El tiempo en que vivió Beethoven (de 1770 a 1827), fue la época de la Revolución de Estados Unidos y de Francia, procesos que estimularon a escritores, historiadores, poetas, y músicos a componer sobre esos hechos. A ese respecto él decía: todos sufrimos el impacto de esas grandes gestas, ya que nos alertaron a que el pueblo debía gobernarse a sí mismo. El músico alemán incluso le dedicó su tercera sinfonía a Napoleón Bonaparte llamándola Bonaparte, por considerarlo libertador de Europa; pero cuando se convirtió en emperador traicionando los ideales de la gente, le retiró el nombre y hizo arreglos y la intituló Eroica (Heroica en español). Tenía gran admiración por los dos más grandes músicos de su tiempo, Hayden y Mozart, pues consideraba que le dieron conocer a Europa y al mundo su música, que era un lenguaje sin barreras.
Beethoven tuvo muchos problemas y tristezas en su vida; él señalaba que sobre todo sufrió durante su infancia, debido al trato y conducta de su padre, un músico mediocre, y alcohólico, que se gastaba todo su salario en vino, y trataba muy mal a su madre, a sus hermanos y a él. Lo obligaba a tocar el clavicordio sin parar pretendiendo que fuera un niño prodigio como Mozart. Pero Beethoven no era Mozart, como él mismo reconocía, aunque aprendió a tocar el clavicordio a los 4 años y a los 8 el piano y dio algunos conciertos ante la nobleza. Pero tuve que dejar la escuela y trabajar en una orquesta para llevar ingresos a su familia. No fue sino a la edad de 15 años que se le comenzó a reconocer como pianista y le publicaron tres sonatas para piano que dieron inicio a su prestigio como compositor.
El príncipe elector de Bonn, después de escuchar al joven Beethoven, decidió ayudarlo y lo envió a Viena con Mozart para que fuera su maestro. Llegando a recibir clases cuando éste tenía 31 años. Mozart escuchó tocar y componer a Beethoven, cuando este tenía 16 años y les dijo a sus amigos: «Pongan atención, este joven logrará que el mundo lo conozca algún día». Lamentablemente Beethoven no se quedó con él, debido a que lo llamaron, porque su madre se moría y entonces se regresó a Bonn. Cuando finalmente pudo volver a Viena, Mozart había fallecido. Él se quedó entonces en Viena, donde los nobles le abrieron sus puertas y tuvo la suerte de que la baronesa Breuning, gran aficionada a la música, lo acogiera en su hogar y lo relacionó con la sociedad de la época. Además, el príncipe Lichnowsky, debido a la pobreza de Beethoven, lo llevó a su palacio y le asignó, en unión con otros mecenas, una pensión mensual, la cual permitió por años dedicarse a tocar y sobre todo a componer (algo que Mozart nunca consiguió).
En Viena continuó su carrera de pianista y de director de orquesta, con lo cual obtenía otros ingresos para vivir, pero no pudo continuar en ambas actividades, aunque lo intentó, porque la sordera, que al principio era leve, se agravó. La sordera le impedía escuchar la música incluso lo que tocaba y se equivocaba o hacía equivocarse a la orquesta; pero, como dicen, no hay mal que por bien no venga: tal vez eso le permitió dedicarse exclusivamente a la composición.
Lamentablemente como suele suceder a los sordos por las dificultades para interrelacionarse, le apareció un mal genio que nunca lo abandonó y además se dice que era un soberbio y mal agradecido con los amigos, pero pese a ello el príncipe y sus amigos cercanos se acostumbraron a sus extravagancias y mal genio y me perdonaban todo. El colmo de su conducta de mal agradecido le causó un distanciamiento con su mecenas y amigo, eso lo alejó del príncipe Lichnowsky. Una noche, éste tenía como invitados a unos oficiales del ejército de Napoleón y fue personalmente a pedirle a Beethoven que tocara unas piezas. Él se negó y lo peor fue que dejó el castillo donde vivía. Y como si fuera poco, en el colmo de la injusticia y malacrianza, al día siguiente le envió una carta donde le decía. «Lo que es usted príncipe, lo es por casualidad. Lo que soy yo, lo soy por mí mismo. Príncipes ha habido miles, pero Beethoven solo hay uno». Con esta ofensa gratuita e inesperada acabó la amistad con quien sólo bondad y dinero le había proporcionado. Luego se arrepintió de su conducta, pero el mal ya estaba hecho y todo Viena se enteró.
Afectado por su sordera se pelaba con todo el mundo al extremo de cambiar de casa o pensión 60 veces por pelearse con los dueños, y, además, con sus amigos. Ya en esa época se había vuelto gruñón y taciturno, y no deseaba la compañía de nadie, pues no entendía nada: aquí vemos, que le faltó una esposa y un hogar donde refugiarse, pero Beethoven fue un soltero empedernido que siempre amó a las mujeres, pero no tuve suerte en el amor, posiblemente debido a que su figura no era agraciada; era de baja estatura, moreno, de modos rudos para el trato y mal carácter, además, como ya desde los 25 años tenía zumbidos en los oídos y comenzaba la sordera, todo eso no lo favoreció y probablemente de ahí su mal carácter que, insisto, es frecuente en los sordos.
A Beethoven, se le acreditan más de 200 composiciones, su música era considerada más seria y profunda que la de Hayden o Mozart, y las orquestas tuvieron que emplear nuevos instrumentos. Sus composiciones obligaban a usar gran cantidad de instrumentos de cuerda, de madera y viento. Él trató de expresar en ella los problemas de la vida y sus goces, y se le consideró el primer romántico; abarcó todos los géneros musicales incluyendo óperas, conciertos y sinfonías. El 29 de noviembre de 1814, Beethoven proyectó su figura internacionalmente debido a que el Congreso de Viena, organizado por todos los estados europeos posterior a la derrota de Napoleón, dirigió la séptima sinfonía y una obra, La batalla de la Victoria, dedicada a quienes derrotaron al emperador. Eso popularizó su música y le produjeron mucho dinero, a tal grado que pudo ahorrar una suma importante, lo que le garantizaba una vejez sin problemas económicos, pese a ello insistía que era una persona pobre y llena de necesidades.
Beethoven, al igual que Mozart, abordó todos los géneros musicales y lo hizo bien o extraordinariamente bien. Chopin solo se dedico al piano. Wagner a la ópera y Bach a la música de cámara. En su tiempo, la música de Ludwig trascendió a los salones de la nobleza y de los amantes de la música clásica para llegar a todo el pueblo, el cual pudo apreciar muchas de sus composiciones en los teatros de toda Europa. Beethoven usaba la orquesta entera en sus grandes composiciones, con plena participación de los instrumentos de cuerda, los de madera y viento, las trompetas, los timbales, etc. Su música no estaba meramente compuesta para la nobleza, la iglesia o para entretener, sino que incluía en ella mensajes significativos de la vida humana. Los músicos se dieron cuenta que estaban en presencia de un genio innovador y que debían aprender mucho.
Una época sórdida de su vida fue la adopción de un sobrino. Su relación con sus dos hermanos era mala, pese a que cuando joven y tenía necesidad de dinero le habían ayudado. Uno de ellos al morir le dejó la tutela de su hijo, compartida con la madre, por lo que Beethoven mediante una disputa legal se adjudicó al niño de 12 años. En su inexperiencia con niños, no entendía que era un desconocido para el niño y no aceptaba que éste quisiera estar también con su madre. Por esa razón éste se escapaba a ver a la madre. En otra disputa legal, los jueces devuelven el niño a la madre, ya que se probó que el van holandés que usaba Ludwig van Beethoven no era nobleza, sino un agregado puesto por él para aparentar. Insiste Beethoven y vuelve a un nuevo juicio, que le devuelven la potestad de educarlo, pero ya era un joven bribón que se comportaba mal y trataba de explotar al genio. Cuando tenía 20 años como seguía sin querer a Beethoven se trató de suicidar, no lo logró y eso los distancia más. Después de este incidente el músico quedó sentimentalmente herido de muerte, pues se daba cuenta que jamás tendría en él a un hijo como siempre ambicionó; a raíz de ello se distancian aún mas y la salud de Beethoven comenzó a empeorar muriendo tiempo después muy amargado.
El momento culminante y más emocionante de su carrera tuvo lugar el 7 de mayo de 1824 en el Theater am Kärntnertor de Viena, cuando no se dio cuenta por su sordera de que el movimiento coral final de 26 minutos de la novena sinfonía acababa de finalizar y en su final las voces del coro «proclamaban la hermandad entre todos los hombres de la Tierra». Él se encontraba cerca del director de la orquesta, dándole la espalda al público y ya finalizada la sinfonía el público le tributó una gran ovación a la orquesta y al compositor, y tuvieron que darle vuelta para que viera cómo todas las personas que llenaban la sala aplaudían y gritaban atronadores bravos, y para que Beethoven se diera cuenta de su triunfo, el público lleno la sala con pañuelos blancos agitándolos; ahí supo este sordo que había vencido en su lucha contra la naturaleza, la cual lo había dejado sin poder escuchar lo que componía, y sin embargo, brindaba la mejor música a los oídos del mundo.
Al cuerpo de Beethoven se la practicó una autopsia (en 1821 estuvo con ictericia o color amarillo de la piel con cansancio y dolores abdominales), la autopsia mostró una cirrosis descompensada del hígado que le causó la muerte y la ascitis que tantas molestias le dieron. A sus funerales que forman parte ya de la leyenda, asistieron miles de ciudadanos de Viena, incluyendo la aristocracia, hubo una misa en la catedral de san Esteban y de ahí llevando a enterrar, entre los acompañantes se encontraba Schubert el famoso músico, quien hizo amistad con él al final de su vida.
El testamento de Beethoven dirigido a sus hermanos y que nunca fue enviado, sino encontrado después de su muerte, tiene algunos fragmentos que se anotan, pues permiten conocer el carácter y los sufrimientos de él en vida.
«Oh vosotros, hombres que me consideran lleno de odio, loco o misántropo, cuán injustos sois conmigo. Vosotros no sabéis la razón oculta de que parezca así. Desde mi infancia, mi alma y mi corazón se inclinaron siempre al dulce sentimiento de bondad y siempre dispuesto a realizar las más grandes acciones, pero daos cuenta de mi terrible estado desde hace seis años (se refería a su sordera y a su estado general), empeorado por médicos sin discernimiento, engañado año con año con la esperanza de mejorar para al final admitir tener una enfermedad crónica y con pocas posibilidades de curación.
Siendo por naturaleza de temperamento activo y apasionado, incluso aficionado a la vida de sociedad, hube de apartarme de los hombres desde muy pronto para hacer una vida solitaria.
No podía decir a los hombres: «habladme más alto, gritad, soy sordo». Cómo hubiera podido revelar la debilidad de un sentido que debiera ser en mí más que en nadie perfecto.
Por lo tanto perdonadme, vivo apartado, cuando quisiera estar en compañía.
Mi desgracia es doblemente penosa, puesto que a ella le debo que se me juzgue muy mal. Me esta vedado encontrar alivio en la sociedad, en las conversaciones apacibles, en las mutuas efusiones... Si me acerco a un grupo me sobrecoge el temor de que puedan darse cuenta de mi estado.
Es el arte, solo el arte, lo que me ha contenido, me parecía imposible dejar este mundo sin realizar todo aquello que yo comprendía me había sido encomendado. ¡Dios mío! Tú que penetras desde tu altura en el fondo de mi corazón. Tú lo conoces y sabes que está henchido de amor hacia los hombres y deseo hacer el bien. Sabed hombres, si algún día leéis esto, que habéis sido injustos conmigo».