Egan Bernal cumplió un sueño colombiano este 28 de julio. Un sueño que se empezó a gestar desde que ciclistas como Lucho Herrera —campeón de La Vuelta de 1987—, Fabio Parra —3° en el Tour de 1988 y 2° en La Vuelta de 1989— y Oscar de Jesús Vargas —3° en La Vuelta de 1989— demostraran de lo que eran capaces de hacer “los escarabajos” en las grandes vueltas. Que además de vencer en etapas y ganar la clasificación de la montaña, podían aspirar al máximo premio.
Hubo un momento en que dicho sueño se alejó, cuando en los noventa y comienzos del nuevo siglo el dopaje ganó reconocimiento y los colombianos perdieron protagonismo. Curiosamente, fue en esa época cuando Víctor Hugo Peña, corredor del US Postal de Lance Armstrong, logró convertrise en el primer colombiano en vestirse de líder en el Tour, luego de vencer en la contrarreloj por equipos de la cuarta etapa. Hubo que esperar hasta 2018 para que otro colombiano fuese líder del Tour. Fernando Gaviria venció al sprint en la primera etapa de ese año, lo que lo hizo portar la amarilla por un día.
La tercera ocasión fue la de Egan, quien la tomó y no la soltó luego de una etapa atípica, terminada por las difíciles condiciones climáticas y un derrumbe en la vía. En el ascenso al Col de l'Iseran, Bernal atacó sin dar oportunidad a los otros capos y sacó la diferencia necesaria para desbancar al francés Julian Alaphilippe, quien llevaba doce días como líder.
Esta es otra historia que hace parte de este sueño. El primer Tour para Colombia se dio cuando Francia creyó que podría hacer suya de nuevo la carrera que recorre sus montañas, sus campos y sus ciudades. Muchos veían a Julian Alaphilippe como el mejor candidato, ya que había sorprendido con su victoria en la contrarreloj individual y su aguante en los primeros ascensos fuertes, como el Tourmalet. Y si Alaphilippe fallaba, estaba el valiente Thibaut Pinot que cruzó primero la meta en esa montaña y se veía como el contendiente más fuerte.
Pinot y Alaphilippe quedaron fuera de combate el mismo día que Egan se hizo líder. El primero por una lesión que lo hizo retirarse llorando. El segundo, porque no pudo seguir la estela de quien ganaría la ronda gala, perdió 45 segundos aquel día, sin contar el 1’30 que tenía sobre Bernal antes de iniciar la etapa. Desde 1985 no se escucha la Marsellesa en los Campos Elíseos para homenajear al campeón del Tour. Ese año, Bernard Hinault ganó su quinto Tour, Herrera ganó la Montaña y Parra la clasificación de los jóvenes.
Francia tendrá que esperar. Tal como en Colombia la gente empezó a esperar desde que Nairo Quintana fue segundo del Tour en 2013, en el año que los escarabajos dieron golpes de autoridad en el ciclismo. Rigoberto Urán fue segundo del Giro unos meses antes. Al año siguiente repitió su ubicación en el podio detrás de Nairo, quien consiguió la primera maglia rosa para Colombia. Vinieron otros podios —de Nairo, de Rigoberto, de Esteban Chaves y de Supermán López— y otra Vuelta, la segunda para Colombia y la segunda grande de Quintana.
Los colombianos llegamos a pensar que el Tour caería fácil, que batir la hegemonía del Sky y de Christopher Froome sería algo sencillo. Tanto fue así, que las críticas sobre Quintana, el más opcionado a conseguir el malliot amarillo, cayeron a chorros y no valían los triunfos de etapa o las victorias en competiciones como la Tirreno-Adriático —en dos ocasiones— o el Tour de Romandía.
Ahora, que Egan consiguió el Tour con el Ineos —el Sky con otro patrocinador y menos fuerte en carretera—, Nairo tiene tranquilidad para buscar su sueño y ser campeón del Tour. La historia del ciclismo colombiano tiene un nuevo capítulo, el más grande puede decirse, que debe disfrutarse. Ya se verá qué cosas nuevas traerán los escarabajos. Lo importante es que esos sueños de Colombia no deben quitarles el sueño a sus ciclistas.