En el pasado; no hace más de 15 o 20 años, el estudio y la categorización de los conflictos era menos compleja de lo que resulta en la actualidad. Comenzando con que las reglas en los conflictos exigen que los combatientes deban distinguirse de la población civil cuando tomen parte en un ataque o preparación militar.
Por lo tanto, sus prácticas son contrarias al Derecho Internacional, y aún más, por su acción beligerante contraria al ordenamiento jurídico, no tiene derecho al estatuto de combatiente ni tampoco de prisionero de guerra en caso de caer preso por la contra parte, sin embargo, entra el dilema que los grupos que trabajan al margen de la ley no tienen ningún tipo de interés en obedecer reglas planteadas para el Fair play militar, de hecho sus acciones demuestran que se burlan de tantos formalismos impuestos para condiciones de guerra que son de otra época lejana a la nuestra. De igual manera y pese a estar al margen de la ley, deben ser respetados sus derechos fundamentales en caso de ser apresados.
En el artículo sobre guerra híbrida de junio 2017, destacaba todos los elementos de este tipo de guerra irregular que acarrea una serie de factores que colocan entre la espada y la pared las posibilidades de conservar los mismos estándares de acción y juicio ante el uso cada vez más pronunciado de agrupaciones paramilitares o grupos que recurren a las prácticas del terrorismo internacional, en muchas ocasiones patrocinados por Estados, desde una posición muy sombría, obedeciendo a una agenda relacionada con objetivos geoestratégicos, y tomando en consideración que el uso marcado de organizaciones al margen de la ley tiene como finalidad arriesgar lo menos posible soldados de su propia población, abaratar costos en cuanto al uso de armamento no convencional y producir esquemas de violencia con objetivo de desgaste que al final afectarán tanto militar (bajas) como económicamente a quien se ataque.
Hay dos aspectos que resultan determinantes en los conflictos modernos que involucran todos los componentes de guerra irregular.
Primero que por su naturaleza volátil genera que el análisis de sus acciones sea un proceso muy cambiante, donde las condiciones del conflicto no cuentan con una base de análisis lineal sino que por el contrario, los estudios deben pasar por una especie de bucles de información, donde la reprogramación de los eventos generan cambios que resultan significativos para modificar perspectivas que se daban por sentadas. Si bien, nunca se ha podido plantear una fórmula científica para estudiar los comportamientos de este tipo de conflictos, porque se trata de comportamiento humano, al menos era más sencillo determinar una serie de factores como eventuales detonantes de una crisis, hoy la situación podría reventar desde lo más simple o en lo realmente significativo no tener un cambio considerable.
Un ejemplo claro de este cambio de análisis es que, mientras el DAESH se expandía por todo Oriente Medio, empoderándose en las regiones más significativas de la zona, con el uso de armamento convencional, más sistemas no convencionales, la guerra de guerrillas, el terrorismo y una fuerte campaña mediática, hacían prever un panorama turbio de posicionamiento irreversible de este grupo en la región y extendiendo sus vínculos en otras regiones del planeta.
El resultado posterior fue distinto a lo planteado, pese a que se cumplían las condiciones para desmembrar por completo el ordenamiento heredado de la época posterior a la I Guerra Mundial; lo cierto es que la única región que no tiene hoy un control de un único poder es Siria, y hoy el DAESH no tiene por lejos la misma fuerza que logró en algún momento, y su poder se resume en algunas aldeas en Irak y Siria, mientras su aparato más importante se movilizó a Libia y realiza principalmente trabajo de campo con poder blando entre las poblaciones, aparte claro está que continúa nutriendo ideológicamente algunas comunidades musulmanas, inclusive en Occidente y adoctrinando lo que se denominan “lobos solitarios” a través de redes de información clandestinas. Mientras la inestabilidad de los países sigue siendo heredera de la partición mal hecha de las zonas a comienzos del siglo pasado, lo que significará cambios en un futuro, pero no son tan profundos en este momento.
El segundo aspecto determinante tiene que ver con el territorio elegido para la guerra. Por lo general, el uso de ejércitos irregulares o grupos que practican el terrorismo tiene como objeto entrar en las fauces del grupo contrario y acertar un fuerte golpe que no le genere una capacidad de reacción inmediata, sino que por el contrario lo ponga contra las cuerdas por un rato, con la opinión pública exigiendo una respuesta inmediata y categórica y por el otro lado determinar desde cuál frente directamente provino el ataque y hacia qué objetivo se debe canalizar el contraataque, lo que supondría un elemento adicional a los mencionados, ya que en ocasiones estas agrupaciones tienen un territorio de operaciones, aprovechándose muchas veces de los vacíos legales y de poder en los Estados para asentarse allí, pero realizan labores propias de órdenes provenientes de otras latitudes, por lo que en caso de una respuesta militar contra el lugar donde se han establecido por la razón que sea (incluyendo corrupción de los gobiernos) los muertos serían puestos por el Estado que los alberga y no necesariamente el país que los patrocina o «contrata sus servicios».
Ese elemento adicional, fortalece más la noción de que los conflictos en la actualidad sobrepasan su realidad de lo que se percibe inicialmente, que se puede estar claramente en medio de una guerra entre dos países sin la necesidad que estos disparen una sola bala, coloquen un solo soldado en el terreno o pongan una sola víctima entre las estadísticas, los muertos y los disparos pueden salir de estos grupos al margen de la ley, aunque no siempre es «agradable» la acción por cuanto puede darse el uso de paramilitares y terroristas para que ataquen directamente en el territorio enemigo y asesine civiles y militares, como fue mencionado anteriormente.
Además, en el uso de estas agrupaciones no oficiales y haciendo uso de la propaganda, pueden hacer pasar a los miembros del grupo beligerante como víctimas de una respuesta desmedida y usar términos que agraven las circunstancias de cara a la opinión pública, por ejemplo «masacre», «matanza», etc. que generaría críticas para quien responda.
También, desde la posición de la opinión pública, la noción de vencedor y vencido puede ser difusa, ya que en el momento que un ejército formal repliegue sus fuerzas armadas de una zona de conflicto contra un grupo beligerante, este último puede endosarse eso como una «victoria», aunque sea quien recibiera la mayor cantidad de bajas; lo que a la postre sería relativo porque al pasar a la mayoría como civiles, podría mostrar números bajos de fuerzas paramilitares muertas y el resto sumarse como crímenes del contrincante.
Finalmente, los conflictos modernos enfrentan dos realidades paralelas, la de los campos de batalla y los de la opinión pública, las cuales se entrelazan en ocasiones y le suman o restan méritos a las acciones de los actores involucrados, los análisis quedarían truncados y quedarían sujetos casi a episodios de enfrentamientos que podrían ser muchos dependiendo de la capacidad de sobrevivencia del grupo al margen de la ley, el cual no siempre cuenta con una pirámide de liderazgo más que para acomodo estructural e ideológico, pero es casi un hecho que una vez que la cabeza es cortada, aparece una nueva o el grupo se disuelve y da pie a la creación de otros con iguales objetivos e ideas.