Heart Math Institute demostró lo siguiente:
- Los campos eléctricos y magnéticos que emanan del corazón se comunican con los órganos de nuestro cuerpo.
- El cerebro no actúa de manera autónoma, sino que recibe las señales pertinentes del corazón.
- Nuestro corazón funciona como una especie de mediador, que transforma todas nuestras convicciones y sentimientos en vibraciones eléctricas y magnéticas, y en ondas.
- Nuestras convicciones interactúan con el mundo físico a través de las ondas eléctricas y magnéticas que nuestro corazón emite.
Si es posible influir en nuestras células por medio de la fuerza del pensamiento, podemos deducir que poseemos un potencial que desconocemos por completo, y en el supuesto que lo intuyamos, nuestra ignorancia para manejarlo es manifiesta. Goethe, lejos de las investigaciones del mencionado Instituto, dijo:
Nuestros deseos son los precursores de las aptitudes que se hallan dentro de nosotros.
Por medio del corazón podemos cambiar el mundo. Los poetas y soñadores siempre lo hemos creído. De esta forma, desde que el mundo existe, el corazón representa el símbolo más fuerte del amor y el centro de nuestros sentimientos. Y lo más importante, podemos cambiarnos a nosotros mismos. Cuanto más tiempo e intensidad pongamos en nuestro deseo, más intensa y persistente será la energía que emitamos hacia fuera y que enviemos a nuestro subconsciente. Para conseguirlo podemos crearnos un ideal totalmente personal, una especie de collage de nuestros deseos.
La lógica nos dicta el camino. Si nos ocupamos de la carencia, creamos el campo de resonancia de la carencia. Si nos ocupamos de la abundancia, entonces creamos un campo de resonancia de la abundancia. De una experiencia puramente mental se derivará una experiencia corpórea.
Las conclusiones que podemos sacar de este pequeño y, al mismo tiempo, gran libro, son infinitas.