Seguro que te habrás despertado por las mañanas con el despertador, incluso aunque este no sea el tuyo, ya que el sonido repetido y a elevado tono alerta al cerebro, lo que le hace despertarse para dar una respuesta al respecto. Si el despertador emitiese un sonido melódico y suave, no ejercería su función, ya que no conseguiría despertarnos.
Los sonidos van a influir en mucha de las acciones de nuestra vida, aspecto al que, por cotidiano, apenas le damos la importancia debida, a excepción de cuando se pierde esta función.
Muchas son las causas que pueden provocar la sordera, algunas más evitables que otras.
De hecho existe un ranking, por lo menos a nivel europeo, sobre las ciudades más «ruidosas», las cuales suelen coincidir con las grandes urbes.
Un problema del que escasamente se habla, y de ahí la necesidad de tener fechas señaladas como el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido.
Una realidad a la que nos hemos acostumbrado, y que únicamente nos percatamos cuando salimos «al campo» y escuchamos «el silencio».
Hay que tener en cuenta que el ruido o, mejor dicho, el sonido, es un estímulo más que recibe nuestro cerebro y debe de procesar para considerarlo amenazante o no.
Tal y como se ha señalado, el sobresalto de la cama que damos cuando el smartphone suena a la hora programada, es indicio de que el sonido nos pone en alerta.
Imagine que durante ocho, diez o doce horas estemos expuestos a un ruido constante, todo eso va a ir en detrimento de nuestros oídos, pero también del cerebro, que va a tener que estar continuamente usando recursos para desechar esa información «inútil» para la persona.
Con respecto al oído, se dice de aquellas personas que trabajan en sitios de mucho ruido y que no tienen la protección adecuada, que van «perdiendo el oído» o que son «duros de oído», en el caso de una sordera moderada.
En el caso del cerebro, el ruido externo, elevado o constante puede llegar a estresar el cerebro y con ello provocar un decaimiento en los recursos atencionales a otras actividades, con lo que disminuir su rendimiento en cualquier actividad que lleve a cabo.
Pero cuando el problema de la audición se agrava, y llega la sordera, las consecuencias son aún mayores, sobre todo a nivel emocional, tal y como lo señala una investigación realizada por el Departamento de Psicología de la Universidad de Göteborg (Suecia) cuyos resultados han sido publicados en el 2017 en la revista científica Clinical and Experimental Psychology.
En el estudio participaron 53 adultos, 33 de ellos eran sordos y el resto con dificultades auditivas, con una edad media de 42 años, de los cuales 42 eran mujeres. Para evaluar la presencia de problemas emocionales se empleó una escala estandarizada denominada Positive Affect Negative and Affect Scale< (P.A.N.A.S.), para evaluar el nivel de estrés se empleó el Stress and Energy (S.E.) y para evaluar el nivel de autoestima se usó el Rosenberg’s Self-esteem Scale (S.E.S.).
También se recogieron datos sociodemográficos de los participantes, el nivel de educación o el consumo de tabaco o alcohol entre otros.
Los resultados mostraron que, según evaluación de la salud mental siguiendo los criterios del D.S.M.-V., el 43% de los participantes sufrían Trastorno de Depresión Mayor; el 33%, Trastornos de Ansiedad; el 33%, sufrían traumas relacionados con estresores; el 21,4%, Trastorno de Déficit de Atención; el 12%, Trastorno Obsesivo Compulsivo; el 7%, Personalidad Esquizotípica; y el 21%, Trastorno del Espectro Autista; comprobándose que en el 5% de los participantes se producía Adicción a Sustancias.
Hay que señalar que la suma de los diagnósticos anteriores superan el 100%, ya que estos no son excluyentes, pudiéndose presentar en la misma persona, por ejemplo, el Trastorno de Depresión Mayor y el Trastorno de Ansiedad.
En total, el 42% de los participantes sordos o con dificultades auditivas mostraron más de una psicopatología. Con respecto de la evaluación de las escalas y cuestionarios, se obtuvo que la autoestima y el nivel de energía pueden predecir la presencia de patologías asociadas a la emoción.
Tal y como señalan los resultados, el sufrimiento psicológico que provoca la sordera puede acarrear importantes consecuencias en la salud mental de la persona, aspecto que ha de ser tenido en cuenta para proporcionar el apoyo necesario a las personas que por un motivo u otro hayan perdido la audición.
Ya que a pesar de que en los últimos años se haya mejorado mucho tecnológicamente para ofrecer «alternativas» con los que mantener el mayor tiempo posible la audición de la persona, no se ha tenido la misma conciencia en cuanto al cuidado y protección de los aspectos psicológicos de dichos pacientes. Por tanto, es importante tener una buena higiene auditiva, en el sentido de reducir a exposición a ruidos elevados y constantes, con tiempos de exposición al «silencio», pero también es importante crear políticas de prevención orientadas hacia las personas que pierden la audición, para que se sientan acompañados por profesionales que les ayuden a evitar que estas padezcan algún tipo de patología como las señaladas en el estudio.