Parece muy necesario tratar de abrir nuestras mentes pensando en el futuro de nuestro planeta y de nuestra humanidad. Tratemos de no calificar estas reflexiones en optimistas o pesimistas sino en «esperanzadoras», aunque sin grandes definiciones y con diversas incógnitas en muchos aspectos. Un tema absolutamente abierto.
Me estoy alejando de los enfoques tradicionales propios de las ciencias sociales y económicas, de las críticas de corto plazo y de los enfoques más acostumbrados en materias sociales, políticas y económicas, dado que enfrentamos temas que requieren abrir nuestra mente y expandir del mejor modo posible nuestra consciencia en temas que no son habituales.
En un anterior artículo, ¿Qué podemos aprender de la experiencia de China?, publicado el 10 de diciembre 2018, hacía mención que China es un verdadero subcontinente que podría ser considerada como una especie de macrozona pensando en un futuro gobierno integral para nuestro planeta.
Lo que podría parecer una idea de política ficción se puede trasformar en una necesidad obligada e imperiosa de un planeta en crisis como es el nuestro.
La crisis actual es fundamentalmente mental y ética (o «de valores relativizados») con consecuencias gravísimas para la humanidad y el planeta que habitamos. Sin embargo, al mismo tiempo, nos presenta insospechados desafíos por la posibilidad de generar voluntad de cambios profundos consensuados en la manera de gobernar y de relacionarnos como seres humanos aprovechando de manera racional y constructiva la tecnología, el conocimiento y el avance científico en beneficio del conjunto de sus habitantes.
Mientras la humanidad está inserta hace miles de años en un paradigma de opuestos (amigo/enemigo, mío/tuyo) cuyo producto es esta crisis, China parece estar en camino de prepararse para vivir en un paradigma diferente. Pareciera que ha conquistado o está en vías de hacerlo, el llegar a no anhelar preeminencia respecto de otros pueblos, o de personas o grupos de personas sobre otros/as, sino que se ha centrado en apuntar hacia un objetivo fundamental: esforzarse de manera pragmática en generar una sociedad, una economía, una cultura conductual que apunte hacia el Bien Común, entendiendo este como el logro de un bienestar material y una dignidad mínima para los habitantes de esa macrozona que en principio sería China, pero que en su momento podría abarcar otras regiones geográficas.
Lo que desarrollaré en este artículo tiene relación a lo que ha sucedido con China, pero tratando de evitar los enormes sufrimientos y sacrificios que han tenido que hacer, dada la condición planetaria que les ha tocado vivir. China nos podrá servir sólo como una referencia en aspectos que apuntan a la reversibilidad mental y práctica como a sus logros.
La conducción del liderazgo político chino, al tratar de trasformar el partido único en una verdadera escuela de formación de personas aptas en lo ético, profesional y técnico para hacer equipos que puedan gobernar, en contacto con la población restante del país y su participación en las ideas de proyectos y en las decisiones, es una manera práctica de ir desplazando los intereses particulares de los diferentes grupos de poder, para ir abriéndose mentalmente a apuntar a un solo interés: hacia el denominado Bien Común.
Podríamos definir por ahora ese Bien Común de modo general como el bienestar básico de la población, lo que a su vez nos posibilita el ir pensando en una posible «gobernanza planetaria».
Desde el ejemplo chino, tratemos de ir hacia un concepto de gobernanza mundial o planetaria, pensando en la Tierra como nuestro hogar común y como un conjunto de seres que dentro del respeto y el amor a la diversidad procure salir de la enorme crisis ética, espiritual, económica, social y ambiental en la que estamos insertos.
Si bien estamos claros de que el planeta vive el fenómeno de la globalización, en cuanto a que las comunicaciones en sus diversos aspectos son cada vez más instantáneas, que los desplazamientos de personas han aumentado de manera exponencial comparado con otras épocas y que los trabajos productivos en toda su gama y variedad se dan en cualquier parte del planeta, no es menos cierto que, a pesar de ello no hemos logrado una integración a nivel planetario y un modo de eliminar las tremendas inequidades y desequilibrios que como humanidad hemos generado y que sin duda la ponen en peligro existencial.
La necesidad de un cambio: hacia una gobernanza planetaria
La gobernanza planetaria surge de una necesidad: responder a un paradigma diferente al que nos ha caracterizado como humanidad estos últimos miles de años. Ello implica pensar y creer que el cambio mental fundamental, el cambio de paradigma es posible, que actuar como actuamos y pensar como pensamos no es algo «irreversible y propio de la naturaleza humana» como muchos lo afirman.
Necesitamos un cambio fundamental en el rumbo en que estamos, hacernos conscientes con urgencia que lo que está sucediendo en el planeta no tiene sustentabilidad en el mediano o quizás en un corto plazo, es decir que es hora de tomar consciencia para generar voluntad de cambio, de reconocer que estamos rompiendo los equilibrios del ecosistema planetario generando contaminación ambiental, cambios de clima, desaparición de especies, que pueden llevarnos a un desastre, de reconocer que las relaciones de «competencia desmedida y descontrolada», traducido en «crecimiento permanente a toda costa sin mediar consecuencias» es también una manera de apuntar hacia un desastre planetario.
Necesitamos reconocer que una importante parte de los esfuerzos y actividades de tipo «productivo destructivo» aportan a la probabilidad de destrucción planetaria y del ser humano, como es la droga en sus diversas expresiones y todo lo que ellas llevan consigo, el narcotráfico, la industria armamentista, las armas nucleares, las armas químicas y biológicas.
Es hora de reconocer que paralelamente a todo lo anterior, vivimos en un mundo donde se ha debilitado, si alguna vez existió, nuestra capacidad de vivir sin tratar de imponer ambiciones desmedidas de unos sobre otros generando como resultado tensiones, conflictos y guerras en diferentes lugares del planeta, con desastres de todo tipo que conducen a que importantes masas de población se tengan que desplazar obligadamente desde sus hogares habituales en condiciones de miseria o de extrema pobreza.
Es urgente reconocer que la inequidad y la irracionalidad de las relaciones de producción, del funcionamiento de la economía (fundamentalmente financiera), con el resultado de que buena parte de la población esté alejada del bienestar fundamental y mínimo, a pesar de que la humanidad cuenta con los recursos para trascender esa situación, y que esto también es otro factor que nos conduce a la probabilidad de un desastre social irreversible.
En síntesis, se hace fundamental y urgente tomar consciencia del conjunto de factores que nos lleva a una alta probabilidad de destrucción del planeta y/o de su tejido social, de la desaparición de la humanidad por efecto de la acción o inacción humana a fin de generar voluntad consensuada de cambios drásticos e impensados hasta ahora en la manera como nos gobernamos y en las relaciones que tenemos.
Dos aspectos fundamentales para salvar el planeta
Ese conjunto de reconocimientos urgentes podría ser el primer aspecto fundamental para abrirnos a salvar al planeta y al género humano que lo habita generando un nuevo paradigma mental para una nueva forma de relación entre los humanos y una gobernanza planetaria que apunte sólo al Bien Común. Si somos objetivos en cuanto a los medios de que disponemos, nos daremos cuenta que ese cambio no sólo es posible sino urgente y que generar un Movimiento Planetario de Consciencia que trascienda las diferentes ideologías insertas en el paradigma mental actual sería un paso fundamental. Esos reconocimientos urgentes nos obligan a dejar de lado muchos conceptos que forman parte de nuestros paradigmas derivados del “paradigma fundamental de los opuestos en todo tipo de materias: en lo político, en lo económico, en lo social, en lo espiritual.
El segundo aspecto para abrirnos a una gobernanza planetaria: acordar y consensuar a nivel planetario que es hora de enfrentar, con sentido unitario, cuál es el Norte al que apuntará toda la actividad humana sobre el planeta. Postulo que hay que apuntar al Bien Común.
Definir el bien común requerirá de un acuerdo de los elementos que lo irán a componer, entre otros, la integración de los conocimientos científicos y tecnológicos en una orientación ética, valórica, que genere las bases para desarrollar una relación equilibrada y respetuosa con la naturaleza planetaria y al mismo tiempo genere los medios de relación para que los seres humanos del planeta se relacionen con equilibrio, respeto mutuo y sabiduría de vida.
Creación de un Organismo de Reflexión
Las actuales Naciones Unidas no están «unidas»: están juntas e insertas en el ideologismo de los opuestos tan característico del paradigma mental que nos conduce en todas nuestras maneras de relacionarnos y que lleva en sí mismo la semilla de la intolerancia y la violencia, junto a las fuentes mentales de la corrupción que es un verdadero cáncer en casi todas partes del mundo.
Necesitaremos generar un Organismo de Reflexión para ir sentando las bases de una futura gobernanza planetaria centrada en orientar su trabajo en el Bien Común que apuntará hacia un modo de gobernar participativo, respetuoso y amante de la diversidad junto al respeto de los derechos y responsabilidades humanas, las que sin duda deberán ir de la mano. Ese Organismo tendrá presente las culturas existentes, los diversos países en sus pertinencias y los diversos pueblos y culturas ancestrales que aún están presentes en muchos lados.
Ese Organismo podría denominarse Naciones y pueblos del planeta unidos en el Bien Común.
Quedan muchas incógnitas sobre las cuales reflexionar, entre otras:
¿Es la democracia como funciona actualmente la mejor forma posible de gobernanza ante la necesidad de una nueva manera de pensar, sentir y relacionarse diferente a la que inspira el paradigma actual de «los opuestos»?
¿Son válidas las diversas ideologías, muy especialmente las denominadas de «izquierdas» y «derechas» para pensar en modificar nuestro actual paradigma mental y relacional?
¿Cómo se podría “masificar” una educación planetaria, más allá de las creencias y doctrinas de cada cual, que ayude a que especialmente los niños y los jóvenes se hagan conscientes del desafío en el que estamos y abracen como fundamento el Bien Común más allá de sus propias creencias, doctrinas y prejuicios?
¿Cómo se puede precaver el no volver a caer en regímenes que violen los Derechos Humanos y que corramos el riesgo de que vuelvan a tratar de reaparecer las fuerzas armadas en este planeta?
¿Cómo se puede precaver el no volver a caer en fabricación de armamentos, drogas destructivas de la mente y el cuerpo o de la utilización de los avances técnicos y científicos en actividades que no coincidan con el Bien Común?
¿Cómo lograr consenso en los ámbitos espirituales, en los diferentes credos incluyendo las religiones de manera de que estas respeten la diversidad espiritual vinculada al Bien Común y apoyen la eliminación del concepto de «guerras religiosas» o formas violentas de acción respecto de quienes no creen, ni piensan, ni actúan como cada una de las mismas?
¿Cómo sostener el valor compartido del bien común evitando retroceder hacia el paradigma actual con su enfermizo sentido de propiedad, ambición sin sentido de poder, tendencia a la corrupción derivada normalmente de lo anterior y así sucesivamente?
¿Cómo se genera esa misma «consciencia planetaria» entre quienes ya son adultos y están formados o más bien deformados mentalmente?
¿Cómo encarar los períodos de transición en zonas, países o lugares donde la relajación ética y la impunidad del delito son parte de la institucionalidad vigente?
¿Cómo logramos ir uniendo de manera pacífica y consensuada los esfuerzos para salvar el planeta y la humanidad que necesariamente significa un cambio del actual paradigma mental?
¿Cómo elegir a los diversos miembros del Organismo que se podría denominar Naciones y pueblos del planeta unidos en el Bien Común?.
Todas estas preguntas y muchas más, podrán ser temas de otros artículos reflexivos. Por ahora, invito a los lectores a reflexionar al respecto y darles una cabida intelectual, emocional y espiritual a estos temas que sin duda son urgentes y fundamentales. Nos obliga a dejar de mantenernos cerrados en nuestros esquemas, prejuicios, dogmas, doctrinas, ideologías que ya no nos sirven para sentar las bases de un mundo mejor para todo el género humano.