El equilibrio es el principio básico y fundamental que lo rige todo en el Universo. El que nuestro planeta se haya desarrollado en lo que se conoce como la «zona ricitos de oro» del sistema solar es lo que permitió que se desarrollara y evolucionara la vida en la Tierra gracias a un equilibrio térmico que la permite y favorece.
Irónicamente fue un desequilibrio, una pérdida de equilibrio, una singularidad espacio- temporal, como la llaman los físicos y matemáticos teóricos lo que creó el Universo durante la «Gran Explosión» o Big Bang.
Y al final, otra singularidad espacio-temporal, otro desequilibrio será lo que determine su fin, dependiendo de si se frena su expansión al alcanzar el Universo su densidad crítica y luego esta se revierte por efecto de la gravedad, volviendo todo a su punto de origen en lo que se conoce como Big Crunch o «Gran Colapso» o si, por el contrario, sigue expandiéndose indefinidamente hasta el punto de que se separe en todos sus elementos hasta la última partícula subatómica en lo que se conoce como «muerte térmica» bajo el Segundo Principio de la Termodinámica o Principio Entrópico.
Y digo (escribo) irónicamente porque, justamente, uno de mis primeros artículos en este prestigioso magazine se tituló Utopías y hablaba acerca de «crecimiento económico, cambio climático y falacias neoliberales».
En dicho artículo se señalaba que según la Red Global de Huella Ecológica (Global Footprint Network en inglés) el 2 de agosto de 2017 fue la fecha en que «agotamos los recursos disponibles por la naturaleza para este año de vida de la humanidad [...]».
Tristemente este año, el «Día del Exceso de la Tierra» (Earth Overshoot Day en inglés), como se le conoce, fue el 29 de julio de 2019. En otras palabras, este año la humanidad logró un nuevo récord mundial, el de que, en menos de 7 meses hayamos consumido todos los recursos naturales que la Tierra tenía disponibles para ella en un año.
Pero lo más triste de todo es que ese comportamiento no es nuevo; a nivel global, el Overshoot Day no ha parado de adelantarse desde el año que comenzó a calcularse, en la década de los 70. Peor aún, aún existen personas e incluso investigadores que niegan la realidad del cambio climático. O que sus efectos perjudiciales sobre el planeta se vean acrecentados y magnificados por causas antropogénicas; o sea, por efecto de la actividad humana (ver mi artículo El cambio climático y el hombre en Respuesta a Clemente Balladares).
Por eso he querido ampliar sobre el tema, pero esta vez, en base a ejemplos a manera de analogía; con la esperanza de que, tal vez así, mas personas entiendan, a que se debe esta creciente problemática a nivel mundial, y tomen conciencia de la urgencia de pararla ya.
Quizás muchos de ustedes han jugado alguna vez el juego de construir (levantar) una torre de ladrillos de madera o piezas de dominó, para ver qué tan alto llega y la más alta gana. Si lo ha jugado, habrá notado que a determinada altura (número de bloques), la torre de empieza a moverse y tambalearse. Eso significa que la torre ha alcanzado su máximo de altura en relación al máximo de peso o carga que puede soportar.
Si agregamos más carga (bloques) al sistema (torre) el equilibrio dejará de ser estable y la torre (sistema) empezará a desestabilizarse cada vez más; es decir se tambaleará de un lado a otro cada vez más y a mayor distancia. Eso significa que ahora el equilibrio es inestable porque el sistema está forzado a soportar más carga de la que naturalmente puede soportar. En esa etapa de equilibrio forzado es en la que se encuentra actualmente nuestro pobre planeta.
Uno o dos bloques más y la torre se desploma. Eso significa que el desequilibrio se forzó más allá de lo que el sistema estaba en capacidad de absorber y compensar; llevándolo hasta el punto del colapso. ¡Fin del juego, usted perdió, la torre se cayó!
Pues bien, cambiemos la torre por nuestro querido planeta Tierra y los bloques por la carga de contaminantes que diariamente arrojamos al suelo, al agua y al aire como producto nuestra actividad humana y tendremos la perfecta analogía de lo que he tratado de explicarles, de lo que le estamos haciendo a nuestro hogar; del cual no podemos escapar ni irnos a otro lado. ¡Simple y sencillamente porque no lo hay!
Así las cosas, como corolario y conclusión final: de no cambiar las cosas, de no cambiar nuestra actitud para con nuestro planeta, ¡ahora mismo!, sólo nos queda especular, cuántos años nos quedaran para llegar al 1º de enero. ¡Día en que ya no habrá vuelta atrás! Día en que nuestro planeta, nuestro único hogar, colapsará, ¡ante lo que nosotros mismos le causamos por nuestra propia indiferencia, desidia y obvia negligencia!
Día en que, años después, los nietos de los pocos que sobrevivan preguntarán a sus abuelos: ¿por qué no hicieron nada? ¡Piénselo!