Cuando estudiaba en la Universidad de Oriente y viviendo en Cumaná, una de las distracciones de los fines de semana era tomar las lanchas llamadas tapaitos y llegar luego de 25 minutos de agradable navegación (cuando el mar no esta picado) al pueblo de Araya, donde una amplia ensenada de aguas esmeraldas, arenas blancas y los restos de un fuerte español de hace 360 años te hacían un día de playa excelente.
En algunas caminatas por los alrededores de las residencias de la empresa salinera vi en una ocasión hacia el extremo noroeste cerca de la orilla del mar unos tablones negros semienterrados en la arena en arreglos cuadrados. Le pregunté a una persona, quien me dijo; «eso es lo que queda de cuando los holandeses estaban en Araya».
No sé si los restos son reales, pero la curiosidad me quedó y poco más o nada me informaban los locales y los cumaneses de esos días. Hasta que investigando hace dos años atrás encontré que en el año 1599 los Países Bajos comenzaron a enviar barcos a esa península, donde luego de tomar agua del rió Bordones, en la actual capital sucrense, se dirigían hasta Araya para asentarse y comenzar la explotación de la sal.
Para Holanda en el siglo XVI la sal era vital para conservar sus arenques que representaban buena parte de su economía. Pero España estaba en guerra con ese país desde 1598 y uno de los bloqueos impuesto por el rey Felipe II a los Países Bajos era impedirles aprovisionarse del mineral en las salinas portuguesas de Cabo Verde y Setúbal. Desde el año 1500 ya se conocían las salinas de Araya; sin embargo, para los españoles la riqueza perlífera de Cubagua era mas importante, por lo tanto esa desértica e inhabitada península pasó desapercibida para los europeos durante mas de cien años luego del descubrimiento y colonización inicial.
Desde 1599 los holandeses enviaron sus barcos que atravesaban todo el Océano Atlántico y llegaban sedientos a las afueras de Cumaná, donde la fuente de agua dulce no protegida por los españoles era el pequeño rió Bordones; de allí, luego de algún comercio no permitido por la corona ibérica partían muy discretos a Araya donde se asentaron e iniciaron la extracción y carga de la preciada sal. Así fueron construyendo el primer muelle, los primeros asentamientos y por supuesto los depósitos de sus materiales y la vital agua que venía de los bordones.
En ese comienzo los españoles toleraron esa presencia que veían, o se hacían los que no veían desde la ciudad de Cumaná. Pero luego de cinco años, las noticias llegaron a los centros mas poderosos de la Corona española, que ordenó el 19 de septiembre de 1605 una expedición de 19 barcos desde Lisboa al mando de Luis de Fajardo.
Al llegar a la península de Araya sorprendieron a ocho embarcaciones neerlandesas que fueron capturadas luego de la primera escaramuza naval en esas aguas, al día siguiente otro barco holandés fue retenido y varias instalaciones en tierra fueron destruidas.
Cuatro años después la guerra entre ambas naciones fue calmándose hasta el cese al fuego de abril de 1607 con la firma en Amberes de lo que se conoce como la Tregua de los Doce Años. La paz hizo que Araya dejase de ser rentable para la búsqueda de la sal. Pero en 1619 las hostilidades se renovaron y esa península se hizo necesaria nuevamente para los holandeses. El viejo método de buscar agua en los Bordones para luego ir a Araya se intento en 1621 pero esta vez el gobernador de Cumaná, Diego de Arroyo y Daza, no hizo la vista gorda e impidió la toma de agua del pequeño rió al oeste de la ciudad. Por ello, el rey Felipe IV ordenó la construcción en 1622 de un fuerte en la punta de la salina.
Ese mismo año del inicio de la construcción del fuerte, los neerlandeses atacaron Araya a fines de noviembre con 43 barcos y mil tripulantes que disparaban sus cañones contra los españoles y cumaneses fieles a la corona. Los defensores que según algunas fuentes incluían población indígena fiel a España resistieron dirigidos por el gobernador Arroyo. Luego de dos días de combates los holandeses no lograron tomar la posición pero se mantuvieron 16 días esperando 41 barcos más de refuerzo.
El 15 de diciembre atacaron de nuevo con esa fuerza y pensando que la falta de agua y alimentos de los defensores les daría la victoria. Sin embargo los cumaneses resistieron y sus agresores se retiraron durante los 20 años que demoró terminar el fuerte. En 1648 se firma la paz definitiva con Holanda, que les deja la isla de Curazao la cual habían tomado en 1634 y otros enclaves caribeños. Pero en cuanto a Araya, los holandeses jamás volvieron a ocuparla.