La muerte de Edelberto, el 31 de diciembre del 2019, me sorprendió casi saliendo del país, a vacacionar por unos días, invitado por mi hijo menor, en compañía de sus tres pequeños hijos. Sabía de su deteriorado estado de salud desde principios de diciembre.
Lo traté bastante cuando vivió en Costa Rica desde los años 70. Aunque no fui un alumno suyo, de aula universitaria, sí fui un lector de sus investigaciones, ensayos y libros sobre la realidad centroamericana, especialmente sus libros Interpretación del desarrollo social centroamericano, La crisis política en Centroamérica, que se convirtieron en su momento en libros clásicos de obligada lectura, no solo para sociólogos sino para historiadores, politólogos y todos aquellos que de distinta manera y ángulos nos acercábamos a la investigación y al conocimiento de la realidad social, económica y política centroamericanca, y más recientemente su libro Revoluciones sin cambios revolucionarios. Ensayos sobre la crisis en Centroamérica, un verdadero reto para el pensamiento crítico centroamericano, y para el pensamiento crítico de los militantes, intelectuales orgánicos, y políticos, como de quienes desde dentro y fuera de la academia se vuelven guerrilleros críticos de los procesos políticos, o a quienes desde sus prácticas y compromisos sociales y políticos se enceguecen absurdamente frente a procesos políticos, de nuestra región, y de nuestra América, sin comprender que en ellos no se están produciendo verdaderas revoluciones, y que cuya defensa, de tales procesos, no suma a favor de esos cambios revolucionarios que esas mismas personas tratan de impulsar.
Su campo de acción intelectual fue la sociología y en Costa Rica dejó bien sembrada su huella, y muchos frutos de nuestros mejores sociólogos hoy, son en mucho sus discípulos. Fue también académico de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, desde donde también impulsó la formación profesional de nuestros sociólogos, y cientistas sociales.
De su padre, Edelberto Torres Espinoza, primer embajador en Costa Rica de la Revolución Sandinista recién triunfada en 1979, y de su familia, heredó su compromiso político e intelectual con los procesos revolucionarios y de cambios hacia mejores sociedades, más democráticas, justas, socialmente inclusivas, en Centroamérica particularmente, y de su lucha contra gobiernos dictatoriales, autoritarios y despóticos en la región.
Edelberto fue guatemalteco por nacimiento de su madre, nicaragüense por su padre, y centroamericano y costarricense por adopción y decisión. De joven le tocó vivir la dictadura de Jorge Ubico, 1931-1944, y la Revolución de Octubre guatemalteca, 1944-1954, los llamados años de la primavera guatemalteca, y durante el gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán, se integró a la Alianza de la Juventud Democrática, que había contribuido a fundar. Con el Golpe de Estado a Arbenz, en 1954, vivió un exilo forzado en México, hasta que pudo regresar a Guatemala, donde en 1962, terminó sus estudios universitarios, que combinaba con su militancia clandestina en el Partido Comunista de Guatemala, el Partido Guatemalteco del Trabajo.
En sus estudios de posgrado, durante la década de los 60, en Chile, se integró a trabajar en el Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social, ILPES, , en FLACSO, en la Universidad de Chile, y en la Comisión Económica para América Latina, CEPAL. Más tarde, a principios de la década del 70, trabajó en México, en la Universidad nacional Autónoma de México, UNAM, y llegó a Costa Rica, donde dirigió el Programa Centroamericano de Ciencias Sociales, contribuyó a impulsar la Revista Estudios Sociales Centroamericanos de la Secretaría General de Universidades de Centroamérica, CSUCA, y desde aquí impulsó la Asociación Centroamericana de Sociología, ALAS.
Durante estos años fue también directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, e impulsó el proyecto de Historia y Sociedad en Centroamérica, publicado en seis volúmenes.
Al retorno de los procesos democratizadores en Centroamérica, y luego de la firma de los Acuerdos de Paz, en la región, fijó su residencia en Guatemala, donde falleció el pasado 31 de diciembre.
Aquí en Guatemala desempeñó un papel muy importante, activo y protagónico alrededor de la defensa de los Derechos Humanos, e impulsó programas orientados a darle seguimiento a ellos, por medio de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico que abandera esta causa, con apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano, PNUD.
Con mi compañera de estudios en Derecho, Cecilia Crespo, costarricense, tuvo dos hijos, en su segundo matrimonio, Álvaro y Felipe, y con su primera esposa, Olga Escobar, otros dos, Edelberto e Indiana. Durante la época de los estudios que tuvieron como primacía la teoría de la dependencia, Edelberto fue uno de los que más contribuyó en su divulgación.
En sus investigaciones también trató temas relacionados con la integración económica centroamericana, las estructuras sociales de la sociedad guatemalteca, sobre la gobernabilidad de las sociedades latinoamericanas, especialmente en períodos de crisis, sobre las clases sociales, sobre las crisis políticas en la región, sobre abstencionismo electoral en Guatemala, sobre los sistemas políticos en la región centroamericana, sobre la gobernabilidad política, sobre aspectos étnicos de la sociedad guatemalteca, sobre la izquierda política. Su obra académica, sociológica e intelectual se recoge en libros propios, libros en colaboración, artículos en revistas y conferencias en más de un centenar de publicaciones.
En 1979, en su artículo Guatemala: baño de sangre llamaba la atención de que difícilmente en la experiencia latinoamericana, habría una situación más trágica que la vivía Guatemala…desde 1954, donde las víctimas del genocidio a ese momento se calculaban cercanas a las 40.000 personas.
Edelberto Torres con enorme valor denunció a gobiernos por sus matanzas y con nombres y apellidos apuntó a terratenientes que acompañaban al Ejército en sus matanzas de campesinos e indígenas. Denunció desde estos años, los 80, las fosas para el depósito de estos cadáveres y las represiones antisindicales, campesinas y estudiantiles, contra los sacerdotes y catequistas, y contra la Universidad de San Carlos «ensangrentada» y contra las amenazas de muerte contra sus autoridades académicas, el rector Saúl Osorio, el asesinato del secretario general de la Asociación de Estudiantes Universitarios, Oliverio Castañeda, el del canciller Alberto Fuentes Mohr, el del sacerdote Hermógenes López, que consideraba que era «el asesinato que más afectó a los grupos católicos» de la Guatemala de finales de los 70.
Con la muerte física de Edelberto Torres Rivas se nos va el intelectual, el sociólogo, el amigo, pero nos queda su rica herencia de sus trabajos académicos, de su pensamiento, y su ejemplo de vida de compromiso con la causa de la Democracia, de la Revolución Social Democrática, de la Justicia Social, de la lucha por los Derechos Humanos en su más amplia acepción.