Estados Unidos, violando convenios y estatutos internacionales y pasando por encima de los derechos humanos, está matando venezolanos por montones… Y el orden institucional impávido ante la destrucción de las supremas normas de convivencia y tolerancia construidas en Occidente tras el fin de la 2ª Guerra Mundial.
No obstante, ese otro orden de hecho que se manifiesta a través de las redes sociales, eleva los decibeles de la protesta contra la campaña injerencista de la Casa Blanca y el Pentágono en Venezuela, en contraste con los medios de comunicación más influyentes en la formación de opinión pública, que soslayan la responsabilidad de EEUU en la terrible crisis humanitaria que asola a la población, cargando baterías contra el presidente Maduro, que esa es la consigna.
Es en este sentido que se orienta el reciente informe oficial (4 de julio 2019) de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, al consignar que
existen motivos razonables para creer que se han cometido graves violaciones de los derechos económicos y sociales, incluidos los derechos a la alimentación y la salud, en Venezuela. El Gobierno se negó a reconocer la magnitud de la crisis hasta hace poco y no adoptó las medidas apropiadas. Conforme se agudizaba la crisis económica, las autoridades empezaron a utilizar los programas sociales de forma discriminatoria, por motivos políticos, y como instrumento de control social.
Del anterior párrafo se pegaron todos los informes de la prensa corporativa del mundo, aliados incondicionales del capitalismo en América y la Unión Europea, en su afán de borrar del espectro político el llamado Socialismo del siglo XXI.
Solo en medios alternativos y redes sociales se registra una información de persistente condena a la violación de convenios y estatutos sobre derechos humanos, pero, como es obvio, sin el peso político (de momento), sobre el curso de los acontecimientos. Pareciera que desde el 11-S del 2001, el mundo Occidental se resignó a que EEUU decida sobre la vida y la muerte en nombre de la «libertad y la democracia».
El cerco extremado en las últimas semanas (decreto ejecutivo de Trump, 05 de agosto 2019), confisca bienes y activos venezolanos en territorio estadounidense y los países aliados en un monto que puede superar los 30.000 millones de dólares; impide al banco central y a la banca pública venezolana operar en el sistema financiero internacional; persigue las operaciones de oro y criptomonedas; prohíbe al Gobierno y a la empresa petrolera (PDVSA) el acceso a fuentes de financiamiento internacional y prohíbe el comercio marítimo del petróleo, «entre otras arandelas», como se dice popularmente.
Estamos ante un genocidio que implica la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos políticos. Así se consigna en reciente análisis empírico, suscrito por Jeffrey Sachs, el renombrado economista del desarrollo sostenible, quien calcula en 40.000 las muertes a cuenta del cerco económico iniciado en el Gobierno Obama (¡flamante Nobel de Paz!), acentuado desde el arribo de Trump al poder, llevado al extremo recientemente mediante el bloqueo de todos los bienes e intereses de propiedad del gobierno venezolano en EEUU.
Pero, ¿qué van a importar ahora 40.000 muertes sobre los hombros de Trump, cuando el mismo imperialismo genocida, sobre los hombros de George Bush, Bill Clinton, George W. Bush (hijo) y Barack Obama, republicanos y demócratas, todos a una, cargan con más de un millón de muertes, solo en Irak, en la década de los 90?
Hoy, todos los que siguen creyendo en un orden internacional de convivencia en la diferencia, achacan al «matón» de Trump, en buena proporción, todos los males que se ciernen sobre la población venezolana. Pero, es bueno recordar que fue el carismático Obama quien azuzó los halcones contra Venezuela en el 2015, al declarar al régimen socialista de Caracas, «amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos».
¡Eureka! El liberal Obama del 2015, gestor de paz, según su Nobel, sigue fiel a la «cacería de brujas» sospechosas de ser comunistas, consigna macartista de los años 50 del siglo pasado que debió morir con la caída del Muro de Berlín, pero no…
Esa decisión de Obama, en cierta forma consentida por la ONU, violó los alcances de la resolución 18/6 sobre la autodeterminación de los pueblos, «...para decidir sus propios sistemas políticos, económicos, sociales y culturales». De ahí en adelante entró Trump a hacer festejos populistas hasta llegar a confesar: «Tenemos muchas opciones respecto a Venezuela, incluida una posible opción militar si es necesaria», dijo a periodistas en agosto de 2017.
¿Aló? Soy yo, De Zayas
Alfred-Maurice de Zayas es un abogado estadounidense de origen cubano. En el 2012 fue nombrado, por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Experto para la promoción de un orden internacional democrático e igualitario. El 26/11/17 visitó Venezuela y levantó un informe que la Oficina del Alto Comisionado de la ONU, entonces a cargo del jordano, Zeid Ra'ad Al Hussein, publicó el 30/08/18, casi un año después y un día antes de que entregara su cargo a la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet.
Paradójicamente, si no es por los detractores del Experto, que lo tildaron de «despreciable canalla, vocero de la narcoizquierda internacional, el terrorismo islámico, el nazismo y el antisemitismo», el informe no hubiera trascendido más allá de un titular y una apretada síntesis en los medios masivos más destacados del mundo. Pero, ante semejante ataque, que incluía, cómo no, amenazas de muerte, a mucha gente le dio por conocer el documento, y es de esta forma como ha venido escalando el rechazo a la criminal estrategia de Estados Unidos y sus aliados, en Venezuela.
De Zayas advierte que las sanciones económicas de EEUU contra Venezuela, secundadas por los países latinoamericanos matriculados en el Grupo de Lima, más Canadá y la Unión Europea, «contravienen el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas, porque afectan a poblaciones inocentes». Y agrega:
Los efectos de las sanciones de Obama y Trump, como las medidas unilaterales por parte de Canadá, la Unión Europea y el Grupo de Lima, han agravado directa e indirectamente la escasez de medicamentos como la insulina y los antirretrovirales, lo que ha ocasionado demoras en su distribución y ocasionado agravantes, en numerosos casos, de muerte.
Es vergonzosa la actitud denunciada en Colombia en noviembre del 2017, al negarse a entregar medicamentos para combatir un brote de malaria, además de boicotear, en febrero del 2018, el Acuerdo de coexistencia democrática, de República Dominicana, abortado tras una llamada a la oposición venezolana con la orden de «no firmar».
«...ellos se juntan»
Resulta pertinente acotar aquí que las coincidencias entre Obama – Trump y Santos - Duque, en este caso específico de asfixiar al socialismo venezolano, nos deja la evidencia irrefutable de que las diferencias ideológicas que se ventilan en público, no van más allá de una pantomima electorera en la que caen (¿caemos?) todos, cada vez que elegimos a unos u otros en la esperanza del cambio social que no llega, porque, precisamente, unos y otros, o como se dice en Colombia, «los mismos con las mismas», apuntan a un modelo capitalista que lleva al mundo al abismo, sin exageración, aunque no sea del caso sustentar aquí y ahora.
Buena parte de la crítica que encaja Trump en Latinoamérica se deriva de sus ansias manifiestas de derrocar al régimen venezolano, en orden a cumplir la sentencia de Obama de que «es una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos». Ídem con Duque quien, siguiendo la senda de Santos, no desperdicia oportunidad en estrados nacionales o internacionales de cargar contra el régimen «castrochavista», sofisma político que inclinó a su favor la Presidencia en 2018.
En ese propósito, ellos, los hijos políticos del capitalismo en el mundo entero, son tan parecidos como una gota de agua a otra.
EEUU: el orden soy yo
Retomando el tema central, las sanciones económicas, dictadas por Trump, urbi et orbi, no solo violan la Carta de la ONU sino el artículo 7º de la Corte Penal Internacional (CPI), en la medida en que pueden constituir «crímenes de lesa humanidad». Una investigación al respecto sería oportuna, pero aquí también nos encontraríamos con el teflón del imperio.
Poca o ninguna atención le merece a la gran prensa del mundo Occidental este informe de Zayas que, finalmente, condena el aislamiento diplomático y boicot económico a los países, con el fin de imponerles, o no dejarles salir, del modelo neoliberal. Nada tan claro como este fin último, porque, en el fondo, Estados Unidos y sus aliados no están tan interesados en restituir la democracia en Venezuela, como restituir el modelo capitalista de antes de Chávez, dentro del cual las transnacionales petroleras explotaban a sus anchas la inmensa riqueza de la nación, en connivencia con los ‘compadres’ Rafael Caldera (Copei) y Carlos Andrés Pérez (AD, Acción Democrática).
Aunque ya no cabe discusión en que la explotación de los recursos naturales no renovables, no es base confiable de desarrollo económico y social (caso Venezuela), lamentablemente, Colombia, enfatiza el mismo modelo extractivista, y eso es lo que le está marcando un flojo desempeño al presidente Duque, en su primer año de gobierno, en estos momentos de grandes interrogantes sobre la sostenibilidad del desarrollo económico a nivel mundial.
En la vaca loca
Volviendo al informe de la ONU, y para concluir, la expresidenta Michelle Bachelet, se encuentra, como en el dicho, «prendiendo una vela a Dios y otra al Diablo»: el texto de su informe oficial da palique a los halcones del imperio; pero, en menos de un mes, tiene que reconocer que el último decreto de Trump (05/08/2019), es un arma de alcances inhumanos:
Estoy profundamente preocupada por el impacto potencialmente severo en los derechos humanos del pueblo de Venezuela del nuevo conjunto de sanciones unilaterales impuestas por los Estados Unidos esta semana. Las sanciones son extremadamente amplias y no contienen medidas suficientes para mitigar su impacto en los sectores más vulnerables de la población,
dijo al respecto.
Algo parecido había insinuado en la rueda de prensa que concedió al terminar su visita a la Venezuela que alentó imparcialidad. Pero, ¡oh sorpresa!: en el informe oficial carga toda la responsabilidad de la situación sobre los hombros de Maduro y soslaya el impacto del bloqueo económico y financiero y las sanciones, que son la causa principal del sufrimiento de la población.
En esta declaración mencionada arriba, ¡sorpresa, otra vez!, Bachelet se manifiesta «profundamente preocupada» por el impacto económico y social derivado del último decreto ejecutivo de Trump contra Venezuela. Su declaración no deja de ser eso: una declaración, ponderada si se quiere, pero el peso de documento oficial de la ONU, lo sigue teniendo su informe escrito que deja libre las manos del gánster imperial para disparar a placer: solo falta la invasión armada que, vuelve a poner, taxativamente, sobre la mesa de las posibilidades.
Venezuela es hoy, en Suramérica, el Irak de 1989 en Asia: un país demasiado rico en petróleo que no puede quedar por fuera del sistema capitalista occidental, y de Estados Unidos, en especial. Ese es el quid: entra o lo entramos, así de simple.