Recientemente he regresado de Costa Rica en lo que se supone es el invierno en este país. En Centroamérica, significa lluvia sin cesar. Sin embargo, esta vez, hubo mucho menos lluvia y más calor que de costumbre. Como saben los seguidores de esta columna, paso la mitad de cada año en Costa Rica, donde enseño y escribo. La visita de este año fue similar a lo de siempre: leer y escribir proyectos de ensayo. Esta vez, tuvimos elecciones nacionales y el nuevo presidente costarricense prometió, y lo pudo realizar, la paridad de género en sus nombramientos en esta república del Tercer Mundo. Es casi seguro que el matrimonio gay será legal en mayo del 2020. En todos estos casos, este país parece estar haciéndolo mejor que el mío, que en teoría, es el Primer Mundo.
Estoy de regreso en Estados Unidos y encuentro al país más unido que antes. Sin embargo, en cierto modo, nada ha cambiado. Hemos visto cómo un hombre negro tuvo que limpiar el desastre dejado por George W. Bush, un hombre blanco, y considerado el peor y, hasta esa fecha, el presidente más ignorante. El nuevo presidente supera aun a Bush y ni siquiera fue electo por el voto popular. Trump está haciendo un desastre similar, pero esta vez serán las mujeres las que les tocará limpiarlo. Lo interesante es que mientras las pesquisas sobre su corrupción y su anterior actividad financiera delictiva están cada vez más cerca de ser expuestas, los votantes estadounidenses genuinos, sin las manipulaciones rusas, han elegido a una mayoría de demócratas y entre estos, una mayoría de mujeres en la Cámara de Representantes. El espectáculo de verlas a todas vestidas en blanco y a Nancy Pelosi sentada detrás de Trump, fue un placer tan grande que no se puede describir con palabras.
Nancy Pelosi, como lo ha demostrado muchas veces, es una de las mujeres más experimentadas, inteligentes y sabias de nuestro gobierno. Estoy segura de que, cuando le toque pasar la antorcha, habrá asesorado bien a estas nuevas políticas del Congreso. Estas mujeres posiblemente nos salvarán las vidas. Esto, por supuesto, incluye a Stacey Abrams, quien pronunció un discurso de refutación que superó por completo al de Donald Trump. Abrams está mejor calificada que él tanto para hablar como para actuar y, con suerte, tendrá, en el futuro, más oportunidades de ser elegida.
Trump fue Trump, aunque parece, juzgándolo desde lejos, que está más deteriorado y muestra un grado de demencia. Este hombre no entiende lo que significa gobernar y obviamente, no es competente para ser Presidente de los Estados Unidos. Es necesario que, lo más pronto posible, sea destituido. Aunque el proceso se ha iniciado, es, para mi gusto, demasiado lento.
He regresado a las temperaturas gélidas de California y he visto, como todo el mundo, las fotos de congelamiento de la ciudad de Chicago y del Medio Oeste. Es obvio que estamos destruyendo el planeta mientras Trump sigue sus juegos y besa el anillo (por no usar otra palabra) de Putin. Los rusos están ganando la Guerra Fría y el planeta entero se está enfriando como Siberia, por un lado y calentando, por el otro, como el desierto de Sahara.
El cambio climático es el tema más urgente de la presidencia de Trump. Existe una diferencia entre cambio climático y el estado del tiempo. Pero él no está dispuesto a hacer nada ya que más bien entrega a Putin nuestro país y quizás el planeta entero. Puede que el tiempo para hacer algo se esté agotando y ninguno de nosotros, mujeres, hombres, blancos y negros podrá hacer algo para evitarlo. Puede que para cuando decidamos actuar, ni siquiera haya un planeta.