La figura de William Shakespeare siempre ha estado rodeada de un hálito de misterio; de hecho, la formación académica del autor, su fama en vida e incluso su aspecto físico han fascinado a sus admiradores desde que comenzaron los interrogantes en el siglo XVIII.
«No hay documentos para probar que fuera a la universidad pero tenemos la certeza de que leyó muchísimo. Es probable que en su infancia acudiera al Grammar School, aprendiera latín y leyera a Ovidio, Virgilio o Plutarco», explica Emma Smith, catedrática de Literatura de la Universidad de Oxford.
En este orden de aproximación al bardo, y aunque siempre se ha probado la autoría de sus obras, los investigadores estadounidenses June Schlueter y Dennis McCarthy acaban de publicar un estudio en el que aseguran que un manuscrito inédito del siglo XVI ha servido como fuente de inspiración para el creador de Macbeth.
La pieza clave del asunto se titula A Brief Discourse of the Rebellion and Rebels, escrito por George North, y el método por el que se ha comprobado la similitud de los textos se basa en el programa informático Wcopufind, que utiliza fuentes abiertas para detectar plagios.
Y parece que el grado de semejanza literaria encontrada en este caso ha sorprendido incluso a los expertos. Como asegura The New York Times, David Bebington, editor de la obra de Shakespeare, considera este hallazgo toda una «revelación», así como Michael Witmore, director de la Biblioteca Folger Shakespeare en Washington -institución que posee la mayor colección de obras impresas del poeta inglés-, sostiene que podríamos encontrarnos ante un descubrimiento único en décadas.
Actualmente resulta insólito encontrar nuevas fuentes de Shakespeare ya que, tal y como explica Javier Fernández en un reportaje sobre el autor, Jonathan Hope, profesor de Literatura de la Universidad de Strathclyde, Glasgow, y autor del libro The Authorship of Shakespeare's Plays (La autoría de las obras de Shakespeare, en español), trabaja en el mayor proyecto de minería de datos aplicada a la obra de Shakespeare.
Su principal herramienta es DocuScope, un programa informático desarrollado en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg (Estados Unidos) que reconoce hasta 40 millones de patrones lingüísticos en inglés para profundizar en la comprensión del escritor, sus supuestas conexiones con otros autores y, sobre todo, en la intemporalidad de sus obras.
Con todo, George North no es el único a quien se le ha atribuido la autoría de las obras del bardo: Francis Bacon y tres condes, el de Derby, el de Rutland y el de Oxford, han sido candidatos para ocupar el lugar del escritor más importante de la literatura inglesa. Sin embargo, para Clara Calvo, catedrática de la Universidad de Murcia y experta en el poeta inglés, «en estas teorías hay cierto esnobismo: solo las defienden aquellos que no admiten que alguien que procede del medio rural, sin educación universitaria, haya llegado a escribir las obras cumbres de la literatura inglesa».
Además, existen diferentes argumentos que afirman que William Shakespeare escribió varias obras en colaboración con otros autores. Pero sobre este aspecto, Calvo pone de manifiesto que «en los siglos XVI y XVII era habitual que los dramaturgos escribieran juntos, bien porque a un autor se le daba bien la escritura de escenas de espadachines y a otro las escenas románticas, o bien para acelerar la escritura y satisfacer la alta demanda de piezas nuevas que los teatros exigían».
«Shakespeare no fue una excepción y trabajó con otros autores: terminó Pericles, una obra inacabada de George Wilkins; colaboró con Thomas Middleton en Macbeth, Medida por medida y Todo bien si acaba bien; y rubricó mano a mano con John Fletcher sus últimas tres obras: Enrique VIII, Los dos nobles parientes y Cardenio, basada en un personaje de El Quijote y perdida actualmente. Ahora tratamos de dilucidar quién escribió cada escena», ultima la catedrática de Murcia.