La Biblia se refiere a Salomón como el tercer y último monarca del reino unido de Israel. Hijo del rey David y Betsabé (una de las ocho esposas de David), Salomón logró reinar sobre un extenso territorio durante casi cuatro décadas-
Lo que dijo nuestro Señor Jesucristo sobre Salomón
«(25) Por eso yo les digo: No anden preocupados por su vida con problemas de alimentos, ni por su cuerpo con problemas de ropa. ¿No es más importante la vida que el alimento y más valioso el cuerpo que la ropa? (26) Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves? (27) ¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura? (28) Y, ¿por qué se preocupan tanto por la ropa? Miren cómo crecen las flores del campo, y no trabajan ni tejen. (29) Pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como una de ellas» (Mateo, 6. 25-29).
«La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón» (Mateo, 12: 42).
Salomón es, según la Biblia, antepasado de nuestro Señor Jesucristo:
«Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Jesé engendró al rey David. David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón» (Mateo 1: 6).
Salomón es hijo de David. Ahora bien, ¿cómo fue que David engendró a Salomón?
Sigamos leyendo la Sagrada Biblia:
«Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David se quedó se quedó en Jerusalén. Y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea de palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella. David mandó a preguntar por la mujer, y le dijeron: - Es Betsabé, hija de Alián, esposa de Urías, el hitita. David mandó a unos para que se la trajesen; llegó la mujer, y David se acostó con ella, que estaba purificándose de sus últimas reglas. Después Betsabé volvió a su casa; quedó embarazada y mandó este aviso a David: - Estoy embarazada. Entonces David mandó esta orden a Joab: -Mándame a Urías, el hitita... Pon a Hurías en primera línea... Hubo bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías. La mujer de Urías oyó que había muerto su marido. Hizo duelo. Al terminar el luto, David mandó a por ella y la recogió en su casa; la tomó por esposa, y le dio a luz un hijo. Pero el Señor reprobó lo que había hecho David» (II Samuel 11.1-4, 6-7,15,17, 26-27).
David, el pecador arrepentido y enmendado
Ante los hechos anteriormente narrados, la página CatholicNet hace los siguientes comentarios:
«David cometió los pecados de adulterio y asesinato, atrayendo por ello grandes calamidades para él y su casa. Estaba entonces en la plenitud de su poder, era un gobernante respetado por todas las naciones, del Éufrates al Nilo. Después de su pecado con Betsabé y el asesinato indirecto de Urías su marido, David la convirtió en su esposa. Pasó un año de arrepentimiento por su pecado, pero su contrición fue tan sincera que Dios le perdonó; aunque, al mismo tiempo, le anunció los severos sufrimientos que le sucederían».
Acudamos de nuevo a la lectura de la Sagrada Biblia:
«(2 Samuel, 12, 1) Yavhé envió al profeta Natán donde David. Natán entró donde el rey y le dijo: «En una ciudad había dos hombres; uno era rico y el otro, pobre. (2) El rico tenía muchas ovejas y bueyes; (3) el pobre tenía sólo una ovejita que había comprado. La había criado personalmente y la ovejita había crecido Natán y pide perdón por su pecado con Betsabé junto a él y a sus hijos. Comía de su pan, bebía de su misma copa y dormía en su seno. Él la amaba como a una hija. (4) Un día, el hombre rico recibió una visita y, no queriendo matar a ninguno de sus animales para atender al recién llegado, robó la oveja del pobre y se la preparó. (5) Al oírlo, David se enojó muchísimo con el hombre rico y dijo a Natán: "¡Vive Yavhé! El que hizo tal cosa merece la muerte; (6) pagará cuatro veces el precio de la ovejita, por haber actuado así sin ninguna compasión".
(7) Natán le respondió: Tú eres ese hombre. Esto te dice Yavhé, Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de la mano de Saúl. (8) Te entregué la familia de tu señor y puse a tu disposición sus mujeres; te di poder sobre Judá e Israel; y por si fuera poco, te daría más todavía. (9) ¿Por qué entonces me has despreciado, haciendo lo que no me gusta? Tú no sólo fuiste el causante de la muerte de Urías, el heteo, sino que, además, le quitaste su esposa. Sí, tú lo has asesinado por la espada de los amonitas.
(10) Pues bien, ya que me has despreciado y te has apoderado de la esposa de Urías, jamás se apartará la espada de tu casa. (11) Así habla Yahvé: "Haré que tu desgracia parta de tu misma casa. Tomaré tus esposas en tu presencia y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. (12) Tú hiciste esto sin que nadie lo supiera, pero yo cumpliré esto que digo a la vista de todo Israel y a plena luz del día". (13) David dijo a Natán: "Pequé contra Yavhé". Natán le respondió: "Yavé por su parte perdona tu pecado y no morirás. (14) Pero como ofendiste a Yavé en este asunto, el hijo que te nació morirá". Dicho esto, Natán se marchó a su casa. (15) Yavhé hizo que enfermara grave mente el niño que la mujer de Urías había dado a luz, y estuvo muy mal. (16) David rogó a Dios por el niño, ayunó rigurosamente y, cuando volvía a su casa, se acostaba en el suelo. (17) Los ancianos de su corte iban a rogarle que se levantara de ahí, pero él no les hacía caso y se negaba a comer con ellos.
(18) Cuando el niño murió, al séptimo día, todos temieron darle la noticia, pues decían: "Cuando aún vivía el niño no hacía caso de nuestros consejos; ¿qué disparate no hará si le decimos que murió el niño?" (19) Pero, por sus cuchicheos, David comprendió que su hijo había muerto. Preguntó, pues: «¿Ha muerto el niño?» Y ellos le respondieron: "Ha muerto". (20) Entonces se levantó del suelo, se bañó, se perfumó, se puso ropa limpia y se fue luego a la Casa de Yavhé a orar. Al volver a su casa pidió alimento y comió. (21) Sus oficiales le dijeron: "¿Qué es lo que haces? Cuando el niño vivía, ayunabas y llorabas, ¿y ahora que ha muerto, te levantas y comes?" (22) David les respondió: "Mientras el niño vivía ayuné y lloré, pues me decía: ¿Quién sabe si Yavhé tendrá compasión de mí y el niño no morirá? (23) Pero ahora que murió, ¿por qué voy a ayunar? ¿Puedo hacer que vuelva? Yo iré donde él, pero él no volverá a mí". (24) Después, David consoló a Betsabé, su esposa, y tuvo relaciones con ella y le dio otro hijo, al que llamó Salomón. Yavhé amó a este niño».
(2 Samuel 12. 1-24)
Como antes vimos, David se arrepintió y como fruto y consecuencia compuso el salmo 50 que dice lo siguiente:
Misericordia, Dios mío
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios,
Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
La Biblia de Jerusalén le pone a este salmo sencillamente el título de Miserere, palabra con la que comienza el texto latino. La introducción al salmo, versículos 1 y 2, dice: «Salmo de David, cuando el profeta Natán lo visitó después de haber pecado aquél con Betsabé».
La sabiduría de Salomón
Vamos a centrarnos en la sabiduría de Salomón, él se la pidió a Dios y Dios se la concedió:
«(7) Durante la noche se apareció Yavé a Salomón y le dijo: "Pide lo que quieras que te dé". (8) Y Salomón respondió a Yahvé: "Tú hiciste con David, mi padre, gran misericordia, y a mí me has hecho reinar en su lugar. (9). Ahora, pues, ¡oh Yahvé!, se cumple tu promesa a David, mi padre, ya que me has hecho rey de un pueblo numeroso como el polvo de la tierra. (10) Dame, pues, la sabiduría y el entendimiento para que pueda conducir a este pueblo, porque ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo?" (11). Yavhé dijo a Salomón: "Ya que éste es tu deseo y no has pedido riquezas ni bienes, ni gloria ni la muerte de tus enemigos, ni tampoco has pedido larga vida, sino que me has pedido la sabiduría y el entendimiento para gobernar a mi pueblo, del cual te he hecho rey, (12) por eso desde ahora te doy sabiduría y entendimiento, y además te daré riquezas, bienes y gloria como no las tuvieron nunca los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti"» .
(2 Crónicas, 1. 7-12)
La solución salomónica que no es lo que dice mucha gente.
Y en efecto Dios le dio a Salomón la sabiduría que pidió.
Veamos cómo la aplicó:
«(3:16) Una vez, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey. ( 3:17) Una de las mujeres le dijo: "¡Por favor, señor mío! Yo y esta mujer vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa. ( 3:18) Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos. (3:19) Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él. ( 3:20) Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo. ( 3:21) A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido". (3:22) La otra mujer protestó: "¡No! ¡El que vive es mi hijo!". Y así discutían en presencia del rey.
(3:23) El rey dijo: “Esta mujer afirma: ‘Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo'. Esta otra dice: ‘No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío'". ( 3:24) Y en seguida añadió: “Tráiganme una espada". Le presentaron la espada ( 3:25) y el rey ordenó: “Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra". (3:26) Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: “¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!". La otra, en cambio, decía: "¡No será ni para mí ni para ti! ¡Que lo dividan!" (3: 27). Pero el rey tomó la palabra y dijo: “Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!" (3:28) Todo Israel oyó hablar de la sentencia que había pronunciado el rey; y sintieron por él un gran respeto, porque vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia».
(1Reyes 3:16-28).
La perfección de la sabiduría es el amor
Como vimos, la verdadera madre era la que de verdad amaba al niño a tal punto que estuvo dispuesta a sacrificarse por él, de esta manera fue cómo Salomón supo quién era la verdadera madre. Salomón aplicó al amor la sabiduría que Dios le dio, lo cual nos enseña que no hay mayor y mejor sabiduría que el amor y en especialmente en este caso, el amor de la madre. La perfección tanto de la ley como de la sabiduría es el amor.
No es cierto el dicho que dice que cuando se complace a las dos partes se aplica “una solución salomónica”. Salomón no partió el niño por la mitad, sencillamente y en base a la sabiduría que Dios le dio, se valió de una sabia estratagema para saber cuál era la verdadera madre.
Debemos pedirle a Dios que en este tan difícil momento que vivimos en Venezuela y en muchas otras partes del mundo, para poder resolver nuestros actuales problemas, agonías, conflictos y sufrimientos, Dios nos dé la sabiduría y entendimiento que le dio al rey Salomón.