En el siguiente artículo, dividido en dos partes, el autor, que fue embajador en Venezuela entre los años 2008-2010, intenta trazar una hoja de ruta. En esta segunda parte se explican las actuales alianzas de los bandos enfrentados así como se barruntan posibles escenarios de futuro.
Las relaciones militares de Venezuela habían cambiado desde la llegada de Chávez al Gobierno. Chávez tenía claro que debía cambiar su dependencia militar, en abastecimiento, parque y pertrechos en general, de los Estados Unidos. Empezó así su relación con Rusia, fortalecida desde julio del 2006 cuando firma su Acuerdo de Armas con Rusia, cuando adquiere aviones caza y helicópteros, luego compró aviones mirage a Francia. En el 2008 fortaleció su acuerdo con Rusia por el Tratado de cooperación en áreas de gas, petróleo y por la realización de maniobras militares ruso-venezolanas en su mar territorial.
Su relación con Rusia, que no es un país socialista, llevó a Venezuela a tener una deuda externa que supera con ese país los 40.000 millones de dólares, y le ha facilitado niveles de inversión por más de 15.000 millones de dólares, especialmente en la Franja del Orinoco, donde operan también los intereses de las mafias rusas. Es tal el nivel de la deuda que Maduro ha comprometido el 49% de CITGO, la filial de PDVSA en los Estados Unidos, como garantía de esa deuda. Con la República Popular China el endeudamiento de Venezuela alcanza los 70.000 millones de dólares con inversiones superiores a los 20.000 millones de dólares. Ambos, Rusia y China, son países de políticas pragmáticas, que en la nueva situación que hay hoy en Venezuela estarán calculando con sentido realista el pago de sus deudas y las garantías de sus inversiones. Esto es lo que pesará al final en cualquier situación de solución final que se le dé al «problema» venezolano, en cualquier escenario que se resuelva, visto desde la perspectiva internacional.
Venezuela no es parte de la geopolítica inmediata regional de Rusia ni de China, como sí lo son Crimea y Ucrania para Rusia y el Mar de China para la China. Venezuela sí es parte de la geopolítica actual de los Estados Unidos, pero no hoy por el petróleo, como muy generalmente se dice.
La realidad política latinoamericana ha cambiado comparando las décadas a partir del 2002, después de la llegada de Chávez en ese momento, hasta el 2012, su muerte, y la década que inició a partir de ese momento, con la llegada de Maduro y de Cabello al gobierno de Venezuela.
América Latina vivía una situación de gobiernos populistas de carácter progresista, de carácter reformista, que impulsaban algunos las llamadas Revolución Bolivariana, en Venezuela, la Revolución Ciudadana, en Ecuador, la Revolución Multiétnica y Multinacional, en Bolivia, junto con gobiernos como los de los Kirchner, Néstor y Cristina, en Argentina, el de Lula y de Dilma Rousseff, en Brasil, los de Chile, particularmente con la Bachelet, el de Lugo en Paraguay, los de Tabaré Vásquez y José Mujica en Uruguay, junto a los de Ortega en Nicaragua, los del Frente Farabundo Martí en El Salvador y el de Cuba.
Chávez logró enamorar a este conglomerado, con su discurso antiimperialista, que en él solo le siguieron con cierta vehemencia, Correa, de Ecuador, Evo Morales, de Bolivia y Ortega, con menor peso y eco público, y Cuba, que lo ha tenido históricamente.
Chávez trató de impulsar su proyecto de Socialismo de Siglo XXI, que no logró plasmar. Como concepto, Correa y Evo Morales de vez en cuando lo referían en vida de Chávez. A la muerte de Chávez dejaron de usarlo y fortalecieron sus propios conceptos Revolución Ciudadana y su Revolución Multiétnica. El de Revolución Ciudadana se ha dejado de lado en Ecuador.
En la crisis actual de Venezuela no se usa este concepto para defender la obra de Gobierno, tanto de Chávez como del maduro—cabellismo. De hecho este concepto dejó de existir. Ha quedado para la literatura y la historia política de estos movimientos en el continente, porque tampoco fue un concepto que trascendiera a la izquierda europea o asiática, y menos africana o medio oriental.
El teórico de este concepto, Heinz Dieterich, esposo de Marta Harnecker, marxistas reconocidos en Latinoamérica, colaboradores de Chávez hasta el 2007, rompieron con él y con su proyecto político. Hoy Dieterich también es un crítico del Gobierno de Maduro y no le ve perspectivas de continuidad y ha señalado la muerte del concepto del Socialismo del Siglo XX.
El concepto de Socialismo del Siglo XXI no prendió como llama en las izquierdas latinoamericanas, como una posibilidad teórica de avanzar en el terreno político, hacia una nueva forma de socialismo histórico, superior, o más actual, al modelo que se seguía por partidos comunistas y de izquierda, en el siglo XX, con relación principalmente al modelo soviético del socialismo. Ni siquiera encendió al Foro de São Paulo, sin poder opacar la imagen consigna de ese Foro de que otro mundo es posible.
Chávez impulsó una serie de instituciones regionales, que en su vida tuvieron alguna relevancia, pero hoy no tienen ninguna. Las relaciones Sur Sur, Africa - América del Sur, que posibilitó dos encuentros de máximas autoridades de gobierno sin que se materializara nada. Los parlamentos que operan en Suramérica, el de la Unión de Naciones Suramericanas, el Parlamento Andino, el Parlamento del Mercosur, el mismo Parlamento Latinoamericano, como el Parlamento Centroamericano y el Parlamente de la Alianza del Pacífico, son inoperantes para acciones que la Venezuela de Maduro y Cabello quieran impulsar en su favor. Ni siquiera Petrocaribe, fundada por Chávez en el 2005, más como un frente de ayuda energética con el cual Chávez «compraba» o «aseguraba» alianzas en su favor, en 14 países del Caribe. Tampoco ALBA, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, que agrupa ocho países, cuatro islitas del Caribe, a Cuba y a Nicaragua, Venezuela y Bolivia del continente como los países grandes que la integran casi como una alternativa al ALCA.
El sucre, como moneda alternativa de los países de ALBA, de compensación regional, no funciona. Por iniciativa de Evo Morales al amparo de ALBA se impulsó la Escuela de Defensa y Soberanía de ALBA para formar militares que quisieran construir la Patria Grande. Este ejército de Suramérica tampoco funciona, ni funcionó de manera importante en la época de Chávez. Y hoy menos en las ideas originales que le impulsaron, y por los cambios políticos y geopolíticos regionales en Suramérica que que han dado. Ni siquiera CELAC, la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe, que surgió como una alternativa a la Organización de Estados Americanos, sin Canadá y Estados Unidos, ha contribuido en el escenario internacional y latinoamericano en lograr consensos globales, y en este momento ni siquiera Maduro se atreve a convocar su reunión en su favor, considerando que de la totalidad de países de la OEA y del CELAC, 19 hoy están contra Maduro, 7 se ubican en abstención de tomar medidas contra su gobierno y 8 a favor de Maduro. Es decir, en este escenario internacional regional el gobierno de Maduro y de Cabello no las tiene todas. Por eso se han refugiado en el escenario de la ONU por iniciativa rusa, sin que la propuesta de diálogo allí planteada para la oposición política venezolana y el gobierno de Maduro, hay sido aceptada porque en las reuniones de Diálogo anteriores los compromisos adquiridos por el Gobierno no se ha cumplido y solo han permitido dilatar su estancia. El propio papa Francisco, recientemente ha reclamado esta situación al «Señor Maduro», en carta que le dirigieron sin mencionar al «presidente».
Los factores detonantes para Venezuela de la crisis actual, de estos días a partir del 23 de enero de este año, aparte de todos los errores cometidos en la gestión de gobiernos desde Chávez hasta el del maduro—cabellismo, han sido el deterioro en el nivel de vida, en el desabastecimiento de productos básicos, en el proceso inflacionario que escandalosamente sube a cifras inimaginables de porcentajes de 10 millones de inflación, de falta de medicinas y de aspectos esenciales para la población venezolana como totalidad, para opositores y para gobiernistas, pero también para las familias de los militares en todas sus ramas. Se suman las protestas que desde el 2016 han ido ganando la calle y la conciencia ciudadana de la necesidad de cambiar de gobierno, de que quienes gobiernan hoy ya no son reconocidos más que por sus militares, y poco todavía de ciudadanos, la brutal represión del 2017 con sus decenas de muertos.
En el campo político detonantes finales fueron la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente, que no fue convocada por la Asamblea Nacional, como establece la Constitución Política de Venezuela, la Constitución chavista, que tampoco fue integrada por los procesos electorales que establece la misma Constitución sino que se acudió a una fórmula de representación por sectores, casi en armonía con la vieja idea de Chávez de su Estado Comunal. A esto se sumó que la Asamblea Nacional Constituyente ha tratado en todos los aspectos de atender las funciones de la Asamblea Nacional, que no realiza la Corte de Justicia. Hasta hoy, a pesar de las nulidades establecidas contra la Asamblea Nacional, a pesar del Desacato declarado contra la Asamblea nacional, las instancias políticas del gobierno de Maduro no han podido actuar contra ella disolviéndola, metiendo a sus diputados a la cárcel. Han avanzado con intervenir desde la Fiscalía General activos y cuentas de algunos diputados, entre ellos al actual Presidente de la Asamblea nacional Juan Guaidó, y anulan desde el Poder Judicial los acuerdos que por Constitución Política le corresponden a la Asamblea Nacional. En enero al cambiar la Junta Directora de la Asamblea Nacional nombraron a un joven diputado, que había emergido como líder estudiantil, en las luchas contra el gobierno de Chávez, en el 2007, que había sido electo diputado suplente y luego titular, como el nuevo Presidente de la Asamblea Nacional, Poder legítima y constitucionalmente electo por elecciones que le costó mucho reconocer al gobierno de Nicolás Maduro y de Diosdado Cabello.
Frente a la ola de impopularidad de Maduro, acudió a un ardid anticonstitucional, e ilegítimo de convocar a unas elecciones presidenciales adelantadas en abril del 2018. Probablemente supuso que la oposición participaría y avalaría su proceder y resultado.
La Asamblea nacional declaró improcedente, ilegal e inconstitucional dichas elecciones. A partir de allí, lo que de allí surgiera no tendría valor constitucional. El triunfo fácil de Maduro en “esas elecciones” no tuvo reconocimiento interno ni internacional. El propio Henry Falcón, principal contendiente de Maduro, de raíces chavista, declaró que se había cometido fraude en ellas. Casi 80 países se pronunciaron internacionalmente contra esas elecciones, que las desconocían, de antemano en su resultado. Eran países que tenían relaciones diplomáticas con Maduro y su Gobierno, el que terminaba en enero del 2019, pero habían anticipado que el nuevo gobierno que asumiría Maduro a partir de enero del 2019 no le reconocerían. La situación que se ha dado estaba previamente anunciada desde abril del 2018.
Siendo el gobierno de Maduro, el que asumió en enero del 2019 ilegal, inconstitucional, irregular, la Asamblea Nacional, el Poder Legislativo legítimamente constituido, declaró a Maduro usurpador del Poder, negó su gobierno y su Presidencia, y en consecuencia de ello ordenó, como manda la Constitución Política de Venezuela, que en tal situación de inexistencia de la Presidencia, quien debe asumirla como Presidente Encargado, es la persona que tiene la Presidencia de la Asamblea Nacional, situación que recayó en el joven diputado Juan Guaidó.
El 23 de enero, fecha emblemática que recuerda la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, la integración de una Junta Patriótica y el retorno a la Democracia, en dos manifestaciones se hizo recuerdo de aquella fecha. Una en Miraflores, con una tarima en que Maduro aparecía con un grupo de sus colaboradores sin un solo militar junto a él, ni siquiera su Ministro de Defensa. Otra, multitudinaria, donde Juan Guaidó hizo pública su responsabilidad de haber asumido como Presidente Encargado de Venezuela, y pidiéndole a Maduro su cese inmediato de funciones.
Esta declaración de Guaidó provocó inmediatamente el reconocimiento de su figura como el nuevo Presidente de Venezuela, por parte de Estados Unidos y varios países latinoamericanos. De seguido otros países y parlamentos han ido reconociéndole como la nueva autoridad política de Venezuela. Con esta situación se creó la de una Dualidad de Poderes desde la realidad, no solo simbólica sino fáctica, interna como externamente. Veamos.
En la Revolución Rusa, de febrero a julio de 1917, coexistieron el poder de los sóviets y el aparato oficial del gobierno, en ese momento provisional ruso, compitiendo por su legitimidad, con Lenin señalando que ese era el momento ideal para hacer valer al Poder Soviético como la base del nuevo Poder del Estado. En la situación de Venezuela hoy existen dos Poderes Ejecutivos, dos Presidentes. Maduro tratando de mantenerse en un Poder que es atribuido a su ilegalidad, inconstitucionalidad y a la usurpación que ha hecho de él.
Guaidó señalando que su condición de Presidente Encargado es la palanca para que alrededor suyo se articulen todas las fuerzas, voluntades y personas en disposición de desconocer real y fácticamente a Maduro y que se le reconozca a él como se ha venido reconociendo cada vez más su condición de nuevo mandatario. Se vive en Venezuela de hecho un vacío de poder real, por parte de Maduro, que se sostiene por el poder de las armas hasta hoy. Su situación es frágil, de crecimiento de su debilidad y de fortalecimiento de su líder opositor Guaidó. El escenario es la muerte o la salida del poder por parte de Maduro mientras exista este equilibrio de lucha de poderes entre ambas fuerzas.
En la Revolución Rusa en julio del 17 se disolvieron las Dumas y los sóviets, se incrementó la represión y los bolcheviques pasaron a la preparación de la insurrección que fue victoriosa en octubre de aquel año. En Venezuela todavía existen dos poderes ejecutivos, de hecho dos poderes legislativos, considerando las potestades legislativas que la Asamblea Nacional Constituyente ha asumido, junto con la Corte de Justicia, existen dos Cortes de Justicia, una en el interior y otra nombrada por la Asamblea Nacional en el extranjero. Hay ya nombrados embajadores, y representante diplomáticos, por parte de Guaidó y avalados por la Asamblea Nacional, y hay el desconocimiento de los embajadores de Maduro, y de sus representantes diplomáticos, en varios países.
Cuando cayó la España republicana, el Gobierno la República española, en el exilio se trasladó a México, donde fue reconocido como el Gobierno legítimo de España, situación que existió hasta 1977, cuando se disolvió ante el resultado de las elecciones celebradas en España. En México estuvo hasta 1946 pues luego se trasladó a París. Esto para indicar que estos reconocimientos internacionales, como al presidente Guaidó, se pueden dar y hacer.
La crisis que el pronunciamiento de Guaidó ha generado en el interior del gobierno de Maduro es de agudización de sus contradicciones, de aislamiento popular cada vez más grande, de hacer vacilar sectores militares en continuar apoyándole, en la lucha interna de los grupos mafiosos y vinculados al narcotráfico, al narco comercio, a la corrupción institucionalizada, que ya ha empezado a manifestarse en un canibalismo interno, que conduce a salidas políticas desesperadas, que pueden llegar a ser el último disparo que haga el gobierno de Maduro.
La dualidad de poderes que se dio en Rusia como la que se está dando en Venezuela es propio de una aguda crisis social y política, que tiene su particularidad y especificidad para Venezuela.
Un elemento clave en estas situaciones es la base popular, las clases y los sectores populares «oprimidos» por quienes gobiernan. El Poder dominante se sostiene mientras se imponga como dominante a todos, pero si los dominados le rebelan, lo desconocen, actúan contra él, ese Poder tiene los días contados.
Aquí, en Venezuela, no se trata de compartir el Poder, se trata de mantenerse en Poder usurpándolo y de sacar al usurpador y a quienes le acompañan y apoyan.
La dualidad de poderes en Venezuela se expresa en en el enfrentamiento que se está dando por el reconocimiento real y efectivo de quién debe ejercerlo. No hay una situación de mantener una coexistencia de poderes. En ninguna sociedad hay dos reyes, dos presidentes o dos dictadores a la vez. La clave del proceso opositor es avanzar hacia el desplazamiento del grupo de Maduro del poder que usurpa. La de Maduro la de quedarse y aplastar hasta donde pueda a la oposición. No hay ambiente ni entorno internacional favorable para que proceda con violencia, con represión sangrienta. Este sería sin lugar a dudas el detonante para un indeseable intervención militar extranjera.
Del cambio de poder en Venezuela no pareciera ser súbito, pero bien podría ser rápido. Lo que se requiere es una situación extraordinaria especial.
En Venezuela todas las clases sociales, y todos los sectores sociales de clases, están movilizados e involucrados en esta solución que parece la final.
Aunque el aparato del poder del Estado aún permanezca en manos del grupo de Maduro, lo real es que como situación prerrevolucionaria de cambio político, es que quienes enarbolan las banderas del cambio, aun cuando no controlan ese aparato estatal e institucional, ya tienen ganada a la gente, a las personas, a los grupos sociales en capacidad de apoyar el cambio cuando se produzca.
En este proceso se va triunfando por etapas, por fases. Las de Guaidó hoy llevan la iniciativa nacional, es la que impone la agenda nacional e internacional. Maduro ha pasado a la estrategia y táctica contestaría, en el cabús del cambio que le rodea. Ya el Gobierno venezolano en manos de Maduro no traza la agenda de Venezuela.
Desde el anuncio del Plan País, hasta el movimiento que ha logrado convocar, y realizar Guaidó para que el próximo 23 de febrero, se movilice el pueblo venezolano a los centros de acopio internacional de esa ayuda, a hacer valer la ayuda humanitaria y hacerla entrar a Venezuela, junto con el gran concierto que ha preparado de esperanzas para el día anterior le ha ganado la partida. ¿Se la va a jugar el Ejército o la Guardia nacional Bolivariana en impedir eso? ¿Va a reprimir públicamente con todo el mundo atento? ¿O va a dejar pasar la mercadería humanitaria? ¿O, en caso extremo, la asumirá el Ejército, para su distribución, haciendo caso omiso de las palabras de Maduro y de Delcy Rodríguez?
Lo esencial es triunfar en cada etapa de este proceso final. Pareciera que la estrategia de Guaidó es de acumulación de triunfos políticos, diplomáticos, de reconocimientos hacia su figura y movimiento político. La dualidad de poderes no es un asunto legal o constitucional, es de la práctica, bien podría decirse de la práctica revolucionaria, que en este caso la representa Guaidó, porque ha roto el equilibrio existente en su favor y roto la superestructura del poder de Maduro. Lo que se pondrá en tensión en los próximos días es la capacidad de combate por las movilizaciones, la capacidad que se muestre de las fuerzas sociales en el curso de esta lucha.
Maduro antes de provocar una guerra civil interna probablemente apueste a mantener hasta donde le sea posible la dualidad de poderes aunque le aísle en lo interior y en el extranjero. La guerra civil solo expondría la existencia de los dos poderes, y pondría en movimiento aliados a favor de ambos bandos, incluidos militares, con evidente perjuicio hacia Maduro y sus fuerzas militares tal y como se tocan los tambores de guerra. La dualidad de poderes podría aceptar la invasión extranjera. Así ha sucedido en la Historia.
En la Revolución Rusa un sector del Ejército se puso del lado de los bolcheviques. En Venezuela puede darse que un sector del Ejército se ponga del lado del nuevo Gobierno de Guaidó.
Esta dualidad de poderes en solo una etapa de la lucha del pueblo venezolano, impuesta al Gobierno, en correspondencia a la correlación de fuerzas que se han venido expresando en los diferentes territorios de Venezuela. No hay manera que el control popular que hoy tiene la oposición lo pueda catalizar Maduro, aunque pudiera prolongar todavía su estancia en Miraflores. La clave de la solución sería la cesión voluntaria del poder por parte de Maduro, lo que todavía no está a la vista. Por ahora hay una intensa situación de reflejos políticos, donde reacciona Maduro frente a los actos de la iniciativa política que impulsa Guaidó.
Lo que hay en Venezuela es la discusión en todas las formas discutidas del paso del poder de Nicolás Maduro al presidente encargado Juan Guaidó.
Guaidó ha sido claro: cualquier negociación solo tiene en la agenda la discusión de la fecha de la salida de Maduro, la convocatoria a elecciones, la libertad de todos los presos políticos, el levantamiento de todas las inhabilitaciones políticas dictadas a personas, dirigentes políticos y partidos políticos, el dejar pasar la ayuda humanitaria y otros aspectos igualmente relevantes.
Ante esta situación de dualidad de poderes que se da en Venezuela también se asiste a una situación revolucionaria, que de nuevo con Lenin, tiene estas características:
Es claro que hay una imposibilidad para las clases dominantes, para el maduro—cabellismo en este caso, de mantener su dominio en forma inmutable.
Esta crisis en las «alturas», es una crisis de la política que se ha venido ejerciendo de la clase dominante, y sus sectores aliados, que abre una grieta por la que han irrumpido el descontento masivo y la indignación de las clases oprimidas, marginadas, excluidas, y desesperadas hoy del proceso histórico venezolano que el chavismo y maduro cabellismo venían impulsando.
Para que estalle «la revolución» decía Lenin, o para que se produzca el cambio en Venezuela, no basta que «los de abajo no quieran» vivir como antes, sino que hace falta también que «los de arriba no puedan vivir» como hasta entonces, como hasta hoy han vivido.
Que haya una agravación, superior a la habitual, de la miseria y las penalidades de las clases oprimidas. Esto es innegable en la Venezuela actual, que se expresa en el desabastecimiento profundo, en la no producción básica, y en la expulsión forzada de casi tres millones de venezolanos en procesos migratorios en todas las direcciones posibles en busca de mejores condiciones de vida, y de alimento y medicinas básicas.
Una intensificación considerable, por las razones antes indicadas, de la actividad de las masas o de los sectores populares, que en tiempos «pacíficos» se dejan expoliar y explotar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas, como las que se viven en Venezuela, son empujadas, tanto por la situación de crisis en conjunto como por las alturas mismas, a una acción histórica independiente. Eso es lo que está sucediendo en Venezuela.
Las condiciones para que estalle el cambio están dadas. La crisis revolucionaria señalada por Lenin pareciera ser más que evidente. La dualidad de poderes es su máxima expresión en este momento. El desenlace está a la vista.