Escena 3 [Lima, 1952]
Para responder se necesita retroceder en el tiempo hasta el primer encuentro con el marxismo que el joven Ernesto había experimentado personalmente en Lima, Perú, en un período de su vida en que ya había decidido comprometerse en la búsqueda de su propio camino más allá de Argentina. Más allá de un gran país donde, a principios de los años 50, la alternativa ideológica para un joven de ideas radicales con la intención de luchar por los ideales de la emancipación social corría el riesgo de ser aplastado entre dos polos principales: el peronismo anticomunista o el antiperonismo estalinista. Por cierto, no faltaban alternativas de tercera o cuarta clase, «mejores» pero menores, puesto que la patria de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) y del movimiento continental de la Reforma Universitaria (el Grito de Córdoba de 1918) fue el principal caldo de cultivo para las corrientes heréticas o heterodoxas más que cualquier otro país de América Latina, tal vez sólo seguido por México. Pero para ese tiempo el joven Ernesto no lo pudo olfatear o sentir la necesidad de hacerlo.
De algún interés en el proceso de su formación teórica es el hecho que al final de la escuela secundaria había comenzado a redactar un «diccionario filosófico», quedándonos unos extractos y la descripción dada por su amigo de infancia en Alta Gracia, José «Pepe» González Aguilar (n. 1928?).
Los padres del Che eran antiperonistas, pero no marxistas, sino católicos no practicantes. La madre (Celia de la Serna y Llosa, 1906-1965) fue una mujer muy independiente, radical y dotada de considerables intereses intelectuales, inconformistas para la época y el entorno en que vivió: su influencia fue determinante sobre la formación de Ernesto y esto es reconocido por muchos, comenzando por el segundo de sus hermanos (Roberto Guevara, n. 1932) que con gran énfasis me habló de eso por primera vez en noviembre de 1992.
El grupo de los amigos pertenecía principalmente a familias antifascistas y antifranquistas, pero no comunistas. Una excepción era Tita Infante (m. 1976), amiga de los años de la universidad, con quien Ernesto mantuvo un largo e intenso intercambio epistolar desde 1947, correspondido por ella con sentimientos que llegaban algo más allá de la simple amistad. Tita pertenecía a la Juventud Comunista de la la Facultad de Medicina de Buenos Aires y a veces Ernesto le comunicaba sus avances en la lectura de los primeros textos marxistas. De acuerdo con el testimonio de Celia Guevara de la Serna (hermana del Che, n. 1929) — reportado por Adys Cupull (n. 1937) y Froilán González (n. 1943) (en Cálida presencia, p. 12) — fue ella quien lo introdujo en la lectura de Aníbal Ponce (1898-1938), el gran psicólogo argentino que murió en México, y de cuya extensa obra los dos leyeron en específico los textos más propiamente marxistas: Educación y lucha de clases, El viento en el mundo y especialmente (fundamental para la futura elaboración de una ética marxista por parte del Che) Humanismo burgués y humanismo proletario.
En el círculo de las amistades era una excepción el «Petiso» también, su compañero en el conocido viaje en moto - Alberto Granado Jiménez (1922-2011) - el bioquímico que desde los años universitarios se vinculó al Partido comunista argentino, en aquel entonces encabezado por un notorio exponente del estalinismo, el italiano Victorio Codovilla (1894-1970).
Y fue propiamente durante el viaje con Granado que el joven Ernesto tuvo la oportunidad de asistir al Dr. Hugo Pesce (1900-1969), leprólogo de capacitación médica italiana e internacionalmente reconocido, especialista en fisiología, apasionado por la filosofía e intelectual dotado de «una formidable cultura marxista», tal como Ernesto le describió en una carta a su padre (don Ernesto Guevara Linch, 1900-1987).
Pesce pertenecía al Partido Comunista Peruano y en 1929, en la Conferencia Comunista de Buenos Aires, fue uno de los dos delegados mariateguianos, es decir, seguidores de José Carlos Mariátegui (1894-1930), el mayor marxista latinoamericano cuyo pensamiento desde ese momento comenzó a tener una influencia considerable en la formación del joven Ernesto, especialmente en estimular la precocidad del «descubrimiento» de la cuestión social indígena, andina en lo específico.
De hecho, no puede excluirse que el interés teórico de Ernesto por los indios (de un comienzo nacido de la pasión por la arqueología precolombina y sólo después de un tiempo transformado en un tema de lucha anti-imperialista) y por el pensamiento de Mariátegui comenzó justo en la casa de Hugo Pesce. Él alojó a los dos jóvenes amigos en un hospital, pero a menudo los tuvo en calidad de huéspedes en las comidas. Gracias a sus diarios conocemos cuánta influencia positiva tuvieron en Ernesto las conversaciones con ese alumno directo de Mariátegui, a la vez hombre de ciencia y con una dialéctica marxista. Si realmente el marxismo de Guevara despegó de allí - tal como están inclinados a pensar los principales biógrafos - debe decirse que no pudiera haber comenzado mejor, en un sentido político y filosófico.
«Coming at the right moment in his own quest for a guiding social philosophy, Pesce’s beliefs and personal example offered a potential structure to emulate. From then on, the idea that he should find something similar for himself began forming in Ernesto’s mind. As for Marxism-Leninism, he was interested, but he still had to acquire more knowledge before committing himself to a particular ideology».
(Anderson, pp. 85-6)
[«Llegando en el momento correcto en su propia búsqueda de una filosofía social orientadora, las creencias de Pesce y su ejemplo personal ofrecieron una estructura potencial para emular. A partir de entonces, la idea de que debería encontrar algo similar para él comenzó a formarse en la mente de Ernesto. En cuanto al Marxismo-leninismo, estaba interesado, pero aún tenía que adquirir más conocimiento antes de comprometerse con una ideología particular».]
La estimación que Guevara mantuvo hasta el final por ese complejo y fascinante personaje de médico/militante/marxista (un reflejo obvio de lo que el mismo Ernesto aspiraba a convertirse, captando en Pesce una especie de alter-super-ego), se confirma por las palabras que él mismo escribió en 1962 como dedicatoria a su libro Guerra de guerrillas:
«Al Doctor Hugo Pesce que provocara, sin saberlo quizás, un gran cambio en mi actitud frente a la vida y la sociedad, con el entusiasmo aventurero de siempre, pero encaminado a fines más armónicos con las necesidades de América. Fraternalmente, Che Guevara».