El cereal más consumido y cultivado del planeta, el trigo, es ahora señalado por la ciencia como el causante de varias patologías: a la ya conocida de la celiaquía se unen otras dos «nuevas» dolencias: por un lado, nos encontramos con que este cereal provoca la inflamación de muchas enfermedades autoinmunes, una sintomatología descubierta hace apenas dos años. Por el otro tenemos la sensibilidad al gluten no celíaca, todavía en fase de investigación.
El quid de la cuestión la encontramos en dos proteínas de este cereal (la amilasa y la tripsina, que los científicos denominan con las siglas ATI) que juntas forman una familia de proteínas. Estos ATI pueden desencadenar una reacción inmune con consecuencias graves, tal y como sucede con otra proteína del trigo: el gluten, causante de los trastornos en los celíacos. El gluten es un conjunto de pequeñas proteínas que componen el 60% de un grano de trigo.
De hecho, numerosas investigaciones han sugerido que estos ATI podrían encontrarse detrás de la sensibilidad al gluten no celiaca, enfermedad asociada con los síntomas, tanto gastrointestinales como extradigestivos, típicos de la celiaquía y que padece hasta un 5-10% de la población.
Sensibilidad al gluten que no es celíaca
La sensibilidad al gluten no celiaca ya fue descrita por primera vez en los años ochenta del pasado siglo. Sin embargo, y pese a que los avances de la Medicina han derribado muros hasta ese momento insondables, todavía no ha podido desentrañar lo que se esconde detrás de esta enfermedad. De hecho, su diagnóstico se establece por un mero descarte cuando los pacientes no padecen ni celiaquía ni alergia al trigo aunque manifiesten los síntomas típicos de la intolerancia a esta proteína.
Así, las personas que sufren los síntomas de esta «nueva» enfermedad, que son de tipo gastrointestinal (diarrea, dolor e hinchazón abdominal, entre otros) y no digestivos (jaquecas, fatiga, eczema y dolores articulares) suelen asociarse en un primer momento a una enfermedad celíaca. El tratamiento que se da en estos casos es seguir una dieta libre de gluten, lo que mejora la sintomatología, pero no soluciona el problema de esta dolencia.
Entonces, si el gluten no es el desencadenante de esta enfermedad, ¿por qué se llama «sensibilidad al gluten»? Pues por la razón que sea, parece incorrecto. De hecho, los investigadores del estudio abogan por cambiar el nombre a la patología. Como concluye su director «esperamos que nuestro trabajo también ayudará a redefinir la sensibilidad al gluten no celiaca con un término más apropiado. Y es que dado que ‘sensibilidad al gluten’ implica que el gluten sea el único responsable de la inflamación, debe considerarse un nuevo nombre para esta enfermedad».
Trigo pro-inflamatorio
Por otro lado, un estudio de la Universidad Johannes Gutemberg de Maguncia (Alemania) sugiere que dos elementos integrados en el trigo es el responsable de la inflamación en numerosas enfermedades autoinmunes, como son los casos de la Esclerosis Múltiple, el asma, el lupus, enfermedades inflamatorias intestinales (como la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn), la artritis reumatoide o la esteatosis hepática no alcohólica, conocida esta última como hígado graso.
Este descubrimiento sugiere una pregunta a los afectados por todas estas enfermedades autoinmunes: ¿por qué no se ha llegado a esta conclusión mucho antes? La razón es muy sencilla: la mayoría de los estudios sobre las proteínas del trigo se han centrado en el gluten y su impacto sobre la salud digestiva.
Sin embargo, en los últimos tiempos han surgido varios equipos de trabajo sobre los ATI, pese a que constituyen tan solo el 4% del total de las proteínas que se encuentran en este cereal. No en vano, las evidencias alcanzadas hasta el momento, ahora confirmadas, sugerían que el consumo de ATI puede provocar el desarrollo de inflamación en tejidos distintos del intestino, caso de los ganglios linfáticos, los riñones, el bazo o el cerebro.
Pero si nos centramos en el desarrollo de las enfermedades autoinmunes, el síntoma más visible en la inflamación descrita es el empeoramiento de las patologías que sufren.
«Nuestros resultados demuestran que los ATI presentes en el trigo, que también están contaminando los alimentos comercializados con gluten, activan algunos tipos de células inmunes específicas tanto en el intestino como en otros tejidos, empeorando así, cuando menos de forma potencial, los síntomas asociados a las enfermedades inflamatorias preexistentes», indica el profesor Detlef Schuppan, director del equipo de investigación alemán.