Construcción Histórica: Contexto Histórico en la Asunción del Partido Nazi.
Mientras los líderes de las potencias de la Entende estaban cómodamente sentados en el Palacio de Versalles en Francia, ninguno imaginaba que lo que ahí se firmaría serían los cimientos del régimen fascista cuasi totalitario más cruel y sanguinario que el mundo haya visto. Durante la reunión se llegaron a acuerdos en los que se sometía a Alemania a pagar grandes indemnizaciones a las naciones europeas, devolver los territorios conquistados durante la Guerra franco-prusiana del siglo XIX y reducir su ejército a 100.000 efectivos.
Si bien Alemania tenía cuota de responsabilidad, fue el único país en el que la carga de la Gran Guerra fue puesta. Durante los primeros años se pudo sostener la deuda y el cumplimiento de lo pactado en Versalles, pero para 1921 se volvió insostenible: la hiperinflación y devaluación del marco azotó sin misericordia la frágil economía de la República de Weimar. La población veía como su economía se resquebrajaba y esto se traducía en desempleo, hambre y miseria; las filas en el Reichsbank eran interminables, miles de ciudadanos pedían su dinero de vuelta, pero su valor prácticamente se había reducido dramáticamente; la canasta básica aumentaba de precio aceleradamente y el poder adquisitivo del alemán promedio disminuyó, como consecuencia el consumo se congeló al igual que la economía.
La crisis se extendió dos años más, siendo noviembre de 1923 el año más drástico de todos, la crisis había profundizado todas las clases sociales sin distingo alguno; durante ese mismo año, entre el 8 y 9 de noviembre de 1923, miembros de una agrupación política llamada Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, desconocido hasta el momento, marchaba hacia la cervecería de Bürgerbräukeller, en Múnich, donde el gobernador de Baviera, Gustav Von Kahr, pronunciaba un discurso delante de unas 3.000 personas. Su objetivo: dar un golpe de Estado e iniciar un gobierno nacionalista. Los perpetradores de ese golpe, que fracasó por malas decisiones de uno de sus miembros, resonarán en los anaqueles de la Historia: Herman Göring, Alfred Rosenberg, Rudolf Hess y Adolf Hitler, seguidos por un contingente de la Sección de Asalto del partido y unos 2.500 simpatizantes.
El 9 de noviembre terminó con el arresto de los líderes del Putsch, como sería llamado más adelante, en su intento de hacerse por medio de la fuerza con el poder, y su líder principal fue puesto tras las rejas en la prisión de Landsberg: Adolf Hitler sería condenado por alta traición. El periódico del partido fue prohibido y cualquier actividad censurada: era el principio del fin del movimiento, o al menos eso creíamos. Dentro de la fría celda de Landsberg, el caudillo y líder de la agrupación redactaba un escrito que llamaría Mein Kampf (en castellano: Mi lucha), donde plasmaría parte de su historia y los principios racistas, nacionalistas y antisemitas del partido. La condena de Hitler fue de cinco años, pero tras nueve meses de reclusión fue puesto en libertad condicional por buena conducta a finales de 1924.
En los siguientes años, Hitler concluye que la insurrección violenta no es buena consejera para llegar al poder, por lo que postula su nombre y el de su partido para las elecciones de 1928. Solo consiguieron 12 escaños alcanzando un 2,6 % de la intención de voto. Para finales de ese mismo año ya el partido contaba con unos 130.000 miembros. Hitler pensó que su mayor debilidad era la falta de conocimiento en general de los alemanes de su proyecto político, tarea que le delega al que se convertiría años más tarde en su ministro de Propaganda: Joseph Goebbels. Es así como Goebbels inicia una agresiva campaña cargada de antisemitismo y orgullo nacionalista con el que pretendía conquistar al electorado alemán.
1929 es un año clave para las intenciones de Hitler, es el año en que su popularidad se catapulta y su discurso antisemita cobra más fuerza y legitimidad, la gente le escuchaba más. A finales de la década de los 20, el mundo entra en crisis, la economía mundial es golpeada por el colapso de Wall Street y sus efectos no tardan en ser sentidos en la República de Weimar, los fantasmas de la Hiper Inflación se asoman nuevamente, la tensión se apodera de todo el país. Todo este alud de acontecimientos es aprovechado por la camarilla del Partido Nazi que empieza por señalar un culpable: la judería internacional que maneja los hilos de la economía. Durante más de una década, el discurso reaccionario de Hitler contra los judíos había disminuido, la tarea se le había delegado a Goebbeels, pero dese 1929 hasta la toma del poder tres años después, cada aparición pública del Führer fue aprovechada para culpar a los judíos de los males que asfixiaban a Weimar.
Gracias a esta coyuntura, el Partido Nazi explotó. Aunque no triunfó en las elecciones presidenciales de 1932, fue la segunda fuerza política solo por detrás del social-demócrata Paul Von Hindenburg, a quien no le quedó más opción que negociar con Hitler y darle el puesto de Canciller ante el triunfo de los nazis en las elecciones federales, siendo estos la primera fuerza política dentro del Reichstag. Los astros se alineaban a favor del nazismo, su discurso de masas había calado dentro de una sociedad ávida de respuestas y soluciones ante su difícil situación.
A partir de aquí los nazis ascendieron como la espuma y se hicieron con el control total del ordenamiento político y de las instituciones, básicamente a través de dos decisiones que encausaron sus cometidos:
En primer lugar tenemos la quema del Reichstag. El incendio supuso el inicio de la institucionalización de las ideas nacionalsocialistas. Hitler anuló importantes derechos fundamentales como la libertad de opinión, de prensa, de asociación y reunión, se suspendió el secreto epistolar y telegráfico, así como la garantía de la inviolabilidad del domicilio y se autorizó a la policía a prohibir reuniones; llegaron a controlar toda oposición que supusiera una fuerza de control político.
Y, en segundo lugar, la conocida como Noche de los cuchillos largos: la purga que tuvo lugar en Alemania entre el 30 de junio y el 2 de julio de 1934, cuando el régimen nazi llevó a cabo una serie de asesinatos políticos de líderes de la Sección de Asalto que suponían una amenaza para la estabilidad del partido, es a partir de este momento que Hitler moldea su dictadura y se reviste de poderes absolutos.
El nazismo es tan complejo que su comportamiento sigue siendo investigado hoy por los historiadores, es por ello que no podríamos entender nunca el crecimiento del partido nazi y su posicionamiento como un movimiento de masas sin antes analizar las tres grandes coyunturas antes expuestas que los catapultaron: la humillación de Versalles, la inflación de los años 20, y la crisis mundial del 29. Es a partir de estas crisis que el partido encabezado por su máximo líder, moldea un discurso reaccionario que los posiciona en la cima del poder; sin obviar las dos grandes soluciones que tomaron dentro del poder: el auto-golpe y la purga del partido, que acabaría con cualquier levantamiento o insurrección desde adentro. Fue así y bajo estas aristas que un partido prácticamente inexistente liderado por un tipo que había luchado en la Gran Guerra con un gran resentimiento social llegaron a hacerse con el poder dentro de la que muchos consideraban la cuna de la ilustración moderna del pensamiento.