«Escribir sobre el bloqueo de escritor es mejor que no escribir nada».
[Writing about a writer's block is better than not writing at all](Charles Bukowsky)
¿De dónde vienen nuestras pasiones? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Por qué dedicamos horas y horas a escribir, dibujar, cantar, bailar? Personalmente he dicho en más de una ocasión que escribo porque no sé hacer otra cosa. Naturalmente, desde un punto de vista objetivo, eso no es verdad. Sé hacer muchas cosas a parte de escribir, o no podría vivir. Pero escribir es lo que le da significado a todo lo demás. Sí, tengo docenas de hobbies, e intereses, pero ninguno puede compararse con el placer – y la agonía – que representa para mí sentarme ante el teclado.
Sin embargo, por mucho que a uno le guste hacer algo, por mucho placer que yo encuentre en hilvanar palabras una detrás de otra para crear algo que antes no existía, muchos se habrán dado cuenta de la (creciente) irregularidad en mis publicaciones. Mi primer artículo se publicó el 23 de marzo de 2015. Hace más de tres años – madre mía, cómo pasa el tiempo. Y, durante una temporada, entregaba mis textos a tiempo. No sólo eso, sino que, además, dedicaba mucho tiempo a otros proyectos: fanfic, historias cortas e, incluso alguna novela. Fuera a donde fuese, en mi cabeza había una historia, como esas casas en las que el televisor siempre está encendido: historias de fondo. Me acompañaban al supermercado, a clase, al trabajo. Podía coger una libreta en cualquier momento y anotar una escena, podía mantener diecisiete hilos narrativos en mi cabeza y saber siempre a quién pertenecía qué.
Y, entonces, un buen día. Algo apagó el televisor y las historias en mi cabeza pasaron de ser ovillos de lana, esperando a ser desenredados, a convertirse en hilos sueltos, tremendamente cortos, horriblemente descontextualizados. Apenas dos frases que no pertenecían a ningún lugar.
Este silencio se conoce de diferentes maneras: miedo de la página en blanco, writer’s block (bloqueo del escritor) y, si uno entra en internet, se pueden encontrar mil y un modos de «acabar con el bloqueo».
Pero el problema está en el silencio. No es que no sepa por dónde empezar, es que no tengo a nadie susurrándome qué empezar. Cualquiera que la haya sentido, sabrá que es una sensación extremadamente desagradable. Puedo asegurar que es pasajera. A lo largo de mi vida he sufrido este bloqueo en muchas ocasiones y sé – objetivamente – que no es una condición permanente. Pero, cada vez que el televisor en mi mente se apaga, me encuentro preguntándome «¿y si esta vez es permanente?».
Hemos establecido que escribir es lo único que sé hacer. ¿Qué soy yo si no puedo hacerlo?
Vivimos en una sociedad que pone muchísimo valor en la utilidad del individuo. Así pues, si tu utilidad es la de fabricar historias y pierdes esa habilidad, ¿qué significado tiene tu vida? Y, si tu utilidad puede ser substituida por otra habilidad que posees, pero por la que no sientes ningún tipo de pasión, ¿qué sentido tiene llevarla a cabo? ¿Qué clase de vida es aquella en la que estás atrapado en una existencia sin ninguna pasión?