Desde vísperas del verano los diarios españoles tienen entre los temas más recurrentes lo relacionado con las manadas, es decir las agresiones sexuales o violaciones en grupo, dentro de un marco noticioso más amplio que se puede denominar: violencia a las mujeres. El proyecto divulgativo Geoviolencia sexual ha recolectado información desde 2016 y afirma que hasta principios de agosto han ocurrido 134 eventos de violencia sexual en grupo a mujeres, siendo este año, hasta ahora el segundo con más sucesos desde que se llevan registros. Detalla esta iniciativa que históricamente el 68 % de los hechos fueron perpetrados por grupos de varones desconocidos o en su primer contacto con la víctima, adicionalmente exponen que en al menos doce de los casos existe videos o fotografías, o en su palabras se ha pornificado la acción.
En el tratamiento mediático sobre este asunto observo dos narrativas, la primera se centra en los procesos judiciales para establecer las responsabilidades de los victimarios y la segunda aborda las demandas de organizaciones sociales ibéricas para exigir justicia y medidas efectivas para evitar que existan otros hechos similares.
En relación a la primera dirección observo que priva una discusión sobre la calificación del delito, puesto que la normativa vigente no tipifica estos hechos como tal, además no considera algunos aspectos asociados, que se pueden constituirse como agravantes; en consecuencia hay problemas con las penas y las condiciones especificas para los procesados, como por ejemplo lo relacionado a la privación de libertad durante el proceso. Así pues, surge la discrecionalidad en el sistema de justicia (hay causas que se inician con imputaciones como «agresión sexual» y otras como «violación») y los subsecuentes cuestionamientos desde la sociedad. Esta narrativa es la que prevalece, imbuida de amarillismo.
En la segunda narrativa encontramos las demandas de organizaciones que exigen mejoras en el sistema de justicia y la erradicación de las causas de estos hechos. Estas organizaciones de carácter local o nacional, están motorizando las convocatorias de la población fundamentalmente cuando ocurren las agresiones o violaciones en grupo. La participación en las manifestaciones de repudio es creciente y da cuenta de la sensibilización en la sociedad española en relación al tema, a partir de la problematización del mismo. Igualmente las manifestaciones han incidido en la agenda y el discurso de la sociedad política, aunque se ve lejos todavía que esto se traduzca en cambios legislativos e institucionales (en particular en el sistema de justicia).
Otro aspecto que conviene abordar, es la denominación que los medios le asignan generalmente a estos hechos y que configura de gran manera los discursos en la sociedad, es decir el término «manada». Referirnos es estos hechos como la producto de una «manada», es desnaturalizar un calificativo de da cuenta de otra realidad, pues una manada en su sentido original es un comportamiento que se da en el reino animal para garantizar su sobrevivencia, es una forma superior en la evolución en las especies. En el caso que nos ocupa es una forma de organizar conscientemente la depredación de otro ser humano, es este caso las mujeres. A llamar las cosas por su nombre.
Para los que vivimos fuera del Reino Español surgen muchas preguntas en relación al tema y una de ellas es ¿Cómo se construye una «manada»?, o haciendo la pregunta correcta ¿Cómo se construyen los grupos de jóvenes que agreden sexualmente a chicas?.
Responder la pregunta es esencial, puesto que permitiría identificar las causas y condiciones que llevan a un grupo de jóvenes españoles a seleccionar y violentar a otras personas, en este caso chicas. Conviene examinar cómo se han dado los procesos de socialización de esta generación, no solo en lo relacionado a la sexualidad, sino en relación a la perspectiva de género. Esta mirada desde la sociología, puede contribuir a complementar el enfoque de la psicología, que conjuntamente con otras disciplinas debe conformar una búsqueda transdiciplinaria, pues contrario a algunas creencias populares las agresiones sexuales o violaciones en grupo no surgen por generación espontánea.
Podemos proponer estudiar los procesos de socialización en dos sentidos, primero en relación con el papel de la mujer en la sociedad española desde una perspectiva integral y el segundo con las formas como los jóvenes y las jóvenes se van educando en relación a la sexualidad.
En el primer sentido el proyecto Geoviolencia sexual declara la importancia del papel del “imaginario patriarcal” imperante en los ámbitos donde se educan las nuevas generaciones. Cada grupo de chicos que agrede a una chica, viene de una familia, tiene un entorno social dinámico y estos espacios seguro que hay respuestas para preguntas como: ¿Qué está ocurriendo en esos espacios? ¿Qué representaciones de lo femenino o lo masculino, de la mujer está teniendo como referencia? ¿A qué jerarquías están sometidos y se animan a formar parte? ¿Cuáles son la dinámicas en los grupo que posibilitan el emprendimiento de acciones depredadoras?, ¿Por qué algunos participan de estas acciones violentas y otros no? (estando en el mismo ambiente). Y, en fin, ¿qué pasa con el que no participa?.
En el segundo sentido el psicólogo Blas Ramón Rodríguez, sostiene en un artículo titulado Porno tutor, Educación sexual en el siglo XXI, que la pornografía está teniendo una gran influencia en la configuración de de los patrones de conducta sexuales de los jóvenes varones, y en particular porque “instala en nuestras mentes expectativas de deseo y fantasía sustentadas en un perverso sentido común de supremacía machista”. Complementando al autor encontramos que ya no es la familia, ni la escuela, ni en grupos de amigos y amigas en el barrio los espacios que proponen maneras de abordar la sexualidad, son los contenidos cada vez más accesibles en el internet y que se consumen de manera individual. Dicho de otro modo se mantiene el tabú sobre el tema, solo que frente al vacío anterior, existe una sobre oferta caracterizada por contenidos que reflejan «mecanismos psicológicos y psicosociales para ejercer poder, para desarrollar dominio como sujetos sobre un objeto, en estos casos, la mujer como objeto prostituible». Se espera una mujer sumisa y dispuesta a los deseos del hombre.
En la sociedad española hay muchos desafíos para erradicar la violencia a las mujeres en todas sus formas y en función de lo expuesto. Comprender de la mejor manera lo que ocurre y sus causas es clave, pues permitirá ajustar las acciones en la dirección correcta, ya sea desde el Estado, como de las organizaciones sociales y las familias. Cada acción debe sumar significativamente para que toda mujer tenga plena garantía de estar libre de cualquier forma de violencia, en cualquier circunstancia.