Catorce años en el poder, una candidatura legalizada a pesar de un referéndum en contra, y el propósito de perpetuarse de los actuales gobiernos revolucionarios socialistas del siglo XXI de Latinoamérica, más casi todo bajo el control de Evo Morales, incluido el Tribunal Supremo Electoral, hacen muy difícil sacarlo de la presidencia. De ahí la incertidumbre en los resultados electorales, todavía. A menos que quien le compitiera, en este caso Carlos Mesa, hubiera obtenido un triunfo demoledor en las urnas, y no sólo una posible (y por verse), escueta ventaja para que opere una cifra menor al 10% de diferencia, para una segunda vuelta, las acusaciones de fraude continuarán. De producirse, todos irán contra Evo.
Respecto de Chile, a pesar de que conocemos bien a Morales, de imponerse finalmente, las consecuencias pueden ser trascendentes, si insiste en sus consabidas reclamaciones de una salida al Océano Pacífico, y su enclaustramiento provocado por nosotros. Entonces, no habrá novedad ni entendimiento posible. Mantendrá su postura, entre lastimera y desafiante, siguiendo la pauta habitual. Por nuestra parte, o somos consecuentes con lo obtenido en la Sentencia del 1º de octubre de 2018 de la Corte Internacional de Justicia, o contribuimos a su irrelevancia, con graves implicancias. Y esto es válido para cualquiera que gobierne Bolivia.
Recién lo aseguró Evo en las Naciones Unidas. El rotundo fallo no ha concluido con el diferendo, que sigue no sólo pendiente, sino que será objeto de futuras iniciativas bolivianas, bilaterales y multilaterales. Entre las primeras, buscar espacios de negociación con Chile para encontrar alguna fórmula de salida al mar, tarde lo que tarde. Entre las multilaterales, su difusión y acusación ante los organismos internacionales, regionales y mundiales, dejando a Chile como incumplidor de la propia sentencia favorable, pero interpretada de manera antojadiza.
Casi todos los Gobiernos nacionales han intentado pasar a la historia dando solución a las reclamaciones, desde el Tratado de 1904, por razones o necesidades coyunturales, dentro de un cuadro vecinal cambiante, a veces, amenazante. Todas sin resultado. Fueron oportunamente aprovechadas por Bolivia en su demanda, una a una, y presentadas como base legal de la pretendida obligación de negociar un acceso soberano al Océano Pacífico. La Sentencia de 2018 las rechazó, de manera individual como concatenada a las otras, por no constituir obligación jurídica alguna para Chile. Este es el verdadero alcance del triunfo obtenido en el pleito. Un fallo definitivo e inapelable, que debemos exigir su cumplimiento. Por lo tanto, toda iniciativa nuestra que lo pudiere debilitar, sólo sería perjudicial y equívoca.
La creación de «un grupo de reflexión para fortalecer la relación con Bolivia», por bien intencionado que parezca, y posibles conclusiones prácticas, corre el mismo riesgo de ser desnaturalizado nuevamente, como acto unilateral chileno, todavía sin contraprestaciones claras de otro mandato de Evo, o las haga suyas quien triunfe definitivamente. Lo que sólo podría debilitar la efectividad de la sentencia obtenida. Una señal que no debemos dar, aunque busquemos todas las salvaguardias.
La interpretación ante la ONU, hace necesaria esta prevención. No sólo confundió, deliberadamente, la sentencia sobre el Recurso de Incompetencia que la Corte nos rechazó (2015), para no aplicar el Pacto de Bogotá (1948) que así lo establecía, si el asunto estaba resuelto por Tratado, Arbitraje o Sentencia, anteriores a la fecha del Pacto. La Corte decidió que tenía jurisdicción, pues el Tratado de 1904 no contempla «una obligación de negociar un acceso soberano» (ni fue su objeto y fin); aunque definitivamente la rechaza por sentencia de 2018. Cosa juzgada.
Evo hizo suya, además, la opinión personal del presidente del Tribunal, que habiendo votado a favor del fallo, expresó que las partes pueden, soberanamente, volver a conversar al respecto. Cierto, pero sin constituir obligación ninguna. En tal sentido, el «grupo de reflexión» chileno, podría aprovecharse como coincidente con lo aseverado por el Presidente, y utilizado por Evo. No es nuestra intensión hacerlo.
Si continúa en la presidencia, ya conocemos sus objetivos y su estrategia.