Cuando se realizan análisis concentrados solamente en un concepto de posesión o dominio territorial, la lucha de grupos sociales, etc. se comete el error de concentrarse en un aspecto superficial como lo es el denominado «materialismo histórico» de Gueorgui Plejánov, quien a su vez tomó los datos de los conceptos marxistas en un mecanismo para el estudio de la historia, lo cual dejaría incompletos otros factores.
Según el estudio realizado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), en el método de análisis de regiones geopolíticas ve fundamental establecer un estudio principal que es de carácter permanente, mientras hay un estudio secundario que es temporal. En el principal se destacan los factores de cohesión (estabilidad) y los factores de conflicto (inestabilidad); a su vez, en el aspecto secundario solamente destacan los elementos de estabilidad e inestabilidad temporales en los conflictos.
Posteriormente, el mismo estudio delimita cinco fases en los procesos de estabilidad e inestabilidad de regiones geopolíticas. En la primera incluye delimitar la región de estudio, en la segunda un procedimiento de recopilación e interpretación de las variables de modo que se puedan interpretar adecuadamente, el tercero los factores que se escogerán para el estudio (físico, humano, económico, energético, militar, histórico, etc.), en el cuarto se incluye una etapa de síntesis para determinar los factores determinantes y finalmente se concluye con una fase de diagnóstico para plantear escenarios.
De las fases mencionadas anteriormente, la tercera es fundamental, donde se escoge adecuadamente los factores con el fin de evitar la superficialidad analítica y contemplar lo verdaderamente sustancial. De ese modo se podría destacar que no es lo mismo realizar un análisis de la situación geopolítica de un país en alguna región del Este de Europa, donde pese a las diferencias históricas que existe, hay una relativa homogeneidad en los factores sociales, por el contrario a los elementos que se deben considerar para un estudio de un país del Medio Oriente, donde un elemento como la organización por clanes marca una diferencia sustancial entre los sectores.
De igual manera en el Medio Oriente, cuando se expone acerca de los diferentes actores involucrados en los conflictos, existen varios grados de complejidad y de intereses entre estos. Las grandes potencias como Estados Unidos o Rusia, tienen una agenda relacionada con el dominio de recursos estratégicos y posicionamiento en regiones geográficas determinantes según las principales teorías de geopolítica.
Por su parte, las potencias regionales tienen intereses diversos en sus objetivos. Hay Estados eje que, de debilitarse o caer sus gobiernos, la convulsión puede alcanzar otras regiones importantes, por ejemplo Egipto con el dominio del Canal de Suez, como una de las principales potencias del mundo árabe – musulmán.
Turquía. por su lado, si bien por su situación económica no es considerado un Estado axial, mantiene un posicionamiento estratégico importante como contención a las migraciones masivas hacia Europa, por lo que su caída implicaría un impacto socioeconómico para los países de la Unión Europea.
De igual manera existe un enfrentamiento ideológico entre Arabia Saudita e Irán, quienes entran en dos dicotomías de análisis en el Medio Oriente, por un lado, el choque religioso sunita – chiita; con la complejidad que Arabia Saudita es mayoritariamente parte de una secta islámica denominada wahabismo que tiene una interpretación radical en algunos aspectos de la vida musulmana entre eso que considera a otras corrientes del islam como herejías (takfirismo). Pero además, en el Medio Oriente hay choques entre grupos árabes y no árabes más allá del aspecto religioso, a esto se suma las alianzas que cada país posee, en el caso saudita tiene una relación cercana con Estados Unidos desde hace algunas décadas, mientras desde finales de los 70 Irán es cercana a los intereses del Kremlin, algo que ha trascendido más allá de la era soviética.
Otros dos países con influencia en la región son Jordania e Israel. En el primer caso, es uno de los Estados musulmanes con una posición «moderada» dentro de la región, con una de las poblaciones palestinas más importantes de las diásporas de dicha población, por lo que posee una cuota de poder (y de presión) trascendentales en el conflicto entre israelíes y palestinos desde el propio inicio del conflicto en 1948. Por la naturaleza de las políticas jordanas, es cercana a Occidente, principalmente a Estados Unidos.
En el caso de Israel, la situación es diferente, la dicotomía más importante que mantiene las luchas de este Estado en la región es que se trata de un país no musulmán en medio de un mundo administrado por musulmanes, cuyos principios en algunos casos señalan que al haber pertenecido históricamente a un califato islámico, no puede estar bajo otra soberanía. A este factor se le suma que han ganado cierto «prestigio» forzoso producto de tres guerras directas que ha ocasionado duros reveses para los intereses de los árabes, siendo el último enfrentamiento más importante en 1973, y donde en todos los casos los mayormente castigados serían los árabes de la región antiguamente llamada Mandato Británico de Palestina.
En los últimos años los enfrentamientos han mermado en su condición de árabe – israelí y se han transformado en enfrentamientos palestinos – israelíes inicialmente por medio de una guerra de desgaste, utilizando la lucha armada a través de guerrillas, atentados terroristas y luchas urbanas, complementadas con los intentos de trascender a través de decisiones diplomáticas, y por otro lado luchas con alto contenido propagandístico que termina involucrando a la opinión pública que no responde del mismo modo ante enfrentamientos en otros lugares con altos niveles de violencia.
Esto solamente para citar algunos elementos que pone en entredicho cualquier interpretación monotemática concentrada en la posesión de recursos o territorio, el Medio Oriente es sin duda uno de los lugares en el mundo donde queda en mayor evidencia que se trata de una zona de conflictos multidimensionales, en algunos casos indescifrables en cuanto a sus soluciones, lo que no podría fácilmente poner una única respuesta a una multitud de cuestionamientos que se manifiestan, sino que por el contrario, cuando se logra solucionar un aspecto, podría aparecer otro que se enquiste con más fuerza que el anterior.