Es difícil imaginar el Ecuador hace 500 años, pero siempre podemos soñar con un viaje en el tiempo que nos lleva a la época en la que los españoles atravesaron los límites del mundo conocido y descubrieron América. Al llegar al nuevo mundo, los conquistadores identificaron los mejores lugares para situar sus plantaciones y fundar sus latifundios. Lugares donde generalmente los indígenas habían levantado ya templos o viviendas para sus propios nobles. Las haciendas son caseríos aristocráticos, representantes de la arquitectura colonial española. Históricamente han sido lugares de lujo y privilegio por cuyos zaguanes y pasillos han desfilado muchas de las más ilustres familias del país. Siguiendo esa tradición, nuevas haciendas han seguido levantándose en diferentes puntos como destino turístico.
La mayor parte de estas mansiones están ubicadas en áreas rurales (las más aptas para explotar la agricultura y la ganadería) que tienen un clima privilegiado y una geografía que deja sin aliento, por su belleza y algunas veces también por su gran altitud. Algunas quedan en medio de los volcanes a una altura de 3.600 metros sobre el nivel del mar, otras en valles de clima templado.
La ruta de las haciendas es también el camino de las montañas y de los volcanes: El Cotopaxi, el Chimborazo, el Imbabura, el Cayambe, y de los lagos y de todas las tonalidades de amarillos, verdes y marrones que tiene el páramo andino. Una aventura sin precedentes donde los viajeros pueden desconectar del ruido de la ciudad para respirar el aire puro de las montañas, viajar al pasado y experimentar el nivel de esplendor, diseño y confort, que caracteriza estos lugares.
He visitado gran parte de las haciendas del Ecuador y he identificado aquellas que con los años abrieron sus puertas a los visitantes para que pudieran hospedarse. De la misma forma que lo hicieron los paradores españoles: Antiguos palacios reales, fortalezas y otros edificios históricos convertidos en hoteles de lujo en la Península Ibérica. Las haciendas son paradas obligatorias para todos los viajeros que quieran experimentar un contacto real con la naturaleza.
La historia del Ecuador puede contarse y resumirse en sus haciendas, lugares en las que alguna vez vivieron muchas de las familias con más influencia social y política del país. Algunas fueron casas de ilustres presidentes, líderes industriales y escritores.
Hacienda Pimán: una casa de novela en medio de los Andes
Situada en la provincia de Imbabura, escondida en medio de un valle, se encuentra esta joya de la arquitectura colonial española. Pimán es probablemente una de las haciendas más antiguas de Sudamérica. Su construcción data del siglo XV cuando la corona española la cedió a los jesuitas. Tras su expulsión en 1767, la familia Zaldumbide adquirido la propiedad.
Cuando Simón Bolívar pasó por el Ecuador en su campaña por la independencia, se hospedó en esta hacienda. Ignacio de Zaldumbide, primer dueño de Pimán, fue empresario y periodista, creador del periódico El quiteño libre. Amigo íntimo y colaborador del célebre escritor Juan Montalvo. Su hijo Julio heredó la vocación literaria de su padre y se convirtió en poeta. Tras su muerte, su hijo mayor, Gonzalo Zaldumbide, también escritor y diplomático tomó las riendas de la propiedad. Era tal la fascinación que el novelista sentía por la atmósfera bucólica de la hacienda que escribo y situó ahí su novela: Égloga trágica. Todavía se pueden ver en los salones de la casa los muebles finos y los pianos traído de Europa de la señorita Celia Zaldumbide, hermana menor de Gonzalo.
La zona de Pimán se caracteriza por tener una variedad de más de cincuenta tipos de aves. Aunque ahora la propiedad constituye principalmente la casa patrimonial, hubo una época en que los terrenos de Pimán llegaban a las 24.000 hectáreas, colindando al sur con la hacienda Zuleta y al norte con el valle del Chota. Afortunadamente para nosotros, la familia Zaldumbide abrió las puertas de la hacienda para quienes quienes quieran disfrutar de esta casa de novela.
Hacienda Zuleta: hogar de dos presidentes
Llego a la mítica hacienda Zuleta, hogar de dos expresidentes ecuatorianos, por la mañana. Hace un cielo despejado y en el camino puedo ver al Cayambe en todo su esplendor. La hacienda queda en medio de la avenida de los volcanes, a 100 Km al norte de Quito. Cuenta la historia que Gabriel Zuleta, canónigo español, adquirió la propiedad en 1713. La casa era un espacio destinado a la ganadería y la producción de textiles. Aunque antes de la llegada de los españoles, en esta zona habitaron los indios caranquis y se han encontrado importantes piezas arqueológicas que les pertenecieron.
La hacienda es sencillamente majestuosa. La madera y la piedra son los elementos que caracterizan esta construcción que alguna vez sirvió como bodega de hilos, lanas y telas. Una enorme cruz de piedra adorna el patio central. Camino por un pasillo largo y entro en uno de los salones de la casa calentada por el fuego de una enorme chimenea. Las paredes y salones están llenas de fotografías de diferentes personajes que visitaron al presidente Plaza Lasso: exmandatarios, líderes políticos, artistas y reyes.
De repente, una mujer elegante, alta y de ojos claros, entra en el salón y me recibe. Es Margarita Plaza, hija menor del expresidente Galo Plaza Lasso, una de las figuras políticas más respetadas de su época. El padre de Galo Plaza, general Leónidas Plaza Gutiérrez, también fue presidente del Ecuador.
En la mesa central hay una tabla llena de quesos maduros que se producen en la hacienda, siguiendo una receta holandesa. Margarita le da un sorbo a su copa de vino blanco y luego me cuenta:
Adaptamos este enorme obraje para volverlo habitable y confortable. Mi padre siempre amó esta propiedad que en un principio tenía 5.000 hectáreas y que poco a poco se fue vendiendo. Nosotros somos una familia de románticos, hemos abierto sus puertas para poder mantenerla. La hacienda nunca ha estado tan bonita como ahora. Empezamos este proyecto mi marido, Álvaro Ponce, mi hija Isabel y yo. Al principio, llegaba gente que quería experimentar la aventura de recorrer estos terrenos a caballo, pero no se quedaban a dormir. Sin embargo, nos dimos cuenta de que abrir las puertas de la casa era lo más práctico. Viene gente de todo el mundo desde el año 1995.
Hacienda Pantaví: diseño, arte y elegancia
Camilo Andrade, artista plástico, adquirió esta hacienda hace dieciséis años porque era un lugar que estaba cerca de espacios naturales como el páramo del Ángel o la Reserva Natural Cotacachi - Cayapas. Este es un lugar ideal por su altura (2.050 metros sobre el nivel del mar), alejado de la ciudad, pero sin estar completamente aislado.
Imbabura es una región de enormes haciendas como El ingenio o San José, que le perteneció al Conde Jacinto Jijón y Caamaño. Pantaví era parte de la hacienda San Clemente, originalmente propiedad de los padres mercedarios. En la época de la colonia se cultivaba ahí el algodón y la caña de azúcar que llegaban desde Cuba.
Pantaví tiene su origen en lengua barbacuana, que pertenece a una línea lingüística que viene del valle del Chocó (Colombia). Hay un río y un valle que también llevan ese nombre al que la hacienda rinde homenaje.
Los viajeros que lleguen a Pantaví encontrarán un clima agradable y muchas opciones de caminatas o recorridos a caballo y bicicleta. La hacienda está muy cerca de la cascada de Conrayaro y Cahuasquí. En la zona está también la reserva de Santa Bárbara, un lugar privilegiado para la observación de pájaros y orquídeas.
Una parada obligatoria para los viajeros que lleguen a Pantaví son las aguas termales de Chachimbiro, que están a solo 10 kilómetros.
Hacienda El Porvenir: momentos de leyenda a 3.600 metros de altura
El primer encuentro con la hacienda es maravilloso: con sus techos de paja y su estilo rústico, lo que vemos es lo que esperaríamos de una hacienda tradicional en el páramo.
El Porvenir está en las faldas del imponente volcán Cotopaxi, rodeada de cuatro montañas conocidas como «las cuatro esquinas»: El Pasochoa, el Rumiñahui, el Sincholagua y el Quilindaña. Solamente el recorrido que va desde Quito a la hacienda (por la entrada norte al parque nacional Cotopaxi) es un placer.
Cuando la congregación jesuita llegó al Ecuador, trajeron por primera vez llamas y ovejas desde Europa. Al ser tan extensas la tierras, el ganado empezó a desaparecer. Fue entonces cuando a los jesuitas se les ocurrió traer toros de lidia para que fueran guardianes y protectores del ganado. Así es como llegaron los toros al Ecuador.
Estoy sentado en el acogedor salón de la hacienda con Jorge Pérez Gangotena, dueño y administrador de El Porvenir, del que se desprende una gran pasión y amor hacia la conservación de la naturaleza: «Quisiera que mis bisnietos vinieran a estas tierras y las encontraran intactas. Pero uno no cuida lo que no conoce», me cuenta. Precisamente por eso, la familia Pérez Gangotena decidió abrir las puertas al público:
Nuestra misión es tanto proteger el páramo como su cultura. Por eso seguimos criando toros de lidia y su tradición, ya que toda la cultura del chagra se desprende del toro de lidia. Seguimos haciendo rodeos que son alucinantes. Es casi una operación militar donde vienen cuarenta chagras, se comienza con la denominada ‘bomba’, todo el mundo se pone en círculo para recibir las órdenes y luego se van a la parte más alta de las montañas mientras van rodeando al ganado hasta llegar a los corrales.
Los chagras fueron los primeros indígenas a los que se les permitió montar a caballo. La política en ese entonces era que a los empleados de confianza se les daba una chacra (un pedazo de tierra) como recompensa por ser confiables y se les enseñaba a montar a caballo y a manejar el ganado de lidia. De la palabra chacra proviene el término «chagra» (campesino, jinete).
La hacienda El Porvenir produce carne orgánica, preserva el cuidado de la naturaleza y fomenta el turismo de aventura. La parte turística empezó en el año 1999. La línea de la empresa Tierra del volcán (que regenta la hacienda) es la conservación natural a través de la adrenalina: «Cuando sales de tu zona de confort, y entras en un territorio que no conoces y te animas a explorarlo a caballo, estás más abierto y receptivo a captar diferentes cosas».
Tierra del volcán ha creado diferentes programas sociales y ambientales. En el tema ambiental, consiguieron plantar más de un millón de árboles para la conservación del páramo. Los bosques que rodean la hacienda fueron sembrados por ellos desde hace veinte años. Tienen también programas educativos con las escuelas de la zona:
No queríamos que nuestra presencia supusiera ningún tipo de amenaza para la comunidad.
Hacienda Manteles: el placer de contemplar las montañas
Antes de la llegada de los españoles, en el actual territorio de la hacienda, habitaban los indios panzaleo. Son innumerables los restos arqueológicos de este cultura que han ido apareciendo y que se exhiben dentro de la hacienda.
Manteles está situada en el sector de Patate, a unos 20 Km de Baños, en los terrenos que alguna vez pertenecieron a la La Hacienda Leito, que fue hogar de los padres jesuitas durante el período de la Colonia, cuando América era parte de la Corona Española con Carlos III como rey. Para los jesuitas, La Hacienda fue una de sus principales residencias y lugar de descanso. A su expulsión, sus posesiones pasaron a cargo del comendador español Baltasar Carriedo y Arce, mientras pertenecía al Reino de Quito. En 1730, a su muerte, pasó a manos de la aristocrática familia española Álvarez y Caza.
En 1928, Marco Antonio Restrepo, empresario nacido en Antioquia (Colombia) llegó al Ecuador y creó una empresa que abasteció de leña a los ferrocarriles ecuatorianos. La empresa le valió el apodo de «El rey de la leña». Al ser tan exitosa su empresa, adquirió las 100.000 hectáreas de la hacienda. El empresario levantó en estas tierras una de las más grandes productoras de trigo, papas, ganado porcino y lanar del Ecuador.
En la actualidad, la hacienda Manteles ha abierto las puertas a los visitantes y ofrece una gran variedad de rutas y senderos que se puede hacer a caballo de la mano de un guía. La observación de pájaros, orquídeas y mariposas, son de las actividades más populares.
Es impresionante la vista que se tiene de las montañas que rodean la hacienda desde cualquiera de las habitaciones, lo que la hace un destino ideal para los fotógrafos.