Una falacia harto repetida es aquella que dice que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Esta es una frase que no hace sino poner de relevancia la absurda tendencia que tenemos los seres humanos de mirar al pasado con condescendencia. En este sentido siempre me acuerdo de Rainer Maria Rilke cuando decía aquello de que la única patria que existe es la infancia.
Cuando algo no va bien en el momento en el que vivimos, suele ocurrir que volvamos nuestra mirada a un tiempo pasado y nos digamos a nosotros mismos que entonces sí que funcionaban las cosas, olvidándonos a la vez de todo lo malo que acompañó a esas épocas.
Aunque esta es una premisa muy tentadora para comenzar un tema político, en lugar de eso he preferido alejarme de esos lares y de paso concederme un respiro a la cabeza. Esta vez he decidido centrarlo en la profesión musical para ver si es verdad eso de que los tiempos pasados fueron mejores. A pesar de que es algo que me toca muy de cerca voy a intentar hacerlo lo más objetivamente posible y de paso hacer un ejercicio de autocrítica.
Ya no hay bandas como las de antes
Vamos a empezar por algo sencillo como son esas afirmaciones que se escuchan de cuando en cuando que dicen cosas como que «ya no hay bandas como las de antes», «el rock murió en 1979» –por poner una fecha pues habrá quien reivindique esto con diferentes años de fallecimiento-, «las letras de los grupos actuales no tienen trasfondo» o «con la tecnología actual ya no hace falta saber tocar».
En cuanto a las dos primeras afirmaciones, sinceramente creo que cada vez que alguien las pronuncia en voz alta se rompe un instrumento musical en algún lugar del mundo. Cualquiera que se haya pasado por las salas de concierto y locales de ensayo sabrá que actualmente hay muchas y muy buenas bandas en el panorama musical. En cuanto a la muerte del rock tengo la opinión de que quien mejor representa el espíritu del rock es ese músico de veintipocos que está descargando su equipo de quinta mano a las tantas de la mañana, en un local situado en un polígono industrial remoto, después de tocar en un antro para los miembros de los otros grupos que tocaban esa noche y sus parejas; y eso sigue estando muy vivo.
En cuanto a que las letras actuales no tienen trasfondo, depende de dónde se mire. Si nos fijásemos en el pasado con el único objetivo de encontrar letras sin trasfondo nos encontraríamos cosas como el Love Me Do o Let’s Twist Again por poner algunos ejemplos. En el caso de la letra de la canción de Chubby Checker la temática no dista apenas nada de esas letras tan criticadas del reggaetón que solo hablan de sexo.
Por último queda tratar del tema de la tecnología y esa capacidad que existe actualmente de falsear la realidad. Hoy en día los medios tecnológicos han avanzado hasta un punto en el que es posible que los artistas aparenten un talento que jamás tuvieron, eso es verdad. Lo que también es cierto es que si bien se han refinado los medios, el empeño de la industria por falsear la realidad no es algo que sea de ahora. Si miramos atrás y dejamos de lado ejemplos tan evidentes como el The Monkees, veremos muchos ejemplos en los que los artistas han gozado de un reconocimiento que no era enteramente merecido, eso en los mejores casos. En este sentido es bastante ilustrativo el documental The Wrecking Crew, en donde se muestra cómo muchas de las grandes canciones, sobre todo de la década de los 60, de diversos artistas que pasaron a la historia en realidad fueron grabadas por un mismo grupo de músicos de estudio que trabajaba en Los Angeles, CA. Sin embargo sus nombres no aparecían en los discos; esto se hacía así porque se pretendía que las personas que compraban esos discos no supiesen que en realidad esos artistas a los que idolatraban no tocaban las canciones que escuchaban.
Ahora es muy difícil vivir de la música
Es cierto que la música no es un trabajo sencillo y nunca lo ha sido, pero si se hace una comparativa con el pasado creo que se pueden ver aspectos que han mejorado en la profesión al igual que otros han empeorado. En este sentido voy a centrarlo en dos puntos de vista diferentes: la difusión y el sueldo.
En cuanto a la difusión podría decirse que es algo que ha mejorado ostensiblemente aunque ha traído también consigo su lado negativo. En tiempos pasados las dificultades que encontraba un músico para llegar a la gente eran bastante mayores que ahora. El coste por grabar un disco, hacerse unas fotos, difundir tu música o simplemente hacer un cartel para un concierto eran mucho mayores, hasta el punto de que un artista no podía hacer nada de ello sin ayuda.
Actualmente vivimos un momento en el que una persona puede sacar un disco y que éste pueda escucharse por todo el mundo desde su propia casa y sin necesidad de pedir una hipoteca para ello, lo que ha provocado a su vez que la producción musical se haya multiplicado exponencialmente. Como consecuencia tenemos un sistema en el que es necesario hacer cuatro veces más promoción para llegar a un tercio de la gente. Si a esto le sumamos que la velocidad a la que se mueve la sociedad debido a Internet es muchísimo mayor, hace que los artistas estén inmersos en una promoción incesante para no dar la impresión de que están parados.
Esas facilidades tecnológicas también han traído consigo el hecho de que no importa lo novato que sea un artista ya que se espera de él una calidad profesional. En otras palabras, ahora las maquetas tienen que sonar a disco, si no, no valen.
En lo relativo al sueldo cabría tener en cuenta diversos factores. El primero es que esta inmensa oferta musical tiene cierto detrimento en la asistencia a conciertos. Lógicamente la gente no puede asistir a todos los conciertos que les gustaría, ya sea porque les coinciden en día o porque el bolsillo no se lo permite.
Por otro lado están las condiciones de los músicos en las salas. Se han ido perdiendo las «salas de renombre» que programaban y contrataban a los músicos en función de su calidad musical y se ha ido imponiendo el modelo de alquiler de sala. Actualmente son los músicos los que hacen de promotores musicales. Ellos contratan la sala, hacen la promoción, llevan a todo el público y si la noche sale mal son ellos los que se llevan las pérdidas.
A todo ello hay que ponerle por encima la salsa de la crisis económica, esa que vino pero nunca se fue y que, como era de esperar, supuso un varapalo para la profesión artística del que todavía no se ha repuesto.
Sin embrago, la profesión de músico es algo que nunca ha sido ni estable ni bien pagado, salvo excepciones. Esto es algo que se puede apreciar muy bien en el documental Hired Gun en el que músicos profesionales que han tocado con grandes estrellas exponen cómo puedes estar dando una gira mundial de primer nivel un año y al año siguiente estar en números rojos. En este aspecto podríamos nombrar a Mozart, Schubert o Sammy Davis Jr. como ejemplos de artistas de renombre que murieron pobres.
¿Está la música peor que antes?
En definitiva esta es una cuestión complicada de responder. Es verdad que la profesión siempre ha sido difícil y muchos son los ejemplos de ello. Ahora tenemos mucha más facilidad para crear y difundir nuestro trabajo pero también existe una mayor competitividad. También es cierto que la industria tiene más fácil que nunca el crear nuevos talentos de la nada en lugar de ponerse a buscar, pero la industria siempre ha intentado falsear y en realidad no representa verdaderamente a la música. Hoy en día hay nuevos artistas tan buenos como los de antes e incluso mejores en muchos casos, pero pertenecen a estilos que ya no gozan del foco de los grandes medios, por lo que no llegan al público general como sí lo hicieron en otras épocas. Ahora la industria está casi totalmente centrada en los solistas y las bandas tienen cada vez menos cabida.
Un cosa que sí he de reconocer que es verdad es que la escena musical no parece estar pasando su mejor momento. Lo que no creo es esa afirmación que dicen algunas personas de que ahora no hay bandas como las de antes cuando no son capaces de nombrarte una posterior al cambio de milenio.
La profesión musical, para bien o para mal, seguirá viva y evolucionando. Quizá deberíamos pensar más en cómo desarrollarla mejor en este nuevo siglo en lugar de vivir anclados en la añoranza de los tiempos pasados, que estuvieron muy bien, pero quizá no fueron tan buenos como nos gusta recordarlos.