La verdad es que estoy frente a la pantalla y no sé qué escribir; aunque sé que debo o no escribir. Habrá quien entienda por qué se escribe y siempre habrá quien no entienda que alguien escriba.
Hay quien no escribe, simplemente, porque no le apetece y hay quien lo hace, no solo porque le apetece, sino porque lo necesita, le sirve como experiencia transformadora o alivio vital. Evidentemente, en mi caso, más allá del motivo que me lleva a hacerlo, y que sin duda tiene que ver con mi forma de ser, es algo que siempre aconsejo como beneficioso para la salud física, mental y espiritual.
Escribir beneficia la mente y te genera una especie de transparencia hacia el resto. El cómo se interprete lo que escribes, ya depende de cada cual. Un mismo verso, un mismo texto, un cuadro, leído, escuchado o visto por personas diferentes, puede decir distintas realidades aunque sólo una, la de quién lo escribe, es la auténtica.
Estos pensamientos, y otros, bastante inconexos golpean las paredes de nuestra cabeza de vez en cuando. De la mía pero también de la tuya. ¿Por qué no escribirlos?
¿Soy un pensamiento? Lo soy. Tal vez sea esa la idea. Curiosamente, si ese pensamiento que soy es negativo, vivo en negativo; si por el contrario soy un pensamiento positivo, vivo en positivo.
Tengo un deber en la vida, me lo debo a mi mismo y también a todos los que me rodean: borrar mis fracasos y dejar la mejor huella. La huella es lo que queda en este camino por el que transitamos.
Es curioso lo que piensas cuando caminas. Es curioso todo lo que se agolpa en tu mente, a veces sin un sentido correcto.
Pensaba que necesitamos chispa. Necesitamos ser conscientes de la belleza y transformar en belleza todo hacia los demás. Ser consciente de ella. No tenemos derecho a oscurecer la vida de nadie porque Vida solo hay una.
Si sentimos que nos hemos dormido, debemos despertar. Y para despertar lo mejor que podemos hacer es abrir la puerta de nuestra alma, despachar el ego y dejar que te sucedan los Milagros.
¿Que somos? Somos lo que pensamos que somos. Si dejamos a nuestra mente en libertad, no controlamos los pensamientos, podemos llegar a ser la última mierda si así lo piensa nuestra mente.
Por eso el mayor milagro es darnos cuenta y corregir. Los Milagros corrigen, no crean nada. Arreglan la valoración equivocada de nuestro Ser. Eliminan las falsas percepciones o interpretaciones.
Los Milagros nos ayudan a ver la verdad.
Cambiar la percepción.
Cambiar la mente es cambiar la vida.
Para la mayoría de las personas un milagro es resolver una situación adversa, sanar una enfermedad «incurable», conseguir algo «imposible», cualquier cosa que las leyes naturales no puedan explicar.
Pero no. El milagro es corregir la percepción equivocada de lo que nosotros creemos que es la realidad, es decir, es cambiar la percepción del miedo al Amor, del conflicto a la Paz, de la separación a la Unidad, de la carencia a la Plenitud, de lo ilusorio a la Realidad.
«El milagro llega silenciosamente a la mente que se detiene por un instante y se sumerge en la quietud».
(T-28.I.11:1 UCDM)
El milagro ocurre cuando dejamos nuestra mente quieta y dejamos de dar poder a todas esas distracciones que nos acompañan habitualmente.
Lo curioso es que sólo cuando nos vienen los problemas, las adversidades, intentamos aquietar la mente para que se nos «resuelvan», o con el deseo y esperanza de que algo específico suceda. Así perdemos el acceso al milagro. Así habremos caído en el truco del ego de cambiar un sueño por otro, un deseo por otro, para perpetuar la ilusión.
El milagro del que hablo es un gesto de amor hacia nosotros mismos, que permiten que los «errores» cometidos sean perdonados. El milagro, como ya he dicho, permite corregir una percepción errónea hacia una percepción verdadera.
Los milagros sólo suceden si lo permitimos, si abrimos nuestra mente y desterramos el miedo, que es el ego que se llena de frustraciones, culpas, venganzas y odio haciéndote creer que estás en peligro.
Debemos dejar que el alma abra la puerta a la calma y a los pensamientos positivos que sin duda nos llenarán de paz y confianza.