Estamos, gracias a la ley mordaza que se aprobó recientemente en Costa Rica, ante un posible atropello a la prensa en este país. Recientemente, se publica en Estados Unidos, la obra Denial of Justice de Mark Shaw. Dorothy Kilgallen fue la periodista más destacada de los años de 1950 en Estados Unidos. Ella abrió las puertas para otras féminas y a pesar de sus logros y de haberse convertido en la escritora especialista en crímenes número uno, hoy nadie sabe quién fue ella. Kilgallen fue posiblemente asesinada por un gobierno que pensaba que sabía too much, como se dice en inglés. Shaw acusa a la FBI y a la CIA y a la mafia, las tres socias en el asesinato de Kennedy.
¿Se acuerdan de la serie El Fugitivo? Pues Kilgallen fue notable por su alcance periodístico en su cobertura del juicio por el asesinato del doctor Sam Sheppard que inspiró la serie. El doctor, que era osteópata, fue acusado de haber asesinado a su esposa Marilyn al golpearla con un instrumento hasta la muerte en su casa en Bay Village en los suburbios de Cleveland. Todo el pueblo, la prensa y el mismo juez lo creyeron culpable. Pero no Kilgallen, que no vio ninguna evidencia que incriminara al médico y salió en su defensa. A ella el mismo juez le dijo que el hombre era culpable. Cuando el abogado F. Lee Bailey dio comienzo al largo proceso de reapertura del caso, que concluyó con la liberación de Sheppard de prisión en julio de 1964, descubrió otros testimonios que indicaban que el juez decidió, antes de oír o ver cualquier testimonio, que el doctor era el asesino.
El asesinato de Kennedy sería el caso más sonado en manos de Kilgallen. Ella asistió al juicio de Rubi en Dallas y no se tragó la tesis de que hubiera un solo francotirador. Kilgallen condujo la única entrevista de un periodista con Jack Ruby, el asesino de Lee Harvey Oswald. A partir de esta, la periodista empezó a cuestionar la tesis de que Oswald había actuado solo. Y más grave aún: empezó a escribir un libro. Kilgallen prometió que en 1965 lo publicaría y que con este se se resolvería quién mató a Kennedy. Pronto, llegaron las llamadas acosadoras y las amenazas de muerte.
Kilgallen tenía un file de lo que le dijo Ruby y sus pruebas obtenidas en Nueva Orleans (la casa de Carlos Marcello, jefe de la mafia y posible cómplice) y solo hizo una copia que le entregó a su mejor amiga (esta murió «accidentalmente» dos meses después). Faltando unos 5 días antes de salir a la prensa con las revelaciones que haría en su libro, el 8 de noviembre de 1965 Kilgallen fue hallada muerta en su casa en la ciudad de Nueva York a la edad de 52 años y justo 12 horas después de haber aparecido en vivo en el programa What's My Line?. Su estilista Marc Sinclair la encontró al arribar aquella mañana con fin de arreglarle el peinado. Aparentemente había sucumbido a una combinación fatal de seconal y alcohol quizás concurrentes con un ataque cardiaco. Pero ella ni era alcohólica ni tomaba más que una que otra píldora para dormir (años después se estudiarían los fluidos preservados y se encontrarían grandes dosis de tres barbitúricos). Su manuscrito nunca apareció. Qué le dijo Ruby, no lo sabremos.
En la escena de su muerte, Kilgallen tenía afianzado un libro, The Honey Badger de Robert Ruark, en su mano, sugiriendo que había estado leyéndolo en cama, pero sus lentes para lectura no estaban en la habitación. También apareció con su peluquín, una ropa que nunca usaba y en el cuarto donde nunca dormía.
Esta periodista es una más de las víctimas de quienes quisieron demostrar que Oswald no actuó solo. Y como muchos otros testigos del asesinato de Kennedy, murió sin legítima defensa.