El futuro no pertenece a los globalistas, sino a los patriotas (...). Somos la potencia más poderosa del mundo, pero confío en no tener que utilizar nunca ese poder.
(Donald Trump, 2019)
El sentimiento de patriotismo, es, en nuestros tiempos, antinatural, irracional y perjudicial, a la vez que la causa de una gran parte de los males que sufre la humanidad, y que, por consiguiente, este sentimiento no debe cultivarse, como actualmente sucede, sino por el contrario, suprimirse y desarraigarse por todos los medios al alcance de los hombres racionales.
(León Tolstói, 1894)
Los tiempos actuales se han cargado de incertidumbres y temor al futuro. Al resurgimiento del nacionalismo y patriotismo, alimentado por jefes de Gobiernos y líderes políticos, como es el caso de los presidentes Trump, Bolsonaro, Orbán o Erdogán, se han sumado las amenazas del cambio climático, las crisis migratorias por guerras y causas económicas, junto al acelerado crecimiento de la población que continuará alimentando estos flujos. Es en Europa donde más fuerte repercusión tienen algunos de estos hechos y donde mejor se conocen las consecuencias del patriotismo y nacionalismo, como lo han sido las dos guerras mundiales o la última ocurrida en la antigua Yugoslavia.
Vale la pena entonces recordar que Slobodan Milošević, primer ministro de Serbia; Franjo Tuđman, presidente de Croacia y Alija Izetbegović, presidente de Bosnia y Herzegovina (ByH), fueron los principales actores de este drama balcánico que concluyó con la desaparición de Yugoslavia y la creación de 8 Estados, dos de los cuales no han sido reconocido por Naciones Unidas (Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro, República de Macedonia del Norte, República Srpska y Kosovo, estos dos últimos sin reconocimiento de la ONU). La exaltación del nacionalismo y patriotismo en sus discursos crearon las condiciones para esta verdadera tragedia la cual se esconde o se busca olvidar ya que rompió 46 años de paz en el continente, pulverizó un país y dio origen a masacres, sevicia, violaciones masivas, genocidios y limpieza étnica difíciles de comprender y cuyas cicatrices aún están lejos de desaparecer. Estos tres hombres, que en algún momento de sus vidas fueron miembros del partido comunista de Yugoslavia, provocaron una guerra civil que luego pasó a ser un conflicto entre estados independientes que dejó alrededor de 150.000 muertos. Ha sido el mayor conflicto bélico en Europa luego de término de la Segunda Guerra Mundial (SGM). En su etapa final incluyó la participación de las fuerzas de la OTAN que bombardearon Belgrado, dejando alrededor de 5 mi víctimas. La Unión Europea fue un cómplice pasivo de ello al ver el desarrollo de la crisis, el inicio de la guerra, las atrocidades cometidas durante años y no haber intervenido cuando debía por los intereses de algunas de sus potencias que rápidamente apoyaron la independencia de Eslovenia primero y luego de Croacia, desencadenándose así la guerra.
Cada uno de estos tres líderes, a su manera, exacerbó el patriotismo y el nacionalismo. Milosevic, abogado que hizo su carrera en el partido, quiso someter a las otras repúblicas a la Gran Serbia debido a que controlaba el Ejército yugoslavo. Dirigió personalmente las operaciones de limpieza étnica contra musulmanes y croatas. Ya había advertido en 1988 que no se podía excluir la guerra. Tuđman, quien había sido miembro del movimiento partisano de Tito, resistente a la ocupación alemana durante la SGM y quien obtuvo el grado de general del ejército popular yugoslavo, se convirtió no solo en un ultranacionalista croata, sino que pasó a ser un negacionista del exterminio de judíos, serbios, comunistas, gitanos y patriotas provocado por la república marioneta impuesta por los nazis llamada Nuevo Estado Croata, entre 1941-1945. Alija Izetbegovic, perteneció en Sarajevo al grupo de los Jóvenes Musulmanes y es objeto de una confusa historia. Mientras unos dicen que participó en la guerra de liberación junto a los partisanos de Tito y que ingresó al partido comunista, otros sostienen que apoyó al ejército nazi invasor. Lo cierto es que pasó casi 20 años preso por nacionalismo musulmán y actividades contra el Estado, en 1946 y 1983, años en que fue condenado. Izetbegocic, ya como presidente de ByH y de acuerdo con el testimonio de una periodista alemana del semanario Stern, recibió personalmente en el aeropuerto de Sarajevo a Osama bin Laden en 1994, quien llegó a apoyar la república musulmana europea.
A los tres personajes los une el haber exacerbado los sentimientos nacionalistas, el falso patriotismo e historicismo, invocar sentimientos religiosos proclamando una identidad cultural pura, intentando diferenciar el idioma común, en circunstancias que los elementos que unieron a ese país durante más de 80 años eran claramente mayores que aquellos que los diferenciaba. Todos pelearon con todos y las tierras de ByH, donde se encuentra la mayor dispersión étnica, se dio el escenario más trágico. Fue la mala política de los líderes que permitieron este drama para que luego, en 1995, se firmaran los Acuerdos de Dayton, en Estados Unidos, y Milosevic, Tuđman e Izetbegovic se estrecharan las manos y acordaran el término de la guerra en ByH. Sin embargo, ésta se extendió a Kosovo hasta el 2001, dejando un balance final de cerca de 150.000 muertos, cientos de miles de heridos, alrededor de cuatro millones de desplazados y miles de miles de millones en pérdidas materiales. Más grave aún el resentimiento que persiste por los horrores cometidos por todos los bandos.
Estas tres variantes del nacionalismo se repiten a lo largo de la historia: «yo soy mejor», «mi pueblo es el más puro», «mi dios es el único que hay que adorar», «mi cultura es más antigua», «mi raza es superior» o últimamente «mi país primero». Si bien el nacionalismo y el racismo están presentes en todas partes, Europa ha demostrado en su larga historia ser un líder en la materia. Serbios, croatas y bosnios son eslavos así como árabes y judíos son semitas, pero más allá de aquello, tanto africanos, asiáticos, americanos y europeos tenemos todos la misma abuela africana, Lucy, de 3,2 millones de años y que descansa en el museo de Adís Abeba, en Etiopía.
Observar hoy en países como Estados Unidos, Alemania, Italia, Brasil y otros lugares, el rebrote y crecimiento del nacionalismo y patriotismo, da escalofríos porque los ejemplos históricos están demasiado cerca y los discursos encendidos se oyen cada vez más fuerte. Todos los nacionalistas se sienten víctimas al inicio y se proclaman patriotas que reivindican derechos, igualdad, identidad, tradiciones, historia, religión, heroísmo y sobre eso levantan su discurso que encuentra terreno fértil cuando en las sociedades se debilitan las instituciones, la economía o la democracia por errores de la política. La Primera Guerra Mundial (PGM) así como la SGM son productos de los grandes yerros de las elites gobernantes. El asesinato del archiduque austríaco en Sarajevo desató movilizaciones y alianzas militares dando origen a una guerra que al inicio se pensó solo como un escarmiento a Serbia y que duraría muy poco. Los militaristas y los políticos se equivocaron, como lo hicieron quienes impusieron las condiciones de rendición a Alemania, que solo logró que se acumularan sentimientos de revancha alimentados por el nacionalismo, patriotismo y militarismo alemán.
En la península de los Balcanes, con una superficie de algo más de medio millón de kilómetros cuadrados y 55 millones de habitantes repartidos hoy entre los 8 países de la antigua Yugoslavia, más Albania, Bulgaria, Grecia y Rumania, se originaron la PGM y la última guerra que ha vivido Europa. En esa península conviven cientos de minorías étnicas junto a los principales credos religiosos; se hablan centenares de idiomas y dialectos. El término de la guerra ha aumentado las diferencias económicas donde solo Eslovenia y Croacia son miembros de la OTAN y de la UE, tal como Bulgaria, Grecia y Rumania. Los otros países incluyendo a Albania, están en la lista de espera, haciendo mérito para su ingreso. La primera exigencia es la más fácil y la han aprobado todos, pasar a ser miembros de la OTAN y por tanto reforzar la estructura y el gasto militar.
He tenido oportunidad de visitar la mayoría de las antiguas repúblicas yugoslavas y los sentimientos de su población son diferentes. Eslovenia siempre fue la más occidentalizada y de mayor desarrollo, ahí no hay nostalgia alguna por el pasado yugoslavo que sí se encuentra discretamente entre algunos en Croacia. En cambio, Serbia, ByH, Macedonia o Montenegro son países yugos nostálgicos, donde la gente no oculta sus sentimientos y donde incluso se mantienen fotografías de Tito en las casas. Kosovo es un Estado fallido y la República Srpska, formada mayoritariamente por serbios y con minorías de croatas y bosniacos, es un apéndice de Serbia. Al caminar por Sarajevo se hace evidente el aumento de la población musulmana y al conversar con las personas afloran rápidamente los sentimientos y recuerdos del sufrimiento. Muchos mantienen armas en sus casas y nadie asegura que no volverán los enfrentamientos. Ello es común en las otras repúblicas, especialmente donde se topan grupos étnicos diferentes. Se recuerdan los muertos, las atrocidades y algunos afirman conocer a quienes fueron los victimarios. Al partir de mi hotel en Sarajevo en taxi al aeropuerto, pregunté al conductor si tenía recuerdos de la guerra. «Por supuesto», me respondió, «jugaba a la pelota con mi hermano mayor de 14 años cuando un franco tirador le voló la cabeza de un balazo».