Es cierto que no todo lo que parece, es; ni todo lo que es, es lo que parece.
Tampoco en la normalidad de los días sabemos apreciar lo que tenemos frente a nosotros y, simplemente, cuando no lo tenemos es como si nos faltara el aire.
¿Es lo que tenemos? ¿Es lo que queremos? Depende siempre para quién o cuál.
Te despiertas, te levantas como si nada tal cosa y haces la cama.
Abres la ventana y, simplemente, miras…
Me siento dueño de estos cielos que veo, de este viento y este amanecer u ocaso del día. Lo comparto con todo aquél que quiera sentir esa propiedad universal, que es adueñarse de la belleza de lo natural. No todos lo valoran ni todos lo quieren.
En ocasiones solo tenemos que salir del entorno urbanita, salir de la ciudad para apreciar aquello que se nos ofrece de forma gratuita como lo más valioso de la tierra.
Sales de la ciudad al encentro con lo humilde, que va quedando en los pueblos inacabados que no crecerán más, simplemente decrecerán de almas al calor de esas lumbres que ya en este tiempo imperan.
Sales de la ciudad espesa donde todo pasa, todo se confunde, todo te pierde y de pronto te das de bruces con el campo; con ese campo nuestro en el que un vómito de viento frío te hace volver a la realidad, esa realidad que nunca se va porque siempre está.
Caminas y reflexionas. Te das cuenta de que tenemos demasiado apego a las cosas. Eso nos llena de sufrimiento y termina por convertirse en un obstáculo en nuestra felicidad.
El ego es nuestro peor enemigo, lo dice la experiencia.
El ego es el autor de todas y cada una de nuestras desgracias.
¿Acaso sabemos qué estamos haciendo con nuestras vidas?
¿Sabemos de nuestras prioridades?
¿Hemos decidido qué podemos hacer con el tiempo que nos queda por vivir?
¿Tenemos claro qué queremos?
Vemos a los demás y les juzgamos o criticamos por sus decisiones. Pero ¿nosotros tomamos decisiones para nosotros?
La confusión en las ideas y pensamientos provoca incertidumbres.
Las incertidumbres suelen convocar la ansiedad y la ansiedad te produce falta de respiración y bloqueo.
Son síntomas claros de no estar en equilibrio. Cuando se está en equilibrio todo debate intelectual se resuelve con acierto, la mayoría de las veces.
No es bueno ni aconsejable tomar decisiones en momentos de confusión o incertidumbre. Uno se deja llevar por la pasión e igual que puede acertar puede volverse a equivocar.
En casi todas las decisiones el corazón tiene un importante componente de irracionalidad y subjetividad; aunque siempre he pensado que una decisión equivocada, tomada junto al corazón, siempre es menos equivocada que una decisión dirigida desde un subconsciente envuelto en creencias limitantes.
Vuelvo a mis controversias sobre el Yo. Reflexiones que me llevan de un lado a otro tratando de encontrar la esencia del ser. Cada uno la suya.
Creo es fundamental examinarnos diariamente. Analizarnos y prestar atención a nuestro yo. Estar atentos a nuestros pensamientos, a qué nos ilusiona, motiva o desmotiva. Todo, finalmente, se refleja en el exterior. Todo es cambio y mejora personal. Todo es posible.
Nuestro yo de ayer es totalmente distinto a nuestro yo de hoy. Darnos cuenta de nuestra transitoriedad debería hacernos pensar en el no aferramiento a las cosas, en el no tener y llevarnos más hacia el vivir. No llegamos a vivir el presente pensando que mañana será mejor que hoy.
Todo es control en nuestras vidas, todo es confusión y todo es incertidumbre porque pensamos más en mañana que en hoy.
Cuando despierto me doy cuenta de todo esto y me abruma.
Debemos plantearnos objetivos básicos que nada tengan que ver con el 'ser y el tener', sino con mi Ser.
Deberíamos marcar una prioridad en nuestras agendas: Nosotros.
Nuestro subconsciente determina el 90% de nuestra vida. Y nuestro subconsciente lo forman nuestras creencias, y nuestras creencias condicionan nuestros actos. Por lo tanto, es responsabilidad nuestra cambiar nuestro subconsciente para provocar los cambios que necesitamos en nuestra vida.
Al cielo hay que mirarlo siempre, aunque parezca que la espesura de las nubes no vayan a dejarnos ver nunca ese hermoso sol que se esconde. El sol está ahí, más o menos oculto, pero está cada día.
«Empezar el día decididos a ser felices le pone condiciones a las circunstancias, en vez de ser nosotros condicionados por ellas».
(Ralph Waldo Emerson)
Me he encontrado en estos días, como si de un tesoro se tratara, con uno de esos textos que no sólo me ha hecho reflexionar, sino que me lo guardo para utilizar en mis charlas y dedicárselo a una de esas personas que quiero con orgullo de ser: mi hijo.
El texto es de William H. McRaven. Imagino que la gran mayoría, como yo hasta la fecha, se preguntarán que quién es este tipo.
William H. McRaven es almirante de la Armada de los Estados Unidos y ha pasado de héroe militar de los Navy Seal a gurú del coaching gracias a un discurso que dio en la Universidad de Texas.
Pues bien, McRaven era jefe de las Fuerzas Especiales estadounidenses durante la operación Neptune Spear (Tridente de Neptuno). Fue el responsable de coordinar a los* Navy Seal* (Team 6) que, junto con la CIA, mataron al terrorista más famoso del mundo, Osama Bin Laden, en un dispositivo del que no se sabe casi nada más de lo que nos han querido contar y que, por supuesto, no deja de tener sombras, como todo aquello que no se cuenta del todo.
Hoy, tras levantar, abrir la ventana y hacer la cama, acompañado en mis instantes de gratitud por volver a tener un día en forma de oportunidad, leía el siguiente texto:
«Hacer la cama todas las mañanas supone completar con éxito la primera tarea del día. Ese gesto tan sencillo os dará una pequeña razón para sentiros orgullosos y afrontar la siguiente tarea del día, y la siguiente... Al final del día, esa primera pequeña tarea se habrá convertido en muchas tareas completadas. Hacer la cama es una forma de recordar la importancia de los pequeños detalles de la vida. Si no sois capaces de hacer bien las pequeñas cosas, tampoco seréis capaces de hacer bien las grandes. Por otra parte, si vuestro día ha sido horrible, al menos, cuando volváis a la cama, la encontraréis hecha con la promesa de que mañana será mejor. Si queréis cambiar el mundo, empezad por haceros la cama».
Me ha parecido impresionante. Un párrafo, un texto, que todos y cada uno deberíamos leer y memorizar para que no se nos olvide ni al despertar, ni al terminar el día mientras retiramos esas sábanas para meternos en la cama para reposar.
¿Quién hace tu cama? Muchos, la gran mayoría, hacen la suya. Sin duda, sin saber, que tal vez sea el primer reto al que nos enfrentamos nada mas levantar.
Nos hace grandes la gratitud.
Nos hace conseguir cada uno de nuestros objetivos la constancia, la perseverancia y la disciplina.
Nada nos es un regalo.
Nos dieron la vida. Eso sí es un regalo.
Nos dan una oportunidad cada día de ser mejores y cambiar aquello que vemos no funciona bien en nuestras vidas.
No somos perfectos. No hay nadie perfecto.
Nos permiten mejorar cada día porque cada día, cuando abrimos los ojos, podemos seguir siendo el que somos o podemos mejorar y cambiar.
No vale el lamento ni la queja.
Somos responsables de nuestros actos. Tenemos una responsabilidad para con nosotros: cumplir con ser cada día mejor y cumplir con cada una de las tareas que tenemos encomendadas para así no solo llegar a esa meta que nos hemos establecido sino que, también, crear una sociedad mejor para todos.
Abrir la ventana, contemplar estos cielos, respirar, y seguir caminando mientras disfrutamos, con gratitud, de la belleza de lo que se nos ofrece cada día.