La trayectoria artística de Lea Lublin (Brest, Polonia, 1929 - París, Francia, 1999) se extiende a lo largo de cinco décadas. A partir de 1965 abandona la práctica pictórica e inicia una serie de proyectos en los que se plantea de forma crítica el concepto de representación y de percepción. “Ver claro” es la fórmula que empleará para cuestionar la supuesta verdad de las imágenes sobre las que se propone hacer un proceso que desvele el sentido secreto. En Argentina, donde se formó, lleva a cabo dos ambiciosas iniciativas, Terranautas en Buenos Aires y Fluvio subtunal en Santa Fe, en 1969, en las que buscaba ante todo que el público desempeñara un papel participativo recorriendo diferentes espacios en los que pudiera reflexionar sobre la experiencia mediante sensaciones de todo tipo. Concibe instalaciones como Pénétration d´images (Penetración de imágenes), 1974, en las que los espectadores son invitados a atravesar cortinas sobre las que se proyectan reproducciones de obras clave de la modernidad.
Una vez en Francia se propone en sus Interrogations sur l´art (Interrogaciones sobre el arte), 1974, mediante entrevistas y preguntas realizadas a distintas personas (artistas, galeristas, críticos, estudiantes…), explorar cuáles son los discursos sobre el arte.
La conciencia feminista de Lea Lublin da sus primeros frutos en Mon fils (Mi hijo), 1968, al llevar a su propia criatura de pocos meses a un espacio artístico para mostrar que arte y vida van de la mano y que las mujeres, en su doble jornada, son las encargadas socialmente de la tarea de los cuidados. Diez años después lanza al río Sena una banderola con preguntas que interpelan a la sociedad de su tiempo sobre los estereotipos machistas.
En su calidad de artista que indaga en las realidades y las imágenes emprende una investigación sobre la sexualidad oculta en la representación - en cuadros del Renacimiento - de la relación aparentemente inocente entre la Virgen y el Niño. Asimismo rescata del olvido una pintura de Artemisia Gentileschi de la que propone una compleja lectura de base psicoanalítica.
En su última década de trabajo –los 90– indaga en la estancia de Marcel Duchamp en Buenos Aires, descubriendo los lugares que habitó y desvelando el origen de algunos proyectos como su famoso alter ego Rrose Sélavy.