Escribo y tengo amigos que también lo hacen. A menudo me pregunto y les pregunto: ¿por qué escribir? Los motivos y razones detrás de esta actividad son múltiples y se mezclan entre ellos. En algunos predomina un aspecto, en otros la razón es diferente. En general, se escribe por curiosidad, reflexión, como práctica cotidiana y también por costumbre o hábito. Se escribe por obligación profesional, para comunicar y persuadir y además por divertimiento. Se escribe también por reputación y ego. En muchos casos, escribir es considerado positivamente a nivel social. Pero también se escribe por planificación, por sobrevivencia, porque es lo que uno hace día tras día sin preguntarse ya el por qué y haciéndolo como todas esas cosas que se hacen cotidianamente: comer, dormir, pasear, etc.
He pensado tantas veces en esto que ya no sé claramente cuál es el motivo. Escribir es una forma de meditación, una técnica, que requiere rumiar, digerir e informarse sobre tantos temas. Escribir es un método, que comprende preguntas y observaciones. Identificar paradojas y tratar, en la medida de lo posible, de llegar a la esencia. Escribir es respirar, continua y persistente en el tiempo. Uno no escribe sólo cuando se sienta a escribir. Uno escribe en la lectura, conversaciones, en todos esos pensamientos caóticos que nos invaden y en todas esas pequeñas cosas que observamos y nos hacen pensar. Escribir es un viaje sin destino para exponerse a nuevas situaciones y experiencias. La escritura en verdad es un misterio en el misterio, en el sentido, que no nos explicamos totalmente su naturaleza y esta necesidad de escribir surge en la sorpresa y la autoinquisición, que nos lleva a nuevas ideas. Surge en esas situaciones donde descubrimos que las respuestas fijas y comunes a un problema o fenómeno no son válidas y que tenemos que ir más allá y buscar respuestas nuevas.
Se escribe además por juego y divertimiento como hacia Chéjov o por enfermedad como Dostoievski, o espiritualidad como Tolstói, o por ideología como Gorki. Pero como en todas las cosas de este mundo, describir es siempre una simplificación y todo es más complejo en realidad y por esto podemos decir que escribir es sintetizar y ampliar, pasando de la complejidad a la simplificación y de esta última a la primera, infinitas veces, en un dialogo que es siempre reflexivo y autorreflexión, pues la escritura es personal y el escritor difícilmente se distingue de lo que escribe, ya que esto último lo retrata y refleja, no porque sea parte o personaje en la historia, sino en el estilo, modos y temas.
En la escritura, la cantidad y la práctica son importantes, ya que se sedimentan en experiencias, método y técnica y por ende calidad. Un amigo definía a un escritor como una persona que escribe sistemáticamente todos los días y en esto hay una gran verdad, ya que la escritura es como un músculo que requiere ejercicio constante para no atrofiarse y hacerse siempre más fuerte. La motivación tras este ejercicio es siempre la curiosidad y la búsqueda de nuevas respuestas y si hay un aspecto que reúne a muchos de los que escriben es: preguntarse y volver a preguntarse sobre el porqué de las cosas y hacerlo con gracia, entreteniendo y usando un lenguaje que seduce a las ideas.