La tecnología hoy disponible avanza a pasos agigantados. Tanto es así que tecnologías como el wifi, 4G o el bluetooth ya se dan por sentado.
Según el último estudio anual de Mobile and Connected Devices de la IAB, la penetración móvil ha alcanzado el 86% de la población española en 2019. Esto implica que tecnologías aún más avanzadas hayan pasado también a formar parte de nuestra vida diaria.
Así, el 51% de los usuarios móviles en España utiliza la tecnología de reconocimiento de voz a diario, según el mismo estudio.
OK Google, Alexa o Siri entre otros están constantemente escuchando nuestras conversaciones para identificar una llamada a la acción. No solo escuchan nuestras conversaciones 24 horas al día, sino que además graban, almacenan y procesan dichas conversaciones con el objetivo de «mejorar el servicio», aunque no esté muy claro qué quiere decir esto último.
Si queréis saber más sobre el tema, recientemente las firmas responsables de Alexa (Amazon) y Cortana (Google), reconocían públicamente que sus empleados revisan cientos de horas de grabaciones de audio diariamente. Podéis leer más sobre el tema en este artículo publicado por El País.
Otras tecnologías de reconocimiento biométrico, como el reconocimiento facial o facial ID empiezan a normalizarse. Los smartphones de últimas generación como el iPhone XR cuentan con un sistema avanzado de reconocimiento facial que se ha puesto muy de moda por la creación de emoticonos personalizados o la capacidad de desbloquear el teléfono.
Todos somos conscientes de las ventajas que estas tecnologías ofrecen. La facilidad de realizar tareas usando solo la voz y el tiempo de ocio usando aplicaciones que utilizan reconocimiento facial. Sin embargo, lo que no está tan claro es cómo utilizan las empresas la cantidad ingente de datos personales que recogen a través de nuestros dispositivos a diario.
¿Qué hace Amazon con las cientos de horas de conversaciones grabadas por Alexa? ¿Cómo almacenan las aplicaciones móviles la información facial que recogen? ¿Está la legislación actual capacitada para garantizar la seguridad y privacidad de los usuarios? ¿O estamos siendo víctimas de un abuso generado por una legalidad obsoleta y la falta de conocimiento sobre el procesamiento de nuestra información?
Nuestros datos personales, la nueva moneda de cambio
Los dispositivos conocidos como wearables, las fitband o el Apple Watch, recogen, almacenan y procesan información en tiempo real sobre nuestro comportamiento: cuántos pasos damos al día, cuantas calorías consumimos, la distancia recorrida, frecuencia cardíaca, algunos incluso monitorizan los ciclos de sueño.
Esta información que es obtenida de manera gratuita durante un periodo continuado de tiempo por distintas compañías, tiene un valor incalculable para empresas farmacéuticas, laboratorios y aseguradoras de salud, que podrían utilizar esta información para beneficio propio, por ejemplo, encareciendo las tarifas mensuales en aquellas personas que cumplan cierto patrón sedentario o lleven una alimentación rica en carbohidratos saturados.
El problema viene cuando los usuarios no son conscientes de la información que ceden a las empresas. Las políticas de privacidad no siempre son claras y accesibles. Además muchos usuarios no se molestan en leerlas, haciendo clic en aceptar directamente para poder acceder al servicio deseado.
La próxima vez que tengáis que aceptar una política de privacidad y uso por parte de una aplicación móvil, especialmente si se trata de una aplicación gratuita, paraos a pensar: qué información privada, única y personal estoy cediendo a esta compañía y para qué podrían usarla.
Para aquellos lectores más curiosos que quieran ampliar su conocimiento sobre este tema, destacar el libro de Paloma Llaneza: Datanomics: Todos los datos personales que das sin darte cuenta y todo lo que las empresas hacen con ellos.
Datos biométricos: ¿La dictadura del futuro?
Las Naciones Unidas ha denunciado en varias ocasiones, la última en 2018, que existen indicios que indican que China emplea tecnología de reconocimiento facial para identificar a personas de la etnia uigur, que luego son detenidos y trasladados a campos de «reeducación».
Según un informe presentado por la ONU en 2018, China ha llevado a cabo masivas detenciones de uigures en campos de «reeducación política», donde hasta un millón de personas podrían haber sido detenidas «bajo la excusa de luchar contra el terrorismo y el extremismo religioso», según una cita del Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial.
Stephanie Hare, investigadora y reportera de la BBC y ponente en la última edición del DataFest-19 que tuvo lugar el pasado mes de marzo en Edimburgo, denunciaba el peligro que supone para la seguridad de los ciudadanos el que una Administración, como China, tenga acceso a datos biométricos que puedan ser utilizados para identificar y perseguir a individuos de una etnia concreta.
Lo cierto es que en un grado menor o mayor, la mayoría de los Estados actuales cuentan con la tecnología para identificar a los ciudadanos.
Según este artículo publicado por El País , es esta misma preocupación por la privacidad y seguridad de los ciudadanos la que ha llevado al Ayuntamiento de San Francisco a prohibir el uso de reconocimiento facial en las calles.
El Guardián de la tecnología
Melissa Terras, profesora de Patrimonio Cultural Digital en la Universidad de Edimburgo, que también participó como ponente en el DataFest-2019, remarca la importancia de crear grupos donde trabajen no solo ingenieros o informáticos capaces de idear estas poderosas tecnologías, sino también profesionales del campo de la sociología, filosofía y ética y el mundo legal; profesionales que cuestionen el potencial y peligro de estas tecnologías, no con el objetivo de limitarlas, sino de asegurar que en cada paso hacia el progreso se respetan los derechos de seguridad y privacidad, así como de crear mecanismos para prevenir abusos.
En definitiva, la tecnología va a seguir avanzando y ciertas tecnologías como la móvil, reconocimiento de voz o geolocalización (GPS) ya están embebidas en la vida diaria de la gente. Por eso es fundamental que nos aseguremos de que las empresas (públicas o privadas) hacen un uso ético y respetuoso de nuestra información.
Se trata no de dificultar el desarrollo de nuevas tecnologías, sino de asegurar que, en paralelo a este, también se desarrolla el marco legal y ético necesario para proteger a los ciudadanos.