La gran pregunta del periodismo es por qué nos dedicamos a él. Lo que hacemos está muy claro, somos una especie de «notarios» de la actualidad que trasladan a sus conciudadanos una visión de conjunto sobre lo que está ocurriendo en este instante y sus repercusiones. Se nos acusa de débiles peones frente a las presiones políticas, de narcisismo, de ser unos escritores frustrados. Pero detrás de todo eso, está algo fundamental: la curiosidad por el género humano y toda clase de sentimientos que nos produce la actuación de nuestros congéneres, desde la alegría, el orgullo hasta el miedo. El sentido de deber estar ahí para contar qué pasa y ayudar, de alguna forma, a dar sentido a un mundo tantas veces caótico.
Cada cual tiene sus propios héroes y, para una niña de 9 años que soñaba con ser periodista, Rosa Montero estaba en esa lista de personas extraordinarias a seguir. Porque, sin saber cómo ni importar el tema que trate esta avezada contadora de la realidad, te lo hace comprender a través de la emoción. No en vano estudió también psicología y utiliza muy sabiamente la inteligencia emocional también a la hora de cumplir con su trabajo.
De esta reconocida periodista madrileña — Premio Nacional de las Letras 2017 —, pionera en un oficio tan complejo en ocasiones, lo que más me interesó, más allá de sesudos artículos de opinión que en su época entendía menos, eran sus entrevistas. Básicamente mantienen alerta tu atención porque tienes a un interlocutor que te está dando su tiempo y mucha información sobre su vida: qué está haciendo, por qué, para qué, cómo se comporta o piensa.
Las personas más reconocidas mediáticamente o famosas – que eran pasto de sus interviús- son muy visibles y casi siempre interesantes porque también se convierten en modelos para nosotros en comportamientos, intereses, actitudes, pensamientos. De algún modo, esa persona está dialogando con nosotros a través de las preguntas del periodista. Y que se siente en tu sofá Indira Gandhi, Claudia Schiffer, Margaret Thatcher o Mario Vargas Llosa no es algo baladí. No ocurre todos los días.
La propia Rosa Montero ha reunido una recopilación de aquellas entrevistas que publicaba en el suplemento dominical de El País en un libro más que recomendable titulado El arte de la entrevista. El título no puede ser más definitorio ni estar mejor indicado en este caso. Porque, en realidad, empatizar, escuchar, dejar hablar al otro y sacar de la información que nos da lo mejor para construir un perfil del personaje es todo un arte. Más aún, cuando los egos, el tiempo o la falta de pericia profesional hacen que leamos entrevistas soporíferas o muy pegadas al tema de cuestionario y que no descubren en verdad a la persona real. No nos hacen dialogar con ella como Rosa lo hace, no van más allá hasta hacernos sentir que la reconocemos. Pero también creo que este libro muestra claramente una forma de hacer periodismo muy propia, que está basada en las personas, sus inquietudes, sus acciones e incluso sus cambios de humor o sus dudas. Son las personas las que hacen y también escriben la realidad. Y Rosa Montero es lo suficientemente inteligente para saberlo.
Por eso, y por toda una trayectoria magistral, gracias Rosa.