¡Agárrate de las jarcias! ¡Todo el mundo a los botes! ¡Los hombres y las botellas primero!
Una vez más un pánico bursátil pone en evidencia la fragilidad de los nervios de los inversionistas y otros usureros planetarios. Marx tenía razón: el gran capital es temeroso como un inerme cervatillo, y sale corriendo a la primera de cambio.
Sumas colosales abandonaron las colocaciones en acciones para refugiarse en bonos del Tesoro de los EEUU, o bien en obligaciones, menos remuneradoras pero tanto más seguras. Abunda el billete y hay bancos europeos que pagan por prestar dinero: en vez de cobrarte intereses, te pagan un porcentaje del monto del crédito por pedir plata.
Entretanto, una vez más, los futuros pensionados pasan a la caja, pierden parte de sus escuálidos ahorros, mientras los ávidos operadores –AFPs, compañías de seguros, consultoras financieras– hacen su agosto.
Algunos economistas anuncian una recesión, lo que no deja de ser simpático visto que los mismos celebraban hasta ayer la fortaleza de la economía del Imperio, los aciertos de Trump que ciertamente es intragable pero ha logrado darle trabajo a millones de currantes estadounidenses.
Lo bueno es que no hay que buscar al culpable: como en Crónica de una muerte anunciada lo conocemos desde la previa. Nada que ver con Memories of murder, la excelente película coreana de Bong Joon-ho y Shim Sung-bo en la que a pesar de innumerables pistas, pruebas y sospechosos varios, es imposible conocer el nombre del asesino. En el presente caso los culpables sobran.
La guerra comercial que los EEUU lanzaron contra China es la preferida en la lista de los imputados, asociada a las sanciones contra Rusia, el desaire al TTP, las amenazas a la Unión Europea, los insultos a México, el enfado contra Pakistán, Turquía, la India y medio planeta (a menos que no sea planeta y medio), las agresiones contra Venezuela, Irán y Cuba, las interminables guerras de Afganistán, Iraq, Siria, Yemen, Malí y otros lugares menos rumbosos, el cagarse en América Central, el desastre organizado en Argentina con el apoyo del FMI, el Banco Mundial, la UE, la comunidad financiera, un tal Mauricio Macri y un larguísimo etc., sin contar el desplante torero ante el Alena, los Acuerdos de desnuclearización, los Acuerdos sobre el medio ambiente de París, la OMC, la ONU y cuanto organismo internacional no se cuadra con la debida premura.
Pero todo esto nos vale madre. La Madre Tierra, la Pachamama, la Ñuke Mapu, Gaia, Akna, Bunoo, Papatūānuku, Tatei Yurianaka, Máttaráhkká… puede irse alegremente al carajo.
Lo importante, lo verdaderamente importante es que los dividendos distribuidos por las grandes empresas globales vuelven a batir un record: en el segundo trimestre llegaron a la notable suma de 513.800 millones de dólares. ¿No es linda la crisis?
El monto señalado creció comparado con los dividendos distribuidos en igual periodo del año pasado, según la gestionaria de fondos Janus Henderson Investors (JHI). Estos tigres se dedican a administrar la fortuna de quienes están demasiado ocupados acrecentándola como para perder tiempo en minucias.
Como el capital es insaciable, JHI se hace un deber de señalar que «la tasa de crecimiento (de los dividendos) fue la más débil en dos años». ¡Pobrecitos! El aumento de un 1,1% constatado en el segundo trimestre está lejos del aumento del 13% del año pasado.
JHI –una suerte de fideicomiso ciego de los que afecciona Piñera y no es chiste–, se inquieta por los propietarios de los más de 316.000 millones de euros que gestiona, atesora y hace crecer al precio de amorosos cuidados y una modesta comisión.
¿Cómo no inquietarse cuando a una economía miasténica se suman las variaciones de las tasas de cambio de las divisas?
La manipulación de las diferentes monedas –Dollar aus der Spitze– trajo consigo una baja de los dividendos de 2,9 puntos entre abril y junio, lloran los autores de un estudio basado en los dividendos pagados por las 1.200 empresas más importantes en capitalización bursátil.
Según JHI, «la ralentización económica mundial es particularmente notoria en Europa, lo que incide en los dividendos y, por consiguiente, limita la capacidad de las empresas europeas para aumentarlos».
No sé tú, pero yo no logro contener las lágrimas. Si no fuese porque Francia es el país de Europa que más dividendos distribuye… sería como para darse de hostias con un flagrum. Para que no pierdas la fe en el mercado, alma impía, has de saber que Japón, Canadá, Francia e Indonesia son los únicos países que batieron records en materia de distribución de dividendos en el curso del segundo trimestre de este año.
Nótese que desde hace décadas las Bolsas ya no financian la actividad productiva. Muy por el contrario, los flujos financieros que las empresas captan en las Bolsas sirven mayormente para pagar dividendos independientemente de los resultados netos. En claro, hay empresas que pierden plata pero levantan fondos para seguir pagando dividendos como si ganaran.
Parte de ese billete proviene de los Fondos de Pensiones, lo que explica que haya quien prefiere pedir cita con el pulento para ir a entregar las herramientas. Palmarla, pasar el arma a la izquierda, chupar faros, colgar los tenis, irse al valle de las pirinolas… he ahí la solución.
Llegar temprano para tocar asiento a la diestra del todopoderoso comienza a ser plan, visto que desde el año 2015 los dividendos mundiales del segundo trimestre no han parado de crecer en detrimento de los pringaos que viven de su trabajo.
La prueba: JHI tranquiliza al riquerío subrayando que los dividendos «aumentaron en modo muy rápido en los dos últimos años y la ralentización a la que asistimos ahora no es fuente de inquietud».
De modo tal que JHI mantiene sus previsiones para el año 2019.
A pesar de, o gracias a, la crisis que se despliega ante nuestros ojos, el puñado de milmillonarios que controla el patio recibirá la modesta suma de un 1.430.000.000.000 (un billón cuatrocientos treinta mil millones) de dólares en dividendos.
Un aumento anual del 4,2%.
¡Qué rico! Estamos en crisis…