Es una verdadera pena que al señor Sánchez se le vaya a recordar en nuestro país por vendernos a los independentistas. Poncio Pilato ha sido presentado por la historia como el responsable ejecutivo del suplicio y crucifixión de Jesús Nazaret, siendo este uno de los pocos episodios en los que se menciona a este personaje. Pedro Sánchez, presentado a la historia como el humillado y denigrado por los separatistas catalanes, incapaz de poner su país a la altura del problema, nos vendió.
El presidente del Gobierno no puede lavarse las manos de esta forma en un problema de fondo como el catalán, y aún menos, en el acto institucional del pasado 17 de agosto para recordar a las víctimas del atentado yihadista en las Ramblas. ¿En qué país del mundo en un acto institucional se permite una pancarta contra el Rey colgada en un edificio de plaza Cataluña?
No se trata de una cuestión ideológica, es una cuestión de respeto, no se permitiría una demostración de este carácter contra otros colectivos o instituciones, ya fuesen homosexuales, católicos, ateos, blancos, negros, judíos... es de locos.
A más, a más, imparable, el presidente de la Generalitat, un día antes del acto, declaraba: «No vamos a defendernos, vamos a atacar a este Estado injusto». Hay que destacar la diplomacia de Quim Torra en un momento de recogimiento. No solo reivindica un golpe de Estado y desplanta al Rey, sino que además la ministra de Justicia aplaude su comportamiento.
Lo de Sánchez empieza a convertirse de forma muy peligrosa en una amenaza para el Estado. Entiendo la incapacidad, la falta de altura política, la duda, no solo en el PSOE, en cualquier color político, pero cuando eres el presidente del Gobierno no te lo puedes permitir, porque estás tomando decisiones en nombre de todos los españoles: por favor, que convoque elecciones para que podamos decidir todos.
El ejecutivo envió a Cambrils a dos ministras, Meritxell Batet, y la de Industria, Reyes Maroto y no tomaron la palabra en ningún momento, ni siquiera para suavizar las palabras del presidente catalán. Desde Moncloa no se deseaba politizar el acto de aniversario en homenaje a las victimas.
Torra se fue a la prisión de Lledoners, donde la Asamblea Nacional Catalana y Ómniun Cultural habían convocado su propio homenaje a las víctimas de los atentados de Barcelona y de Cambrils. Hubo menciones a los fallecidos y familiares, pero el objetivo de la concentración era obvio, reivindicar la libertad de Quim Forn, exconsejero de Interior, encarcelado de manera provisional y destruir la imagen del juez del Supremo, Pablo Llanera.
Torra en su particular homenaje a los políticos presos declaraba: «Debemos iniciar una marcha para recuperar los derechos civiles y políticos de este país hasta que sea efectiva la república». Si el presidente de la Generalitat promueve atacar a España, habrá que retomar el artículo 155. Es solo una pista señor Sánchez: cúbrase las espaldas antes de que sea demasiado tarde.
Todos lograron que el 17 agosto lo menos significativo fuesen las ofrendas florales, las lágrimas de los familiares, la canción Imagine de John Lennon en la plaza de Cataluña. No fue un día de recogimiento, fue una expresión de violencia verbal por parte de los independentistas. En el acto estaba el Rey, Pedro Sánchez, Ada Colau y Quim Torra, que aprovechó para hacerse acompañar de la esposa del exconsejero del Interior, Quim Forn, y así presentársela al Rey en la fila de autoridades. ¡Qué paciencia!
Mientras, el partido socialista justifica no hacer nada porque fue un día de luto y no quieren generar controversia. Que me disculpe el presidente pero no puedo hacerme a la idea, esto no es una relación cordial entre los independentistas y el resto de España, esto es una vergüenza, a nivel nacional e internacional estamos saliendo en la foto como una marioneta al antojo de los independentistas. Esto es violencia de género de Cataluña hacia España.
Con tanta provocación, ¿quién oprime a quién?