Andrei Soldatov, director del medio de comunicación ruso Agentura, explica al diario El País que la estrategia de desinformación fue empleada por Putin inicialmente en su propio país y tuvo en Ucrania su primer gran éxito internacional, coincidiendo con la guerra que acabó con la anexión de Crimea, en 2014. A partir de entonces, Moscú extendió su actividad hacia el Oeste; de hecho, Soldatov atribuye el inicio de la manipulación rusa a escala internacional a la concepción que Putin tiene de su país como una «fortaleza sitiada por Occidente».
Las interferencias en el referéndum del brexit, las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos y la crisis secesionista en Cataluña (España) se cuentan entre estas operaciones, según informa el mismo periódico. «La finalidad de las campañas no es convencerte de algo, por ejemplo de que Cataluña debe ser independiente. Su verdadero objetivo es confundir a todo el mundo y hacer que desconfíes de las instituciones democráticas. Así que pueden difundir toda clase de historias completamente descabelladas, porque la meta no es que la gente se las crea, sino que todo el mundo acabe confundido», declara Soldatov.
«Hoy en mi país nadie confía en el Parlamento, ni en los dirigentes de la oposición política, ni en los periodistas. Y eso facilita a Putin ejercer el control, porque cuando tienes una sociedad tan confundida a la población solo le queda el líder fuerte, sin nada en medio».
Soldatov afirma que estas factorías de noticias falsas surgieron hace años como consecuencia de la decisión del Kremlin de «externalizar las operaciones sensibles en Internet». No forman parte de las agencias de inteligencia y seguridad, ni del Ejército, lo que permite al Ejecutivo ruso negar su responsabilidad directa en la actividad. Pero están dirigidas por personas muy cercanas al Kremlin, disponen de abundante financiación y centenares de empleados, organizados en departamentos dirigidos a diversas audiencias del mundo, señala el periodista.
El mismo periodista también resalta que las primeras víctimas digitales del presidente fueron sus propios ciudadanos y la en su día floreciente industria de Internet rusa. «Prácticamente ningún otro país del mundo fue capaz de generar empresas que compitieran en sus mercados con compañías como Google y Facebook, y Yandex y VKontakte lo lograron respectivamente».
En este sentido, grandes firmas norteamericanas como Google, Facebook y Twitter se encuentran en el punto de mira del presidente ruso, «De momento se han negado a trasladar sus servidores a Rusia, lo cual es bueno, porque significa que los servicios de seguridad rusos no tienen acceso a los mismos. A veces transigen y quitan algún post o algún vídeo a petición del Gobierno ruso, pero están intentando aguantar la presión», mantiene Andrei Soldatov.
Peor perspectiva tiene por delante Telegram, que ha sido conminada a entregar sus claves de encriptación al Servicio Federal de Seguridad, el FSB, heredero de la KGB. Telegram, la aplicación de mensajería más utilizada en Rusia, de momento se niega y está defendiendo su postura en los tribunales.
Por su lado, el eurodiputado español Esteban González Pons, junto con otras voces, advierte que «las noticias falsas son un instrumento que los enemigos de la democracia usan para que fracase Europa. Necesitamos una normativa que proteja a la democracia de las noticias falsas. Ningún país podrá luchar contra este problema en solitario, necesitamos una normativa europea».
Sin embargo, la Comisión Europea, la única que puede proponer legislación europea, renuncia a sugerir leyes para proteger los procesos electorales en los países miembros, confiando en su lugar en programas educativos y en la autorregulación en las redes sociales, sin una sola medida punitiva.