El maestro nicaragüense Raúl Quintanilla Armijo exhibe «No Tiene Nombre», Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), San José, Costa Rica, curada por Adriana Collado, octubre-noviembre 2018.
La propuesta de Quintanilla no entraña solo con dictaduras, guerras y reveses sufridos por el pueblo nicaragüense; confronta, al contrario, fracturas latentes en la historia común entre ambos países vecinos.
¿Será que no tiene nombre cuando Costa Rica demandó a Nicaragua ante la Corte Internacional de La Haya, por el conflicto fronterizo en el río San Juan, 2010? Tampoco tiene nombre el asesinato de la activista Viviana Gallardo, con un arma empuñada por un policía de la Primera Comisaría de San José. No tiene nombre la muerte de Natividad Canda Mairena, 2005, pues si las autoridades hubieran intervenido a tiempo, quizás los perros guardianes no lo hubieran devorado. Y, como en la vida todo tiene un lado amable, un martillo es a su vez pincel, pero también volverse arma y contra ataque.
El museo exhibe un repositorio de resistencia, disidencia, confrontación, reclamos a valores sociales y civiles de dos pueblos que, aunque se den la mano ante las agudas contingencias como las vividas hoy en día, subsiste un rencor irreflexivo (que otros llaman xenofobia), el cual desestabiliza las relaciones entre habitantes y gobiernos. Para el chamán centroamericano Moyo Coyatzín, la amistad no existe, lo que sí existe es una conveniencia recíproca que nos acerca.
A la defensiva
Entré al museo cubriéndome con una mano, anticipando el fogonazo, ante la inminente mirada de la discordia. El Río San Juan es…, 2000, collage, pintura enmarcada con moldura dorada, y un brochazo rojo que destaca del fondo del panel pintado de negro. El rojo y negro comunican sensibilidades revolucionarias, intelecto y/o elevada pasión. Para las culturas originarias mesoamericanas, eran los colores de las investiduras nobles y sagradas.
Dicha pieza de entrada, una de esas pinturitas souvernir que vendedores informales (algunos son nicaragüenses) comercian en pueblos, semáforos de autopistas y sitios de recreo. En alguna oportunidad la aprecié en el Facebook de Quintanilla, o Galería MÁCULA, dejando expreso que el arte al otro lado del río es tibio y complaciente. En esta nueva propuesta pintó de un lado del San Juan la bandera de Nicaragua, y del otro el pabellón tricolor costarricense. La idea en tensión implica al paisaje: el mismo de uno y otro lado de las márgenes territoriales. Debajo de la sombra que arroja el marco dorado, baja el brochazo rojo; pero tras su sencilla apariencia, carga sensibles vítores o alardes de confrontación, avistadas en la reyerta de lo político en el arte.
Hacia atrás en el tiempo
Aquella dicotomía me sumió en otra memoria de los años setenta del siglo pasado, cuando los conflictos bélicos en las demás naciones del istmo se resentían en el arte. Para la Primera Bienal de Arte Centroamericano (1971) en San José, el Gran Premio correspondió al ensamble Guatebala del guatemalteco Luis Díaz; las Menciones de Honor por país, distinguió solo a Nicaragua, por la pieza Danza Alegórica del maestro Rolando Castellón, mientras que a Costa Rica se le declaró desierta. Al encontrarme ante el collage de Quintanilla, y nadar a contracorriente de los cuestionamientos, volví a ser consciente de que el paisaje es el mismo, y que son las diferencias las que nos unen, pero no las adversidades; proclama del paradigma de Otredad de los noventa del siglo anterior.
La muestra en el MADC se aprecia como si camináramos en un museo arqueológico, entre enormes vitrinas, con instalaciones y ensambles donde se advierte el disenso, abordajes descolonizadores de cuando la espada española atravesó un cúmulo de vasijas precolombinas, (MESóTica II, 1996) como símbolo de penetración hegemónica. Destaca la instalación de un reloj de campanillas conectado a un manojo de mazorcas de maíz, atadas a su vez por la bandera sandinista, para develar que la política nicaragüense es una bomba de tiempo.
Con la historia a espaldas
Al dorso de las vitrinas se gesta otro discurso, no menos candente. Dos intensas y dramáticas fotografías b/n de una joven de espaldas desnudas, dispuesta a recibir el fogonazo de un rifle que se colgó a cierta distancia, apenas perceptible en la penumbra, evocan la muerte de una joven disidente, que Wikipedia contribuye a sostener en la memoria colectiva:
«Viviana Gallardo fue una activista vinculada a una guerrilla de izquierda de Costa Rica llamada La Familia. Muere a los 18 años, en una celda de la Primera Comisaría de San José, asesinada por uno de los cabos de la policía costarricense».
Quintanilla Armijo es un investigador, sociólogo, crítico, historiador y hábil documentador, sigue el curso de acontecimientos registrados en papeles, objetos e impresos expuestos en su archivo, convenciendo que el taller de un artista es algo más de lo que parece; es trinchera que lo posiciona al lanzar esas construcciones sociales de lo artístico, protegiéndolo de lo que llega de vuelta.
Acuciosa memoria
Unos productos expuestos detrás de las vitrinas, rememoran los enlatados de tomate de Andy Warhol, referencia al Pop Americano donde la lata era tan solo un numeral del consumismo reflejado en los registros del mercado global. También evocan Merda d’ artista del polémico Piero Manzoni, lo cual, entre otros motivos, sirviera al critico Germano Celant al bautizar el Arte Povera en Italia. Pero en esta propuesta de Quintanilla refleja una polaridad picante y aguerrida: CANDA para perros, al entresacar del depósito de la memoria la despiadada muerte del indigente nicaragüense Natividad Canda.
Por otro, a cierta distancia, se exhibe Esta piedra tiene nombre, dispuesta sobre un tapetito blanco, abundantes en las viviendas populares. Evoca que Nicaragua se defendió ante los intentos de Walker de esclavizar a los centroamericanos e imponer El Destino Manifiesto” al repeler al invasor filibustero en la Batalla de San Jacinto, 14 de setiembre de 1856, a unos 42 kilómetros al Norte de la capital Managua. Los patriotas nicas terminaron de aniquilar al ejercito opresor, dando fin a otra amenaza de dominación a las Bananas Republic, como es reconocido el istmo, abriendo otra interrogante ante las tácticas del filibusterismo actual.
La alfombra roja
La sala 2 vivenció un performance de la Somoto Blues Band (SBB), Quintanilla y amigos, extendiendo una alfombra roja en el espacio; pero a ésta no la pisaron las luminarias de la cinematografía, es un sustrato en el cual se imprimieron cientos de nombres de los caídos en el Frente Sur de Nicaragua, durante la Revolución Sandinista que derrocó al dictador Somoza en 1979. Durante la inauguración, se escucharon además nombres de las más de cuatrocientas víctimas de las protestas de los auto-convocados, a partir de abril pasado. Abrigan sus memorias con rastros de sangre, puyas, vítores, que recuerdan a la distancia la candente Managua, con el rostro mirando hacia la esperanza.
Sonidos estridentes, aullidos del absurdo vivenciado en el día a día, provocó profundo escozor en los espectadores. Al concluir, la enmascarada que protagonizó la acción, se despoja de su careta de muerte, atraviesa la alfombra, toma el micrófono para hacer sentir a los demás sus jadeos; pulsión pasional, rotando, restregando su vientre y pechos contra los nombres del ayer, deseó escarbar las sangrientas memorias. Ella no canta nada reconocible, tampoco pronuncia palabras sino solo pujidos y soplidos, sin verba, presagios que fenecen al filo del abismo en la larga noche quizás del místico o del travieso bufón. La SBB rememoró el rock disonante, Woodstock, los lenguajes execrables o abominables en los happenings del austriaco Hermann Nitsch.
El archivo de Raúl
La Sala 3 con el archivo de Quintanilla, exhibe dibujos, grabados, papeles, anotaciones, libros, y sobre todo sus revistas, dispuestas como en un altar que enciende nuestras evocaciones, al escuchar también, las declamaciones del poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, que corren en audios. Evoqué en la lejanía de un siglo atrás a Francis Picabia, quien publicó revistas muy memorables en el acontecer de las Primeras Vanguardias del Arte. En un librito formato miniatura, que publicó Ediciones 1390, con un ensayo de mi autoría titulado DADAISMO (1916 – 2016), celebramos el centenario del movimiento, expresando:
«Uno de los principales caracteres de los dadaístas, el cual permanece aún en el arte de nuestros días, fue el talento editorial de crear publicaciones, producir libros y revistas. El escritor rumano Tristan Tzara publicó en esos años la revista DADA, cuyos dos números iniciales aparecieron en Zurich en 1917, el tercero en 1918, y los 4 y 5 conocidos como la “Antología DADA”, fueron los últimos en publicarse en aquella ciudad suiza, antes de establecerse en París y ser asumida por las revistas surrealistas».
(Quirós 2016. P12).
En esta sala se aprecia su extensa producción editorial: La Pluma del Cuervo (1986-1989) y la Idi@yPuej (1987-1989). ArteFacto (1999-2002). Estrago (2003-2010). Malagana (2013), entre otras. Una vida de cultivar la palabra, carácter propio de lo actual, dejar de hacerlo nos haría incompletos, discontinuos, en el complejo sistema de las prácticas artísticas contemporáneas.
Raúl, el curador
Obras del colectivo integrado por Federico Alvarado, Alfredo Caballero, Aida Castillo, Alejandro de la Guerra, Miguel Díaz, Milena García, Claudia Gordillo y Darling López se exhiben en la sala 4 del MADC. No deja de confrontarnos la pintura Sin título de Alfredo Caballero, óleo sobre tela, 2018 (172 x 233 cm). soporte de un signo o palabra no escrita ni impresa, más bien fue (des)dibujada en el lienzo para subvertir la conciencia crítica del espectador: Mierda, dicha con hastío, reclamo, o disputa ante la indefensión que pluraliza las necesidades de la población nicaragüense ante su estado de vida.
Milena García presentó SCI FI bandera nos cobija 2015-2016, (114 x 166 cm). Se trata de una superficie en degrado, que refiere a la bandera del Frente Sandinista de Liberación Nacional, con las siglas en inglés de Ciencia Ficción (SCI FI). Diserta acerca del hervor popular, ante lo impreciso o alucinante que resulta para sus connacionales la gestión de los actuales gobernantes.
Se exhibe Hubo fiesta. La Caída, de Alejandro de la Guerra, (Video HD. 00:01:09 min), 2014, focalizando la destrucción del monumento al general Somoza, expuesto en la Bienal de Arte de Nicaragua 2014. Fuerte, impactante, recursiva, se sirve del mismo sujeto con distintas construcciones materiales y conceptuales. También recuerdo la versión La Piñata, en la antigua galería Equilátero de San Rafael de Escazú, cuando se mostró Las reglas del juego, 2015, curada por Tamara Días-Bringas.
En el recinto, entre muchas otras piezas, se dispone la pintura Sagrado Corazón de Alfredo Caballero, óleo sobre tela, 2018, (201 x 252 cm). Cuestiona al observador lo que ve e interpreta, remanente de un paisaje ataviado de signos de soledad, silencio, que apenas sugiere el trazo de un corazón, que aparece y desaparece.
No podría faltar en esta percepción de actualidad del arte de la vecina nación del Norte, Claudia Gordillo, con sus reflexiones gráficas que documentan el aguerrido episodio de las marchas, tranques, plantones y otras manifestaciones de la energía popular. El arte de Claudia Gordillo lo halla delante de las acciones en las trincheras, engatillando el obturador de su propia arma a pulso de corazón, con firme razonamiento y experiencia de una sólida práctica creativa.
Para terminar con la visita a la sala 4, diría que no pasa nada desapercibida la enorme tela “Sin título”, de Federico Alvarado, acrílico sobre tela, 2018, (210 x 459 cms), en tanto culmina la percepción del muro de la violencia, ese que aqueja a las naciones centroamericanas, y que en 2006 la célebre Virginia Pérez-Ratton llamó Estrecho Dudoso, con una muestra en varios espacios expositivos de la capital.
Cual Caballo de Troya
En algunos tramos de lo expuesto se cuestionan las relaciones entre nuestros países, parteaguas para expresar un pensamiento conclusivo, asimilado en la pieza del martillo en cuya parte inferior ensambla una brocha o pincel, idea de que el arte puede ser herramienta para remachar la realidad. La muestra “No tiene nombre”, al posicionarse en el museo se vuelve Caballo de Troya, subvierte un punto referente de la cultura nacional, la desnuda criticando las apariencias del Pura Vida, actitudes e idiosincrasia acomodadizas y complacientes del arte costar