Hace apenas una semana me mudé a Barcelona: ha sido una decisión muy ponderada después de un mes de julio turbulento.
Todo empezó con un correo electrónico de la agencia de mi fantástico piso que tenia en alquiler en la calle Atocha de Madrid. Un piso estupendo, con ventanales desde los cuales se veía toda la parte sur de Madrid: era increíble ver los colores del atardecer y las luces de la ciudad de noche.
En el mail me anunciaban la decisión de no renovar el contrato al haber transcurrido los cinco años de contrato. El mundo se me cayó encima. Empecé a llorar de la impotencia y por la incertidumbre ante el futuro. Aquello significaba dejar unos vecinos estupendos, mis costumbres, comerciantes que ya eran amigos, cambiar seguramente de barrio, gastos de mudanza, etc. Y, sobre todo, por mi cabeza ya volvían a aparecer los recuerdos de la odisea de la búsqueda de piso.
Ya me dolía la cabeza de tanto pensar y llorar.
Sin darme opción, me obligaban a abandonar un piso que había sido mi nido, mi refugio, el lugar de tantas risas y historias. En una palabra: mi casa.
Desde hacía algún tiempo, tanto en los apartamento de mi edificio como en otros muchos que se veían desde mis ventanas, poco a poco se percibía la llegada y salida de gente siempre diferente. Estaba claro: se habían convertido en pisos turísticos. Pisos turísticos como una plaga. Esta situación acabó provocando un cambio urbanístico, obligando a los pequeños comerciantes a cerrar delante de un barrio habitado únicamente por turistas que solo se quedan un fin de semana.
He escuchado y leído miles de historias como la mía, a los que le dieron opción de quedarse con una subida del precio del alquiler que llegaba a ser un 75% superior. Gente que como yo nunca ha fallado un solo pago. Buscar piso en Madrid es un auténtico infierno. Es que no ya no quedan pisos decentes: ¡hay solo auténticas vergüenzas que te venden como chollos!
Buscaba un piso sin amueblar, en el el rango de 700 – 850€, con una habitación como mínimo, cocina equipada, y en el que cupiesen los muebles que tenía. En Madrid capital, me daba igual el barrio.
Tampoco pedía un palacete. Pues bien: en Madrid, con estas características, buscando todos los días, con alertas de cinco aplicaciones de búsqueda de piso, vi solo tres en una semana, repito, tres. Había uno que me gustaba mucho en Ventas, pero no pude verlo porque al explicar al propietario que era para mí y mi marido, decidió no concertar una cita. Nada, una pequeña anécdota.
En Barcelona vi diez pisos cada día y cada uno estaba bastante bien, hasta que finalmente encontré aquel que consideré perfecto y con menos defectos de los demás.
Pero también Barcelona esta afectada de esta burbuja sin sentido, surrealista, de las agencias que te piden 2.000 € de sueldo, fianza de varios meses, dos si tienes suerte, 1.300 € de gestión administrativa que se queda la agencia, aval bancario que puede ser otras varias mensualidades o una persona que firma como aval. Un total unos 5.000 € - 6.000€ que pagar antes de entrar al piso, y hay que darlos ya, porque el primero que paga se queda con el piso o tienes que volver a buscar.
¿Alguien me puede explicar quién gana 2.000€? Los jóvenes como yo, de entre 25 – 35 años, que se quieren independizar... ¿cómo pueden hacerlo? ¡Es que estas condiciones son infrahumanas! ¿Cómo nos pueden pedir crear una familia, independizarnos, tener hijos en estas condiciones? La mayoría somos mileuristas, tenemos que pagar facturas, hacienda, tasas etc. Trabajamos para pagar facturas.
Me siento muy enojado por esta situación tan inhumana que padecemos desde hace tiempo: la política tiene que actuar ya.
Necesitamos un acceso a una vivienda digna y democrática.