En los temas acerca de sionismo, Israel, Medio Oriente, sociedad israelí y sus características, conflicto árabe—israelí, existe demasiada ignorancia y mucho prejuicio. Hay posturas ideológicas que en lugar de promover visiones basadas en los hechos la hacen desde la desinformación e ignorancia. De aquí nace el presente análisis que, si bien es una fuerte crítica a la muy polarizada sociedad israelí y a los diversos Gobiernos de Israel, especialmente de Netanyahu, también pretende ser un aporte constructivo a estos temas.
Estos análisis no están dirigidos a quienes alimentan los odios y el conflicto en esa zona, los que dividen al mundo entre «amigos y enemigos», sino a quienes anhelan que alguna vez llegue la paz. Sin duda alguna que eso también pasa por el esfuerzo que Israel haga para mejorar su institucionalidad, que tendría un gran efecto positivo y esperanzador en quienes anhelan que de una vez por todas ese conflicto desaparezca.
De allí mis reflexiones que comparto con mis lectores y que necesariamente parten con la Declaración de Independencia de Israel, que da grandes luces de esperanza.
Quien lea dicha Declaración, fechada el 14 de mayo de 1948 (se puede consultar aquí), se encontrará con un documento que proclama el claro derecho de que el pueblo judío tenga su lugar en el mundo donde pueda ejercer su autonomía a objeto de garantizar su existencia como pueblo junto a sus tradiciones, lo que durante los 2.000 años anteriores no estuvo garantizada.
De hecho, pocos años antes de esa fecha, se evitó que se consumara el esfuerzo del nazismo en cometer genocidio respecto de los judíos y de no haber perdido la Segunda Guerra Mundial, seguramente lo habría logrado.
El sionismo, como movimiento político laico, es una organización que se esforzó en conseguir para el pueblo judío un «Hogar Nacional» dentro del territorio denominado Palestina por parte del Imperio Romano, lugar al que está ligado desde lo histórico, geográfico, poblacional, espiritual y ancestral, de manera de poder recuperar la autonomía que garantice su existencia. Y el resultado de ese esfuerzo de casi un siglo es el nacimiento del estado de Israel.
La descalificación y demonización del sionismo es producto de la ignorancia y del prejuicio; pero también es el producto de asumir que los errores y «deudas» de los Gobiernos israelíes son «producto del sionismo», lo que es un error garrafal y gravísimo en sus consecuencias.
El sionismo no tiene nada de racista, ni de apartheid como malévolamente se suele afirmar a través de los medios. Es una solución política práctica a un tema que como es y lo fue el antisemitismo (o judeofobia), se hizo insostenible en este mundo.
Cuando yo nombro al sionismo lo menciono en lo que es, en sus bases ideológicas y valóricas esenciales y no en lo que la gente“piensa o cree que es desde su ignorancia y prejuicios, sin haberse informado adecuadamente. El antisionismo es actualmente un nuevo modo de antisemitismo, o más bien una judeofobia actualizada.
Hacer notar las deficiencias, errores y defectos que como país ha tenido y tiene Israel no puede confundirse con demonizar al sionismo. Cualquier ciudadano del mundo tiene el legítimo derecho de criticar la grave falta de Institucionalidad que muestra Israel, (o los serios defectos de su Institucionalidad), lo que yo haré a continuación en este análisis a la luz de las tareas que deja la Declaración de Independencia de Israel (en adelante, «la Declaración»). Esas deficiencias son parte de una deuda que tienen los diversos gobiernos israelíes y nada tienen que ver con el ideario sionista que está claramente reflejado en la Declaración de Independencia de Israel.
Dicha Declaración nos muestra que los líderes fundadores eran seres de gran nivel valórico y tremenda calidad humana: preclaros, laicos y prácticos sionistas, lúcidos demócratas, convencidos de la necesidad de una institucionalidad que asegure un Estado moderno que refleje a cabalidad la idea de país de sus líderes fundadores, pacifistas de corazón.
Me referiré a algunos párrafos textuales de dicha Declaración que demuestran lo que afirmo acerca de sus líderes:
- Del profundo espíritu sionista
«El Estado de Israel permanecerá abierto a la inmigración judía... estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel...».
- De ser lúcidos y convencidos demócratas
«[El Estado de Israel] asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones, y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas».
- De estar convencidos acerca de la necesidad de una institucionalidad que asegure un Estado moderno que refleje a cabalidad la idea de país de sus líderes fundadores
«Declaramos que, desde el momento en que termina el Mandato, esta noche, víspera de shabat, el 6 de iyar, 5708 (14 de mayo, 1948) y hasta el establecimiento de las autoridades electas y permanentes del estado, de acuerdo con la constitución que habrá de ser adoptada por la Asamblea Constituyente a ser elegida, a más tardar el 10 de octubre de 1948, el Consejo del Pueblo actuará en calidad de Consejo Provisional del Estado y su brazo ejecutivo, la Administración del Pueblo, será el Gobierno Provisional del Estado judío, que se llamará 'Israel'».
- De ser profundos pacifistas de corazón
«Extendemos nuestra mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente».
Los tres primeros aspectos relacionados con la misión sionista del país, de su esencia profundamente democrática, y de la necesidad de una Institucionalidad adecuada que garantice las características deseadas para el país, sólo dependen del mismo Israel: de sus ciudadanos y de sus líderes.
El cuarto aspecto, relacionado a la vocación pacifista de Israel, no depende totalmente de sí mismo.
Hagámonos algunas preguntas que son importantes para seguir ubicándonos en este tema:
a) ¿Por qué Israel en la práctica pasa a ser un país que institucionalmente ha de ser «diferente» a otros?
Porque tiene, desde sus orígenes, una doble característica esencial:
- Tiene la misión de amparar y proteger al pueblo judío, y
- Al mismo tiempo, ha de ser un país democrático.
El contexto de lo que es la realidad de Medio Oriente nos muestra que existen fuertes divisiones político religiosas dentro del mundo musulmán que es gran mayoría poblacional en esa zona, donde abundan las guerras civiles y la predisposición a no resolver los conflictos de modos pacíficos, donde la predisposición a la violencia y a gobiernos autoritarios es muy fuerte.
En dicho contexto, no era posible la formación de «un solo país en la Palestina» donde musulmanes, judíos y diferentes credos hubiesen convivido pacíficamente como a muchísimos de nosotros nos habría gustado. Un país así simplemente no habría tenido ninguna posibilidad de subsistir en el tiempo y la posibilidad de que el pueblo judío lograse en esas condiciones una garantía de subsistencia y amparo habría sido prácticamente imposible.
De allí que la Resolución de la ONU de recomendar la formación de dos Estados autónomos era muy atinada. Sin embargo, la ONU también es responsable en buena medida del actual conflicto árabe-israelí.
Veamos de manera sintética por qué existe responsabilidad de la ONU en este conflicto.
b) ¿Por qué estalla el conflicto entre árabes e israelíes apenas se crea el Estado israelí y se da a conocer la Declaración de Independencia?
Porque la ONU, a pesar de la lúcida decisión de que se debía constituir un Estado autónomo como Israel y otro Estado autónomo en el resto del territorio de la partición aprobada por ese organismo, cometió dos gravísimos errores:
Nominó a los dos países que debían crearse en 1948 como uno «judío» y otro «árabe», sin aclarar que quería significar con esas nominaciones. La falta de significación de esos términos lleva a una enorme confusión ya que un país «judío» podría interpretarse como un país que sea «sólo para los judíos», lo que impediría de hecho tener una democracia para todos sus ciudadanos, cualquiera sea su credo o característica si se interpretara también que los judíos tendrían cierto tipo de privilegios ante el resto de los ciudadanos. Por otra parte, al señalar un país «árabe», tampoco definieron qué es lo que deseaban significar con ese término.
Lo que debería haber definido la ONU, a mi entender, es la creación de dos Estados con las siguientes características:
un Estado democrático en el más amplio sentido con la misión de amparar y proteger al pueblo judío y sus tradiciones, y
un Estado democrático para todos los habitantes de cualquier origen, credo o característica que habiten fuera de los límites del primer Estado.
Es decir, se creaban dos Estados democráticos y uno de ellos con una misión específica.
La ONU se equivocó además al no haber obligado a la Autoridad Británica a cargo del territorio previo a la partición, a asegurar la formación de ambos estados (definidos adecuadamente) y a defenderlos de posibles invasiones de países extranjeros que los desearan hacer desaparecer.
La Autoridad Británica hace abandono del territorio sin tomar responsabilidad alguna respecto del mismo y adquiriendo también de ese modo un alto grado de responsabilidad en el estallido del conflicto. La ONU tampoco le entrega esa tarea de proteger la formación de ambos países al momento de aprobar la partición. Un terrible error y una grave falta de prolijidad para asegurar que su Resolución se cumpla en la práctica en lugar de ser como la mayoría de ellas pura retórica, lo que ha tenido gravísimas consecuencias hasta la actualidad.
No hay que olvidar que al día siguiente de la Declaración de independencia del Estado de Israel en el territorio asignado por el Plan de la ONU para la partición de Palestina de 1947, se produce efectivamente una invasión de países foráneos al territorio que se recomendó la partición: cinco Estados árabes (Líbano, Siria, Transjordania, Irak y Egipto), inconformes con dicho Plan de partición y con el nacimiento del Estado de Israel, le declararon la guerra al naciente Estado e intentaron hacerlo desaparecer.
En la guerra intermitente que tuvo lugar durante los siguientes 15 meses (con varias treguas promovidas por la ONU), Israel conquistó un 26% adicional del territorio asignado originalmente que era parte del antiguo mandato británico, mientras que Transjordania y Egipto ocuparon la parte restante destinada por la ONU al Estado árabe-palestino: Egipto ocupó Gaza mientras Transjordania se anexionó Cisjordania y Jerusalén Este, refundando su país con el nombre de Jordania.
La guerra provocó miles de desplazados en ambos sentidos: árabes de la zona israelí fueron obligados a desplazarse a las vecinas Gaza y Cisjordania, y también a otros países árabes más alejados, dando origen al problema de los refugiados palestinos, que todavía hoy perdura.
En la zona israelí quedaron unos 100.000 árabes, que adquirieron la nacionalidad israelí y que, en general, gozaron de los derechos plenos de ciudadanía a partir de 1950, incluyendo su incorporación al Ejército en el caso de los drusos.
A la ONU, en este tema del conflicto árabe-israelí, le faltó prolijidad, tal como con tanta frecuencia le ha ocurrido en este mismo conflicto. Si la ONU hubiese sido más prolija en su actuar se podría haber evitado todo lo que ocurrió en esa época y quizás el actual conflicto no habría existido y tendríamos una muy diferente situación en esa zona.
Volviendo al tema de la Declaración de Independencia de 1948 y de los cuatro desafíos que plantea, tres dependen sólo de los líderes israelíes y de sus ciudadanos:
- Su misión de proteger al pueblo judío y sus tradiciones,
- Tener una democracia del mejor nivel posible y
- Tener una adecuada institucionalidad que garantice que se cumplan los anteriores requerimientos.
El cuarto desafío, el poder concretar su espíritu pacifista de corazón logrando un tratado de paz con todos sus vecinos, sólo depende parcialmente de Israel ya que hay mucho que ha dependido y sigue dependiendo también de sus vecinos.
En el próximo artículo completaremos el presente análisis.