A principios del siglo XX, la guerra en el suelo mexicano se libró entre dos imperios, el norteamericano y el británico con sus respectivas multinacionales. Su objetivo era el petróleo, producto que medía la capacidad productiva y militar de los países.
La Revolución mexicana se cuenta entre una de las más brutales y famosas de la historia, tan conocida como la francesa, rusa, cubana, china, americana y la de los claveles de Portugal. Tiene también el mérito de ser la primera revolución agraria de carácter nacional que se realizó en el mundo. Los líderes militares de esta rebelión eran campesinos y su programa político se basaba en tierra y libertad. Emiliano Zapata representaba a los campesinos agrícolas de sur y Pancho Villa a los ganaderos pobres del norte.
Oficialmente la revolución comenzó el 20 de noviembre de 1910 y duró más de diez años, pero en realidad se gestó mucho antes con agitaciones y protestas en contra del dictador Porfirio Díaz Mori (1830-1915) que ejerció el poder por 35 años y siete períodos presidenciales consecutivos, época conocida como el porfiriato y que va desde 1876 hasta 1911, fecha en que renunció y se fue del país cargado de dinero a Francia donde murió plácidamente cuatro años después.
Peritos de la dictadura
Durante su dictadura, Díaz se rodeó de un grupo de especialistas, llamados los científicos, los cuales implementaron nuevas fórmulas en la economía, que sumadas al control absoluto de la sociedad, resultaba difícil no tener éxito. El país experimentó un considerable crecimiento económico con la llegada de capitales ingleses, franceses y alemanes, ansiosos de entrar a México por las riquezas naturales y mano de obra al límite de la esclavitud. Los estadounidenses habían visto lo mismo, con la diferencia de que estaba al lado y su influencia era directa; además no se acostumbraban a que México cayera en otras manos que no fueran las suyas. Durante este período se realizaron grandes obras de infraestructuras, pasaron de 800 a 20.000 km. de vías férreas y otro tanto de líneas telegráficas. Las exportaciones saltaron de 27,5 millones a 146 millones de dólares, principalmente minerales y petróleo.
Los científicos realizaron también una política de aranceles que benefició la sustitución de algunas importaciones, creando una casta empresarial nacional cercana a Díaz. Todos estos logros se alcanzaron a través de altos costos sociales y económicos que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad y la oposición política al régimen. La Ley de Deslinde y Colonización no era otra cosa que la usurpación de tierras a campesinos e indígenas para consignarlas a la oligarquía y a extranjeros sin pagar indemnización alguna. La concentración en pocas manos se hizo grotesca y el México de la época exhibía en el campo y la ciudad una legión de indigentes que vivían bajo un régimen feudal/esclavista y, por otro lado, un pequeño grupo de privilegiados con la riqueza y el poder político.
Las raíces de las revoluciones sociales son casi siempre la injusticia, inequidad y la brutalidad del poder, pero sus detonantes a veces resultan triviales: el precio del pan, costo de transportes, represión a estudiantes, etc. En el caso mexicano, fue un canadiense, James Creelman, reportero radicado en Estados Unidos, que en 1908, entrevistó a Porfirio Díaz para la revista Pearson’s Magazine, traducida parcialmente por el periódico mexicano El Imparcial. El artículo era una burda apología al dictador que ya llevaba treinta años en el poder, titulada Presidente Díaz, héroe de las Américas. Sin embargo, un pequeño párrafo desató la bomba de tiempo cuando el dictador anunció que llamaría a elecciones libres en 1910: «me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez», frase que despertó todo tipo expectativas para las elecciones.
En este contexto aparece Francisco Ignacio Madero, empresario y político, un hombre sencillo e idealista de convicciones democráticas que ingenuamente creyó en las palabras de Díaz y presentó su candidatura a la cabeza del Partido Nacional Antirreeleccionista para los comicios de 1910. La perspectiva calmó los ánimos insurgentes, pero el autócrata cambió de opinión, se candidateó y fraudulentamente se reeligió nuevamente.
Madero, en tanto, fue detenido en plena campaña electoral y forzado a abandonar el país. Desde Estados Unidos redactó el Plan de San Luis, programa político que llamaba a levantarse en armas contra la dictadura, precisando la fecha: el 20 de noviembre de 1910, considerada como el inicio de la Revolución mexicana.
Después de cruentas luchas, a finales de mayo de 1911, se firman los tratados de Ciudad Juárez, Porfirio Díaz se exilió y Madero fue proclamado presidente constitucional de México. Su gobierno fue transitorio e inestable. Desde que asumió el Ejecutivo, tuvo que enfrentar una poderosa oposición del ejército porfirista y la Iglesia Católica que lo señalaba aliado de Satanás. Madero fue incapaz de satisfacer las demandas de los líderes agraristas radicales (Zapata y Villa, entre otros) presionado por los sectores conservadores y por los Estados Unidos, su Gobierno terminó siendo traicionado y el 22 de febrero de 1913, Madero es asesinado en Ciudad de México por su general de confianza, Victoriano Huerta quien, tras su traición, dio un golpe de Estado y se instaló en el poder por poco más de un año, hasta renunciar el 15 de julio de 1914, no sin antes disolver el Congreso y asesinar a varios diputados. El retiro de Huerta del poder se debió a la derrota de las fuerzas federales ante la ocupación estadounidense de Veracruz. Lo sucedió interinamente Francisco Carvajal hasta que llegó al poder Venustiano Carranza, uno de los líderes revolucionarios que también desobedeció las órdenes del país del norte y fue asesinado el 21 de mayo de 1920.
Líderes de la revolución
Los protagonistas más connotados de la Revolución son Emiliano Zapata y Pancho Villa, pero antes que comenzará el conflicto, los hermanos Jesús, Ricardo y Enrique Flores Magón dieron las primeras pautas intelectuales de la sublevación a través del periódico Regeneración. Fueron detenidos en diversas ocasiones hasta que en el año 1904 son expatriados. Participan en la formación del Partido Liberal Mexicano en 1905, organización de ideas liberales que, paulatinamente, se acercó hacia el anarcocomunismo europeo, inspirados en Kropotkin, Bakunin, Malatesta y otros. No sólo sus letras eran subversivas, también participaron en diversas acciones militares que no tuvieron éxito y tanto el Gobierno de Díaz como el de Roosevelt persiguieron y reprimieron el movimiento insurreccional del Partido Liberal. Ricardo Flores Magón publicó un manifiesto anarquista que le costó la cárcel en los Estados Unidos y el 21 de noviembre de 1922 apareció muerto en su celda en penitenciaría de Levenworth, Kansas.
Villa y Zapata
Francisco Villa (seudónimo de José Doroteo Arango Arámbula), más conocido como Pancho Villa, y Emiliano Zapata son los personajes más memorables de la Revolución mexicana y dejaron un legado inspirador, no sólo en México sino en América Latina y representaron la piedra de tope para los intereses norteamericanos al no comprometer, tranzar ni vender sus ideales revolucionarios como lo hicieron otros cabecillas de este proceso.
Ellos se conocieron personalmente el 4 de diciembre de 1914 en la célebre reunión de Xochimilco, donde firmaron la alianza formal entre los ejércitos del norte y del sur, posibilitando la toma de la Ciudad de México. Como personalidades, eran polos opuestos. Zapata detestaba ser el centro mediático y era más reservado. Villa, en cambio, era un actor nato que gozaba con el mundo del cine y la prensa. Luego de firmar el acuerdo, Zapata alza la copa de tequila para brindar. «No bebo», respondió Villa. Zapata no le creyó e insistió tanto que Villa se la empinó hasta el fondo y casi muere tosiendo. Nadie se imaginaba que el gran Villa era abstemio, a pesar de la imagen que le había otorgado Hollywood de bandolero, mujeriego y borracho.
Economía «por autoridad divina»
Karl Marx escribió que detrás de todo acontecimiento político, hay una explicación económica y México no fue la excepción. La Revolución abrigó influencias anarquistas, liberales, socialistas, agrarias y populistas, pero el espionaje, los asesinatos, los financiamientos sombríos y las armas fueron proporcionados por Estados Unidos y países europeos con fines principalmente económicos.
La guerra con los vecinos del norte (1846-1848), implicó para México la pérdida de más del 55% de su territorio (California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y parte de Wyoming) con apreciables riquezas agrícolas, mineras y petroleras, además una dominante posición estratégica, razones reales de la invasión norteamericana y no el «Destino Manifiesto» (dios) o las súplicas de campesinos mexicanos para ser norteamericanos.
Una vez que Díaz se consolidó, comenzó la construcción de ferrocarriles gran escala. Desde 1880 hasta 1885 las concesiones fueron entregadas a inversionistas norteamericanos, pero más tarde, entre 1886 y 1895, los empresarios del Reino Unido acapararon las concesiones ferroviarias y, a partir de 1896 hasta 1905 los estadounidenses comenzaron una contraofensiva para recuperarlos.
A finales del siglo XIX, la petrolera estadounidense Standard Oil (hoy Exxon y Chevron) de John Rockefeller era una de las más grandes e influyentes multinacionales. Su rival competitivo en Europa era la angloholandesa Royal Dutch y Shell Group (Shell), ambas con subsidiarias en México perseguían el mismo oro negro.
Intervenciones foráneas
Antes de la Revolución Mexicana, el presidente Porfirio Díaz había buscado apoyo de los ingleses para lograr cierta autonomía de los EEUU, permitiéndoles inversiones en el ferrocarril, la electricidad y la minería. El británico, Lord Cowdray, cabildero y espía, se convirtió en el contratista y asesor predilecto de Díaz. Entre sus consultorías, sin duda, la más importante fue la organización de la Compañía Mexicana de Petróleos, El Águila, un éxito, considerando que en 1911, la flota naval británica, a solo tres años de la I Guerra Mundial, no dependía del carbón sino del petróleo.
Esto disgustó a los Estados Unidos que consideraban a México su patio trasero por voluntad divina y el mismo presidente, William H. Taft le solicitó a Díaz que se retirara con una buena recompensa, el dictador no aceptó. El Departamento de Estado, por medio de un agente encubierto, Sherbun Gillette Hopkins, mediador de las petroleras y experto en revoluciones latinoamericanas fabricadas en Estados Unidos, envío armamento y financiamiento a Francisco Madero. Este oscuro personaje también tuvo que ver con Francisco Villa, Huerta y Obregón. Para la batalla de Celaya, Hopkins le vendió cartuchos inservibles a Villa para que perdiera el combate contra Obregón. Antes había instalado a Huerta con un golpe de Estado, para sacarlo cuando no era de utilidad. Hopkins también trabajó con Carranza en la organización de toda la milicia.
El 25 de mayo de 1911, Porfirio Díaz renuncia de manera dudosa y viaja con numerosas valijas. En el fondo, la empresa de John Rockefeller derrocó a Porfirio Díaz, instaló a Madero y siguió con Carranza, aportando recursos militares como aviones, tanques, tren blindado y la motocicleta para derrotar a Villa, Zapata y Flores Magón. Al llegar Madero a la presidencia, ignora a Hopkins y aplica impuestos a las concesiones petroleras, firmando así su sentencia de muerte. Estados Unidos promueve el golpe de Estado contra Madero que termina asesinado el 22 de febrero de 1913, fecha en que colocaron a Victoriano Huerta como presidente de México, el cual tampoco les gustó porque otorgaba demasiado espacio a los ingleses con el petróleo. Huerta murió envenenado en el Hospital Providence, de Fort Bliss, a principios del 1916. «Escriba cirrosis», ordenó el médico forense.
En esta última etapa de la guerra, EEUU apoyó a Carranza. Sin embargo, los jefes revolucionarios, reunidos en la Convención de Aguas Calientes en 1914, lo desconocieron como cabecilla provisional debido a su alianza con los norteamericanos y continúan la lucha, exigiendo su salida. Ante la negación, surgió la tercera revolución, donde los EEUU apoyan a Carranza y Álvaro Obregón a cambio del petróleo de la nación. Después de las batallas de Celaya en 1915, donde los norteamericanos proporcionaron armas de última generación, vino la batalla de Agua Prieta, donde transportaron al ejército de Obregón por territorio estadounidense para vencer por la espalda a Villa. Finalmente fue la de Ciudad Juárez, en 1919, para acabar definitivamente con los rebeldes. Se firmó el Tratado de Bucareli y todos los pozos petroleros pasaron a manos de los EEUU y se deshicieron de los hombres más peligrosos para sus intereses. Emiliano Zapata fue asesinado en una emboscada el 10 de abril de 1919 y Pancho Villa fue ultimado con 150 balas cuatro años después, el 20 de julio de 1923.
La Revolución mexicana fue un campo en que las luchas se dieron a través de presiones económicas y diplomáticas, donde el chantaje y el soborno a los caudillos jugó un papel fundamental. El espionaje se utilizó como herramienta y el asesinato como procedimiento. Por eso, para muchos, la Revolución mexicana es un proceso que está pendiente.