«Spinoza es el príncipe de los filósofos...»
(Gilles Deleuze)
La Biblia no fue escrita por dios y es una narración escrita y revisada en varias oportunidades por humanos, que como tú y yo, estamos sometidos a la contingencia y eminente posibilidad de errores. Esta afirmación banal y obvia en nuestros días, llevó a la excomunión de Baruch Spinoza, filósofo sefardita de Ámsterdam, nacido el 1632 e hijo de padres de proveniencia portuguesa, y la vida, después de este hecho, lo transporta a una búsqueda, metódica y laica, de respuestas a problemas como ética y libertad. Temas que son el centro de la teología y la política.
Muchas de sus obras no fueron publicadas hasta después de su muerte 1677 y en su breve vida, se destacó en matemática, geometría, lógica, óptica y filosofía. Su vida fue solitaria y dedicada al estudio. Baruch Spinoza nos enseña y muestra por escrito y con su vida, lo que significa la libertad de pensamiento y los dogmas, en una época en que criticar las «falsas verdades absolutas» tenía un alto precio.
En el prólogo de su obra cúspide, la Ética, define a Dios como sustancia infinita compuesta de infinitos atributos y al hacerlo convierte el concepto de Dios en Naturaleza y Ser, indicado que el estudio de Dios no puede ser otro que el estudio de la naturaleza misma en todas sus expresiones y manifestaciones. Nuestra compresión, en cuanto seres humanos, está fundada en la extensión, es decir, en el mundo físico y el pensamiento, la deducción lógica, ambos igualmente infinitos.
La asociación Dios, Naturaleza y Ser es causa en sí y no está determinada por la res extensa, lo circunstancial, y esta incondicionalidad es la esencia de la libertad, que en los seres pensantes se manifiesta en la res cogitans, es decir, en la lógica del pensamiento, y libertad implica superar los prejuicios y las ideas no demostradas, superando así la condicionalidad histórica de haber nacido y vivido en un tiempo concreto.
Volviendo al inicio, la afirmación de que la Biblia no fue escrita por Dios significa que en ella existen errores interpretativos que tienen que ser superados por el pensamiento para poder ser libres e intuir la infinidad de la Naturaleza y el Ser, que son las manifestaciones directas del concepto de Dios. De esta afirmación, podríamos deducir un cogito ergo sum cartesiano, pero Spinoza insiste que el pensamiento es, como la extensión, parte misma del Ser y la Naturaleza, y que para Ser o pensar hay que partir del mundo, de las observaciones y de la realidad concreta. Spinoza, en este sentido, supera Descartes y anticipa el empirismo, la experiencia práctica como una precondición epistemológica y, en este sentido, abre la puerta a la ciencia.
Baruch Espinoza después de la excomunión dejó Ámsterdam para radicarse en La Haya y renunció a una docencia en la Universidad de Heidelberg para no sentirse condicionado por las doctrinas imperantes y las autoridades académicas. Sobrevivió trabajando en su taller de óptica. Después de la publicación de su Tratado teológico-político, siguió escribiendo asiduamente sin publicar para protegerse de las reacciones que su pensamiento libre podría causar entre los dogmáticos de su tiempo y esto nos hace pensar en su desarraigo, ruptura y dificultades creadas por su profunda libertad de pensamiento.